Día 4: Bonten

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Una subasta de humanos.

La escoria humana reunida para comprar lo que alguna vez fue considerado una persona y ahora es solo un objeto.

Manjiro odiaba esos lugares pero estaba ahí sentado en primera fila. No por su voluntad sino porque sus compañeros se lo habían sugerido u obligado realmente no tenía nada que hacer y sentarse a reflexionar sobre su vida no se le apetecía en lo más mínimo.

—Traen buenas mercancías y los han domesticado para eso —contó divertido uno de los Haitani.

Si bueno a quién le importaba eso. Él solo tenía una persona en la cabeza aquel enigmático chico que conoció en juventud y después de salvar a su mejor amigo desapareció.

Nunca más volvió a saber de él y aún en su memoria es como un fantasma que a pesar del tiempo mantiene el mismo rostro.

—¡Empecemos la subasta! —. Un hombre regordete habló con un maso a su lado derecho y un horrible bigote.

Un pequeño chico entró en escena con ayuda de otro sujeto su rostro cubierto por una bolsa le llama la atención, su cuerpo delgado cubierto por unos trapos sucios dejando casi nada a la imaginación y sus piernas temblorosas caminan hasta llegar al centro del escenario.

—¡Empecemos! —el hombre de un movimiento le arrebata la bolsa y deja al descubierto unos orbes azulados y una cabellera oscura— Un joven 23 años, esta en muy estado...

El tiempo se detiene para Mikey, esos ojos los había visto hace mucho tiempo, como olvidarlos, una sonrisa se formó entre sus labios. Es el destino.

Luego de unos segundo se preguntó cómo había llegado el chico ahí, como terminó siendo un juguete para los sucios deseos de unos viejos. No dejaría que nadie volviera a profanar la piel de su "amigo".

—¡Un millón! ¿Quién da más? —. El cuerpo del chico tiembla en su lugar, tiene

Miedo, sabe que nada bueno le espera. Puede sentir la mirada hambrienta de todos esos ojos sobre su cuerpo.

Los números solo aumentan en cifras, dan más por su virginidad y él no puede evitar sollozar al ver que el mismo viejo que compró  a un compañero  suyo esta a punto de llevárselo, es bien sabido que el tipo es fanático de los juegos extraños y que nadie sale con vida, sus sollozos no dejan de aumentar.

—¿Nadie da más?

—Doy 5 millones —la voz amenazante de Manjiro congela el lugar.

—Vendido —titubea el hombre de bigote raro.

El de cabellos blancos camina para retirarse del lugar e ir a recoger su nueva adquisición. Su mirada deambula por los estrechos pasillos y al final del pasillo encuentra a una mujer que le sonríe.

—Puede pasar.

El olor a humedad le molesta y ahí entre la poco luz que se filtra esta sentado sobre la madera el chico de ojos azules.

—Debe pagar primero —. Esa oración le molestó.

—Mi subordinado le traerá el dinero. Creo que sabe quién soy así que ahorrece esos comentarios. — se inclinó para tener más cerca al chico y su mirada lo congeló, esos cielos parecían demacrados. — Ahora eres mío.

Levantó al chico para llevárselo, el azabache no deja de temblar y sus sollozos aunque bajos aún pueden oírse. Suspira y sigue caminando hasta la salida.

Un auto negro los espera y ahí están sus subordinados saludando con gracia.

                             🍁

Desde la llegada de Takemichi al lugar muchas cosas han cambiado, los ojos cansados de Manjiro tienen más vida y las risas inexistentes ahora se han vuelto algo tan comunes.

El azabache en un inicio era muy tímido y reservado, pero poco a poco empezó a tomar confianza.

A Manjiro le gusta la compañía de Takemichi y a Takemichi le gusta la compañía de Manjiro solo eso es suficiente para sus vidas.

Antes todo era soledad pero aquella luz de primavera lo animaba a seguir.

—¿Puedes peinarme? —. El de cabellos blancos se recuesta en el regazo del azabache.

—Esta bien Mikey-kun.

Las tardes tranquilas y pacíficas con Takemitchy son todo lo que necesita.

Maitake week 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora