Stanza Singola

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Mis talones giran sobre mi nuevo salón, contemplando el trabajo tan duro que he tenido que hacer estos días para que este lugar se convierta en mi nuevo hogar. Me dolía todo el cuerpo. Había pasado 5 días limpiando y pintando día y noche. Había decorado toda la casa sin ayuda de nadie, este era mi mayor proyecto. Sonrío mientras recorro cada estancia, cada rincón, sabiendo que hice lo correcto quedándome con ella. A pesar de que no he dormido más de 4 horas seguidas estos días, y que el cansancio está a punto de ganarme la batalla, decido que es hora de volver a recorrer las calles en las que me perdía meses atrás. El camino hasta el centro no es largo, agradezco haber encontrado una localización tan perfecta, sobre todo porque no cuento con mi vespa para poder desplazarme. Todo ha cambiado tanto, y a la vez tiene el mismo aspecto que tenía cuando llegue hace un año. Cuando paso por la Vía del Corso y encuentro el lugar donde los chicos solían tocar cuando acababan de formar el grupo no puedo evitar sonreír. Les echaba de menos. Faltaban solo 2 días para que volviesen a Roma y mi corazón iba muy rápido solo de pensar en reencontrarme con ellos. No sabía cómo reaccionarían, pero me sentía tranquila sabiendo que aquello no era un error. Al menos no para todos ellos.

Tras mucho caminar, paso por un local al que solía venir con los chicos. El Koala 2.0. Damiano había insistido en enseñarme a jugar al billar, a pesar de que aquello se me daba horrible, pero al menos pasamos las tardes juntos, bebiendo y riendo de lo mal que hacía aquello. Niego con la cabeza, como tratando de que el recuerdo abandone mi mente, y estoy a punto de seguir mi camino cuando veo un objeto muy especial para mi aparcado en la puerta. Cualquiera diría que aquello era algo normal, al fin y al cabo, no había mayor tópico en Roma que las Vespas, pero aquella era mía. Lo sabía por la luna que había decidido pintar en la esquina superior. Tiene un candado, y la ultima persona que la tuvo fue Leo, así que me adentro rápidamente en el local en su búsqueda.

- ¿Signorina, todo bien? ¿Puedo ayudarle? – Me giro ante la voz del dueño, Lorenzo, que me observa curioso tras comprobar como buscaba por el local vació a esta hora de la mañana.

- ¿Podría decirme a quien le pertenece la moto de ahí afuera?

- Es de un amigo que frecuenta el local, me ha pedido que la cuidara mientras estaba fuera. ¿Por qué?

- Por qué es mía. – Digo con una gran sonrisa, sabiendo que Leo ha cumplido su promesa.

- Eso no puede ser, le pertenece a una chica americana. – Fija más su mirada en mí, como tratando de reconocerme.

- Espere. – Busco alguna imagen en mi teléfono de la última vez que estuve aquí, y le muestro una en la que salgo con Damiano y los chicos. - ¿Me recuerda?

- Oh, naturalmente, eres la amiga de Damiano, has estado aquí varias veces si señor. Picola ragazza, no te reconocía con tu cabello largo. – Vuelvo a sonreír. Por un momento quiero corregirle, y decirle que Damiano y yo estamos muy lejos de ser amigos, pero en estos momentos solo quiero recuperar mi moto y volver a casa para dormir 14 horas como mínimo. - ¿No quieres esperar a que Leonardo vuelva?

- Me gustaría recuperarla ya, si no le importa. He de volver a casa y Leo aún no volverá del Tour hasta dentro de unos días. No quisiera molestarlo. Además, quería darle una sorpresa.

- De acuerdo, ten, estas son tus llaves. – Me entrega un llavero y mi mirada se ilumina al reconocerlo. Una pequeña moto pintada con los colores de la bandera italiana adornan la llave. Fue un regalo del día que volví del viaje después de Navidad.

Flashback

- Tengo algo para ti. – Damiano me pide que cierre los ojos y yo sonrío como una tonta ante ello.

Tornare (Damiano David)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora