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Nagisa, por primera vez en años, se encontraba nervioso. Iba vestido con la mejor ropa que tenía, e incluso se echó un perfume nuevo que compró con antelación a su encuentro con Akari. Esta ya se hallaba en Japón, y le había dicho que se reunirían en un parque al centro de la ciudad. El peliceleste cuestionó ello, pues la fama de la chica era suficiente como para que la reconozcan en la calle, a lo que esta dijo que no se preocupara, pues aprendió a pasar desapercibida. Mientras miraba a todos lados intentando interceptarla, no podía evitar moverse un poco por la emoción de reencontrarse con su amiga de antaño, pues era casi imposible verse debido a los constantes viajes de la pelinegra al filmar tantas películas. Por otra parte, también le gustaría saber la definición de amor que ella tenía, pues aportaría demasiado a la idea que poco a poco iba tomando forma en su mente.

— Quizá llegué algo temprano. — suspiró.

Y entonces...

— ¡Te tengo, Nagi...! — pero la broma que la joven actriz planeaba hacerlle fue interrumpida por el instinto asesino del joven, quien volteó antes de que ella se acercara lo suficiente como mecanismo de defensa — Gastarte bromas es casi imposible — soltó una leve risa mientras se quitaba los lentes oscuros que llevaba puestos, esperando que su amigo respondiese.

El aludido se quedó anonadado, contemplándola por unos instantes. Akari había crecido unos pocos centímetros, con su cuerpo era ya asemejado al de una joven adulta (aunque el apodo de forever zero aún le quedaba) y llevaba unos lentes de sol y un sombrero de paja para cubrir su identidad; aparte, traía puesto un polo negro, con rombos entre ese color y blanco, una falda blanca y unos tacones oscuros muy hermosos. Su cabello iba recojido en una coleta, pero él la reconocería como sea. Debía admitir, también, que Akari se veía bellísima, tanto como para quedarse perdido unos minutos más, solo admirándola mientras su corazón latía con mucha intensidad.

— N-a-gig-gisa — tartamudeó la chica, sonrojada al ver como su amigo no dejaba de contemplarla — ¿To-do... bien? Si nos queda-amos viéndonos... la pas-telería cerrará...

El profesor reaccionó con dichas palabras, avergonzándose por haberse quedado de piedra.

— ¡Perdón! No sé que me pasó, supongo que intentaba reconocerte... no, eso no fue. — simplemente, no lo sabía — ¿Vamos?

La joven asintió. Los dos entonces dieron marcha hacia una pastelería donde Akari ansiaba comer desde que se enteró de su existencia. Nagisa le contaba cómo iba con su clase y ella le relataba la experiencia de trabajar con actores de todo el mundo. Pasaron un buen momento, entre risas y alegrías, pues no había ese día otro par de personas tan unidas y alegres como ellos dos. A Nagisa le encantaba la compañía de Akari, pues se sentía cómodo a su lado, sin ganas de que esa caminata terminase y esperando que ella pensase lo mismo. En definitiva, la pelinegra era alguien muy importante para él y, tenerla nuevamente a solo unos metros de distancia lo llenaron de una hermosa sensación de jolgorio.

Al llegar a la pastelería, la actriz pidió el pudín más grande que ellos tuviesen, mientras Nagisa solo ordenó un helado. Recordó la fascinación de la chica con los pudines y su mirada se llenó de ternura, expectante por ver la sonrisa de Akari cuando probara tal manjar.

— Y dime, Nagisa, ¿ha ocurrido algo más en mi ausencia?

— Pues, de hecho, me puse a averiguar sobre las definiciones del amor.

— ¿Definiciones?

— Sí — dijo con una sonrisa nerviosa — Me he interesado por saber la opinión de varias personas respecto a eso.

¿Qué es el amor? [Nagikae]Where stories live. Discover now