Estoy frustrado pensando si es correcto tenerla de prisionera después de todo lo que ha pasado. Me odia, lo sé por la forma en la cuál me mira pero también sé que me desea como yo la deseo a ella y sé que ese odio podría convertirse en amor; está molesta y enfurecida con su padre por haberla vendido a mi imperio pero ¿no es mi culpa, o sí? Primeramente porque no tenía conocimiento que el idiota de su padre la vendería como si fuera cualquier cosa para su vida, no la hubiese aceptado. Hubiese matado a su padre y quitarle sus propiedades pero entonces la vi, consumida en los malos tratos y supe que estaría mejor bajo mi cuidado que con la víbora que se resguarda en su propio hogar. Pide a gritos ser salvada y corrompida.
Desde que llegó me encargué de darle todo, un espacio y comodidad para hablar cuando ella estuviera lista, no quería presionarla a algo y hacerla odiarme más. Porque me gusta, adoro la forma en la cuál sus bonitos ojos se posan en mi con miedo a mis acciones, acercarse con temor de rechazarla y no desobedecerme. Me endurece.
Estoy tratando unos negocios a través de skype llevándome un trago de jack daniels cuando escucho la puerta abrirse y sé que es ella. Porque a pesar de ser cuidadosa siempre me interrumpe como una malcriada. Siempre busca cómo sacarme de mis casillas, ir por ella y castigarla.
—¿Yeosang?—asoma su cabecita entre la puerta, está nerviosa mordiéndose el labio— llevas mucho tiempo encerrado y tengo hambre pensé qué tal vez... ¿podemos cenar fuera?
Jamás supe cómo negarle cosas, siempre me esmeré por llegar a casa con regalos únicos para hacerla sentir bien. Porque se lo merece, merece ser consentida y amada, y yo quiero eso. Quiero ser el único en su vida, adorarla en este mundo oscuro. Abro el cajón de mi izquierda sacando mi beretta para ajustarla a mi muslo, también la daga que la acomodo en mi cintura para después tomar la llave de mi McLaren y acercarme a ella que está de puntitas con las manos juntas. Le doy una leve sonrisa y avanzamos al subterráneo para tomar carretera al único restaurante que podemos disfrutar sin tener imprevistos.
Son más de la nueve de la noche y el frío se hace presente en ella tallándose los antebrazos. Nos guían a nuestra mesa, ella me sigue miedosa sin soltar mi chaqueta y me parece adorable. Segundos después tenemos nuestra pasta servida y la comemos en silencio.