Capítulo 5: Encerrados

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— ¿No le dirás a tu esposa que sus hijos están encerrados?—preguntó Metztli. 
— Aún no lo sé, podría afectar más su salud—respondió Kange.
— En algún momento le tendrás que decir, lo mejor será que sea ahora—opinó Kogi.
— Es su mamá—reprendió Metztli— ¡Ya sé! Podrían convivir con ella en la fiesta que haremos.
— Si la gente ve a Hinun van a querer hacer justicia por mano propia—contestó con arrogancia Wipkal.
— Si, primero debemos decirles que Honovi  se ha vuelto un sospechoso, tendrán por fin un avance, y cuando sea un día antes de la fiesta daremos noticia  su ejecución y por ello respetaremos su último deseo de convivir con su mamá—habló Pacha— así nadie intentará lastimarlos.
— En estos cuatro días debemos investigar más a fondo—ordenó Kogi.
— Sólo ganamos tiempo, si no encontramos pruebas me temo que deberán ser ejecutados—dijo con pesar Metztli mirando a Kange.
— Por ahora están seguros— Pacha se giró a los guardias— ¡llévenles comida a los prisioneros!
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Los cuatro chicos compartían celda. En un extremo se encontraban los gemelos sentados en el piso recargados en la pared, en el otro extremo estaban los más jóvenes; uno acostado en el petate y el otro caminaba nervioso.

— ¡Deja de hacer eso! me pones nervioso—grito Carlos fastidiado.
— ¡No puedo güero, no puedo!
— El güero serás tú si sigues así. Relájate, no nos harán daño.
— Eso crees tú.
— ¿Te duele aún?— Honovi se metió en conversación señalando el moretón del menor.
— No, ya no— contestó con recelo.
— Perdón, pero a nadie le gusta que lo llamen así porque no somos indios.
— Somos sioux— continuó Honovi— y allá afuera hay incas, taurinas, mayas y parumis.
— Sigo sin entenderlo.— respondió el chico moreno.
— ¡Yo si! Te explicaré antes de que te golpeen de nuevo—contestó Carlos jalando a su amigo.
— ¡Comida!—gritó una voz de mujer bien conocida por los gemelos.

A su celda se presentaron una chica y un chico, ambos con una charola de plata con comida y frutas. La chica traía el cabello recogido en trenzas, usaba una túnica con una faja amarilla, una capa del mismo color y unas sandalias. El muchacho vestía de igual forma una túnica pero esta era blanca con detalles pequeños parecidos a unas ramas, portaba un cinturón de color blanco, negro, rojo y mostaza con figuras de rombos, cuadros y unas equis que simulaban ser una mariposa, sandalias y su cabello negro  lo traía suelto hasta los hombros.

— ¿Qué hacen aquí?— cuestionó Honovi.
— Venimos a traerles comida ¿qué no ves?— contesto el chico.
— Y... a conocer a los nuevos—dijo la chica viendo con curiosidad a los otros dos prisioneros.
— Humm...como vamos a estar aquí durante un tiempo no estaría mal que conozcan más personas— dijo Hinun a los otros dos chicos.
— Me llamo Killa y él es Inti, mi hermano.
— Yo me llamo Carlos—respondió coqueto el castaño.
El hermano de Killa carraspeó.
— Manku, abre la puerta por favor.
Manku, un soldado y amigo de ellos obedeció. Entregaron una charola a cada pareja y después salieron de la celda.
— Entonces es cierto lo que dicen—afirmó Inti.
— ¿Qué cosa?—inquirió Honovi.
— Que ambos son traidores.
— No lo somos, si así fuera ni siquiera nos hubieran traído comida—respondió Hinun.
— ¡Por supuesto que tú no lo eres! Siempre has sido débil, incapaz de defenderte ¿y ahora resultas ser asesino de seis guardias?— se mofo Inti— En cambio Honovi...
—¡Inti!— le reprendió su hermana.
— Ya, solo estoy molestando.
— Disculpen ¿cómo es que todos ustedes saben hablar español?— pregunto el castaño mientras intentaba abrir una fruta de cáscara morada con puntos amarillos.
— Dámela—Carlos le dio la fruta— la mamá de estos dos habla español , viene de donde ustedes son. Al ser esposa de uno de los jefes de los pueblos es normal que los otros jefes, sus hijos y uno que otro soldado que sea amigo de estos sepa hablar español. Toma, debes absorber la pulpa rápido antes que se vuelva amarga.

Carlos hizo caso sintiendo una textura algo viscosa en su lengua. Muy probablemente hubiera escupido no haber sido por el sabor dulce de la pulpa. Su amigo lo veía divertido porque sabía que no le gustaba comer cosas con esa textura.

—¡Está bueno! ¿ves? Esto si vale la pena no como la guanábana— le dijo a su compañero de celda.
— ¿Es aún más rica?—respondió el otro sorprendido— Inti ¿podrías...?
— Si. Sólo puedes abrir esta fruta con algo que tenga mucho filo.Toma.
—Gracias. Otra pregunta ¿no se supone que están muertos?
— ¿Cómo?— preguntó Killa.
— Ya sé a qué te refieres—llamo la atención Hinun—. En resumen, algunas personas de los pueblos huyeron de los conquistadores y llegaron aquí gracias a la benevolencia de las Diosas.
— ¿Las... diosas?— preguntó confundido Carlos.
— ¡Si,si! Las Diosas trajeron a nuestra gente  a este lugar.
— Es algo complicado de explicar porque es diferente en cada pueblo, lo que sabemos es lo que nuestros antepasados escribieron.
— Entiendo—dijeron al unísono los más jóvenes.

Los seis chicos continuaron hablando sobre sus vidas, sus gustos, lo que había en sus mundos, lo que normalmente hacían, entre otras cosas hasta que Inti y Killa tuvieron que irse. Si bien nuestros viajeros no podían llamarlos amigos, tampoco los veían ya con miedo, se sentían un poco más tranquilos de estar ahí.

Así fue el primer día en aquel mundo desconocido.

La historia del mundo olvidado que nunca existióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora