CAPÍTULO 28

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Nate vive cerca de Hasting, dentro de un condominio donde según él, logra darle más tranquilidad. Desde que entro a la universidad quiso estar lo más cerca posible de ella, aunque sospecho que su campo de fútbol tuvo algo que ver.

Todos los edificios son similares, mismos tamaños, colores, con la única diferencia de la letra que llevan en frente de su entrada. La C es donde me dirijo.

Guardo mis llaves y doy dos toques a su puerta provocando que esta se abra levemente.

—¿Nate?— me asomo al no ver a nadie.

No hay movimiento ni en su sala ni cocina, toda esta como lo recuerdo. Televisor pantalla plana gigante, sillón ultra cómodo y equipo de sonido con bastante volumen como para escucharse en toda la cuadra o más. Lo necesario para jugadores universitarios. Sin embargo, el silencio comienza a preocuparme por lo que decido seguir el pasillo de su corredor.

—¿Hola?

Hay cinco puertas, tres habitaciones, un baño que comparten y un gimnasio privado que habilitaron para su uso personal. 

—¿Nate?— digo antes de tomar y girar el pomo de su pieza.

Lo primero que enfoco son las sabanas blancas interceptándose en varias direcciones, como si de una carpa se tratara, cubre desde el televisor hasta el pie de la cama. Todo es alumbrado con un toque tenue, luces amarillas en forma de soga que va por todo los lados, con las que decoramos en navidad. 

—¿Harriet?— doy un brinco al escuchar a Nate detrás de mí.

—Hola— saludo con sorpresa y regro a ver. —Es un fuerte...

Señalo aún en shock, es algo que hacíamos de niños, para escondernos a leernos libros o historias que inventábamos.

—Se me olvido los dulces— dijo pasando por mi lado y colocando en las bandejas que se usan para llevar el desayuno a la cama. Aun pasmada me mantuve parpadeando hasta que volvió a mí y me tomo de la cintura. —Sorpresa.

Cuando recibí el mensaje que veríamos la película aquí no pensé que organizara todo esto.

Una divertida sonrisa se plasma en su rostro colocándome roja. Entonces, hace que ya no deba pensar en como calmarme, Nate silencia todo pensamiento eliminando cada espacio entre nosotros.

Sus labios atrapan los míos empezando un movimiento delicado. En serio, podría flaquear justo ahora si no sostuviera mis mejillas.

—¿Te gusta?— alejo mi rostro apenas unos centímetros de él.

—Claro que si.

Puedo sentir mis labios hinchados y logro ver los suyos iguales.

—Sé que ya no tenemos 12 años, pero ¿Te gustaría ver El Rey León en nuestro fuerte?

Rio marcando mis cachetes. Tiro de su mano para adentrarnos en recuerdos de nuestra infancia, las almohadas ya están acomodadas en el suelo para hacerlo más cómodo, tiene frutos secos y tantos dulces como pizza americana y vegetariana divida en mitades, supervivencia, para estar dos horas sin salir de aquí.

El Rey León, es una de mis películas favoritas, no importa mi edad ni las películas más adultas que estrenen, tendré una niña viviendo dentro de una mujer.

Esta nueva adaptación sacaba más realista los personajes, desde el inicio con ese sonido de tambores mientras el pequeño Simba era alzado frente a toda la selva reunida, ya podía sentir la emoción, es un momento icónico. Hasta el mismo desprecio a Scar y la muerte de Mufasa se hace doloroso para una persona que ya tiene más de veinte años.

CUANDO TE VUELVA A VER [AMORES #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora