CAPÍTULO 21

114 42 7
                                    

Me sobresalté cuando vi un cuerpo a mi lado que acababa de asomarse por la puerta de la terraza. Subí la mirada y entré en contacto visual con unos ojos verdes. Me sonrojé e inmediatamente giré mi rostro para que no viera mis labios y ojos pintados de rojo después de llorar. Hacía poco una persona ya había visto cómo derramaba ácidos grasos producidos por las glándulas del párpado, dos ya eran demasiado.

—No te molestes, ya te he visto—su tono era indescifrable. Aún así no cambié mi cuerpo de posición.

—¿Qué has visto?

—Que estás llorando—esta vez mi cuello se movió para observarlo. Su verde y mi negro se fundieron en uno. Sentí vergüenza.

—¿Y qué?

—Pues que no estás bien—me dirigió una mirada como si lo que acababa de decir fuese lo más evidente del mundo.

—¿Y eso en qué te influye?—no entendía por qué estaba allí manteniendo una conversación conmigo. No es que fuéramos amigos específicamente. Aunque se suponía que ahora éramos un grupo, resultaba innecesario aquel falso apoyo. La relación que estaba obligada a mantener con aquellos adolescentes no superaba un trato cordial, nada personal, o al menos es como yo lo percibía.

—Cuando la gente se preocupa por ti lo normal es agradecer—¿Él se preocupaba por mí? Lo observé incrédula. Aquel chico quería algo. Para empezar, para que Jacob se preocupara por mí primero debía ser relevante para él, por eso las palabras del chico sonaron sospechosas, porque no había ningún tipo de lazo que nos uniera de forma íntima.

Me acerqué poco a poco a donde Jacob se encontraba. La conmoción que había sacudido mis ánimos seguía presente.

—¿Te parece que yo sea normal?—apreté mi mandíbula con fuerza. La impotencia se reflejaba en mi tono de voz. Sentía que estaba soltando toda mi rabia sobre él, apenas me importó, ellos eran los que habían provocado parte de aquel embrollo.

Él avanzó imitándome.

—Lo normal está sobrevalorado—pronunció en bajo. Después se alejó y se volvió para coger un gran trozo de teja que muy probablemente antes había pertenecido a la cubierta de aquel centro comercial—¿Alguien normal podría hacer esto?—con la pieza de teja en una mano y un solo dedo presionando encima de ella, esta se partió en dos y se topó de nuevo con el suelo. No pude impedir que mi boca se abriera de asombro ¿Su poder era la fuerza sobrehumana? Todo indicaba que sí—No es tan malo cuando aprendes a controlarlo—esbozó una pequeña sonrisa al ver mi reacción a su espectáculo.

—Es una maldición disfrazada de milagro—por ahora lo único que lograba razonar es que si estaba allí escondida, si mi tía había muerto, si mi vida se había vuelto una pesadilla, era todo culpa de aquel poder que todos deseaban.

—Esa es la consecuencia de existir. Siempre hay un lado bueno y un lado malo. El equilibrio es necesario—se apoyó en la barandilla en dirección a mí. Sus ojos parecían leerme como si fuera un libro abierto. Eso me incomodó, no me gustaba sentirme tan transparente.

Reí amargamente.

—¿Y qué ocurriría si todo está oscuro?—mis poderes eran negros, estaba claro al ver los pensamientos que tenía cuando los utilizaba, yo misma conseguía asustarme de ellos. Y por desgracia, también la mayoría de las cosas que tenían lugar en esos momentos eran negativas.

Ahora fue Jacob al que se le tornaron los labios hacia arriba de una forma que no supe interpretar.

—Entonces utiliza la oscuridad para encontrar la luz con más facilidad.—una expresión confusa se dibujó en mi rostro—. Tienes mucho que aprender sobre ti misma.

Los peligros de confiar #1Where stories live. Discover now