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— Me gustas, Nagisa. — su respiración sonaba muy fuerte en esos momentos, quizá para armarse de valor y continuar — Desde hace mucho tiempo, a decir verdad. — He sido feliz cada vez que nos veíamos, incluso si solo fuese por un momento, yo... estuve alegre de compartirlo contigo. Pensé decírtelo en mejores circunstancias, sin embargo, ya que el vuelo se adelantó no nos podremos ver. Necesitaba que lo supieras, porque no estoy segura de cuando volveré y puede que en ese transcurso nuestros caminos... se separen más de lo que ya lo están.

Esa última frase, esas benditas últimas palabras...

El corazón de Nagisa se destrozaba con cada una de ellas.

— No espero ninguna respuesta por parte tuya. — continuó la actriz — Nunca me has visto como algo más que una amiga y está bien, lo entiendo.

— Akari, yo...

— Ya soy feliz de por sí viéndote triunfar como maestro, quiero que sigas alcanzando todos tus sueños — ¿por qué sonaba todo tan trágico? — ¿lo prometes?

Claro que lo puede prometer.

Pero, sin Akari...

¿Qué sentido tiene?

— ... Bueno. — al no obtener respuesta, la chica prosiguió — Perdón por el drama que estoy haciendo a estas horas, ¡aún debo sentirme como la protagonista de esa última película trágica que hice! — quiso reír, mas no le salió — Nagisa, espero encuentres tu definición de amor. Te quiero.

Akari colgó.

El peliceleste se quedó viendo su celular por unos breves instantes. Tocó con sus dedos la foto de Akari, que aún brillaba en la pantalla, e intentó acariciar el rostro sonriente de la joven.

Se detuvo. No era lo mismo a hacerlo en la vida real.

Aún procesando la información, sus mejillas se sonrojaron al repetir en su mente la declaración de la pelinegra hacia él, ¿cómo no lo notó? Seguro que toda la clase E lo sabía menos él. Se paró de su cama, intentando llamarla, pero solo recibió el buzón de voz como respuesta.

No era suficiente, necesitaba verla.

Las palabras de Sakura volvieron nuevamente a su mente. ¿acaso sí era posible? Todo este tiempo, todo lo que sentía cuando Akari estaba presente...

¿Estaba enamorado de ella?

Las respuestas llegaron más rápido a su mente de lo que se imaginó, avergonzándose de ser un completo ignorante de los sentimientos de ella y los suyos propios. Los recuerdos compartidos en la clase E, las salidas posteriores a su graduación, la felicidad de verla, el siempre pensar en ella, el sentirse celoso de ese alguien que ella amaba y quien en realidad era él...

Tenía que verla antes de su partida.

Y a todo esto: ¿Dónde quedaba la casa de Manami? Sabía que ella se había mudado hace mucho de la casa de sus padres y Karma le contaba que iba a visitarla cuando tenía tiempo libre del trabajo ¿Y si llamaba al pelirrojo? No, recibiría muchas preguntas.

— ¿Ritsu? — observó su celular esperanzado en que la pelilila respondiera a su llamado.

— ¡Tiempo sin hablarnos, Nagisa! — dijo la muchacha que apareció en un abrir y cerrar de ojos en la pantalla — ¿En qué te puedo ayudar?

— Sé que es descortés hablarte de la nada para pedirte un favor, pero... ¿Podrías guiarme hacia la casa de Okuda?

— ¿Manami? ¿A estas horas? — ella empezó a crear un mapa — ¿Sucedió algo?

— Bueno... Akari está en su casa estos días; quiero hablar con ella y por teléfono ahora no es posible.

— Oh, creo que estoy entendiendo. — sonrió divertida — Esta es la ruta más rápida de tu hogar hasta allí.

— Gracias, Ritsu.

— ¡Para eso estamos los amigos! — dijo y agregó — Espero que puedas decirle lo que quieres. — ella le guiñó un ojo. El peliceleste asintió y le agradeció nuevamente.

Salió corriendo, sintiendo la fría brisa de media noche golpearle la cara.

La dichosa casa estaba a solo media hora a pie. Nagisa seguía corriendo: quería llegar lo más rápido posible hacia donde se encontraba la actriz. Estaba ansioso por volver a verla, ya que sabía que era sus últimas horas en Japón ¿Por qué tenía que darse cuenta de que la quería recién ahora? «Soy más denso que Karasuma» pensó, enojado consigo mismo.

Pensó también en todas las definiciones de amor que conoció. El de sus amigos, sus alumnos, Sakura y de Akari. Cada quien con un concepto diferente de aquel maravilloso sentimiento. Se sentía algo cursi en estos momentos, pero debía admitir que él mismo ya tenía a qué (o, mejor dicho: a quien) llamar amor.

Una chica amante del pudín.

Una actriz muy reconocida.

Una mujer de belleza tanto física como espiritualmente.

Una muchacha que lo cautivó hace mucho. Y que seguiría enamorándolo cada día más.

Se detuvo, respirando hondo para recuperar el aliento. Vio su celular, que marcaba un punto amarillo en donde él se encontraba.

Había llegado a su destino.

Frente a él, una humilde casa de dos pisos se encontraba. Era casi idéntica a las demás de ese vecindario, así que el peliceleste dudó en tocar el timbre. Confiando en Ristu lo hizo, esperanzado en que la pelinegra saliese.

Retrocedió un poco y esperó.

Pero nadie abrió la puerta.

«¿Qué debería hacer, Korosensei?» pensó y alzó su mirada al cielo, en busca de la pequeña luna.

Y entonces fue cuando la vio. En el balcón de aquella casa, casi apenas por unos segundos, pudo apreciar que alguien se encontraba allí, observándolo. Y ese alguien era Akari. Sus miradas chocaron en ese cortísimo instante y, antes de que Nagisa pudiera ser capaz de decir algo, ella ya había vuelto hacia el interior del lugar.

¿Qué más podía hacer, o decir? No podía dejar todo a la deriva y que ella se fuera sin una respuesta clara. Miró a todos lados, dudando de lo que estaba por hacer. «No», pensó «Ya no hay tiempo para dudar».

— ¡Akari! ¡Akari!

¿Qué es el amor? [Nagikae]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum