Capítulo 29

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Ese beso.

Silvia.

—No, no te pongas así —susurra Alexa, recogiendo mi cabello con dulzura.

Bajo la mirada, mordiéndome el labio inferior y acallando los sollozos que amenazan con abandonarme.

—Se va, Alexa.

—Lo sé, pero...

—¿Cómo voy a sonreírle así? —señalo mis mejillas mojadas—. Se sentirá culpable.

—Tienes derecho a estar mal, Vi, es tu novio y lo quieres. Extrañarlo no es un delito.

—Es su graduación, se supone que debo celebrar con él y he temido por este día desde que su padre pagó la matrícula.

—Silvia —la voz grave de Willy eclipsa durante un segundo mi sufrimiento. Él se pone de cuclillas para poder verme a los ojos, como si de una frágil niña pequeña se tratara —. Sé lo que sientes, duele como el infierno, cada célula de tu cuerpo se quema y no hay agua que pueda apaciguar el ardor pero... no es el fin del mundo.

Alexa sonríe, tomándome la mano.

—Él te necesita fuerte, Vi.

Aprieto su agarre.

—Ustedes... ¿cómo es que siempre logran estar juntos?

Hace un año Alexa tuvo que irse a Italia por trabajo y Willy se quedó aquí, en Estados Unidos. Permanecieron lejos por casi dos meses, incomunicados y... aquí están.

Juntos.

—Cuando ella se fue —relata con voz pausada—. Creo que logramos sobrellevarlo porque sabíamos que el otro seguía ahí.

—De eso se trata el amor, Vi —la rubia me abraza, haciéndome sentir protegida—. A veces la manera más pura y sincera de demostrarlo es soltar.

—Amar a una persona es permitirle florecer, con o sin ti sosteniendo su mano —continúa él—. Así, cuando la veas de nuevo y notes lo mucho que ha crecido sentirás orgullo y felicidad, porque es quien debe ser.

—Además, podrás visitarlo y él a ti. No tiene por qué acabarse, hay muchas formas de retomar una relación a distancia.

—Y mientras los involucrados tengan responsabilidad y madurez emocional, ni siquiera el océano más grande sería un impedimento para que se quieran.

—Y respeten —asiente Alexa—. Estar con alguien más no es representar un obstáculo en sus metas.

—Debe facilitar el camino.

—Y añadirle color.

—Y luz —finaliza Willy.

Me limpio las lágrimas con una sonrisa melancólica.

—Los odio, son la pareja perfecta.

Alexa se ríe y acaricia mi espalda mientras apoyo mi cabeza en su hombro. Willy posa su palma sobre mi pierna y me transmite seguridad.

—¿Quieres que te acompañe? —me pregunta ella.

—No, está bien —suelto un suspiro—. No quiero arruinar su graduación, se ha esforzado mucho por elevar sus notas... y le prometí que estaría ahí.

—Entonces déjame retocar el maquillaje, acomodar ese precioso vestido japonés y enviarte tan guapa que el chico se caerá de espaldas.

Willy niega con diversión.

—Bueno, mi trabajo aquí terminó. Te dejo en manos expertas.

—Awww, gracias por reconocer mi talento, querido. Ahora, ¿podrías irte? Me desconcentras.

Divinas constelaciones [COMPLETO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora