CAPÍTULO 18

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Inhalé una gran cantidad de oxígeno hasta que noté como volvía a ser consciente del movimiento de mi pecho. De seguido mis párpados se abrieron poco a poco dejándome ver una estructura encima de mí, parecía un techo bajo. ¿Dónde demonios estaba? ¿Por qué no me encontraba en la tienda donde esa misma noche había dormido? ¿Acaso era sonámbula?

Me llevé la mano a la frente aún tumbada, me extrañó tener la cabeza cubierta de una especie de enredaderas que parecían tener la misma función que una venda. Me sobresalté y de súpito, en un afán de levantarme, un terrible pitido inundó mis pensamientos impidiéndome pensar en nada. Lo único que podía hacer era taparme los oídos, aún sabiendo que el ruido que me atormentaba no provenía del exterior.

El sonido comenzó a ser tan insoportable que me pregunté si mis tímpanos estallarían. Traté de controlarlo mientras dejaba de retorcerme y fijaba mi vista borrosa a lo que parecía mi alrededor.
¡Cierto! Sí sabía dónde me encontraba, estaba debajo de las escaleras, las mismas escaleras de caracol que había visto antes. Pero... si yo estaba allí, ¿dónde estaba Sam?

Analicé rápido la información de la que disponía; yo estaba debajo de las escaleras, sin recordar cómo había llegado allí y con una corona de plantas trepadoras reinando sobre mi cabello. Si bien yo era sonámbula, ¿de dónde había sacado unas enredaderas? No, había sido alguien más ¿Sam? Pero...entonces, ¿dónde estaba? ¿Y si hubiera sido otra persona? No, ¿por qué otra persona querría vendarme la cabeza? ¿Y por qué me vendaría la cabeza, acaso estaba herida?

Deshice de la corona con dificultad. Palpé la parte superior de mi cabeza descubriendo que no había ninguna herida, al menos abierta. Observé intrigada las plantas entre mis manos. Parecían normales, pero era imposible que se enrollaran a mí sin tener ninguna raíz por la que alimentarse.

Harta de esperar respuestas, procuré incorporarme con delicadeza. Mi cuerpo pesaba demasiado, cada movimiento me dejaba exhausta. Inspiré profundamente e intenté levantarme por segunda vez. Mis piernas temblaron indicando debilidad, lo ignoré y proseguí apoyando los brazos sobre la pared. Apoyé todo mi peso en ese muro, esperaba que al menos estuviera en buen estado y no fuera a venirse abajo. Me armé de valor y di un paso, todo el dolor que la pared había soportado, traspasó a mi ser y sentí como si estuviese sosteniendo el cielo. Tuve que hacer mucha fuerza para lograr mantener el equilibrio y no caer de bruces.

—¿Sam?—mi voz parecía débil. No era más que un susurro. Lo captaba, eso no era más que malgastar el tiempo, nadie me oiría.

Mi cabeza seguía dando vueltas y en cualquier momento volvería a estar inconsciente. Unas cuantas pisadas más y me encontraría dentro de un sueño profundo. Todo parecía perdido hasta que percibí unas voces. No eran demasiado ruidosas, pero podía distinguir un cuchicheo que provenía de mi derecha. Entré ellas reconocí la de Sam; suave y un poco, demasiado aguda. Me dirigí hacia su voz dando zancadas gracias a la adrenalina del momento.

Ahora las voces parecían más cercanas. Las seguí un poco más y me llevaron hacia un baño, por la pegatina de afuera pude reconocer que era el de mujeres. Moví la mano para abrir la puerta e irrumpí en la habitación.

—Aquí no hay ningún botiquín. Aunque gracias a mis vendas estoy segura de que ya estará curada pronto—la rubia del bosque parecía igual de insufrible que antes, con ese tono de superioridad. Descubrí que no estaba sola al explorar toda la estancia con mis ojos, de hecho estaba bastante acompañada. Los chicos del bosque y Sam.

—¿Qué?—fue lo único que se me ocurrió decir.

—¡Max!—exclamó mi amiga posando, por primera vez, su vista en mí. Los demás se percataron de su voz e intentaron buscarme con los ojos. Al tiempo ya tenía unas cinco miradas clavadas en mí—¿Cómo has...? Da igual—dijo a la vez que acudía en mi dirección. Los otros chicos también imitaron el movimiento de Sam.

Los peligros de confiar #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora