Capítulo 47: Profesora Castro

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Desperté otra vez. Sentía exactamente la misma pesadez de...¿ayer? ¿Hace horas? ¿Minutos? La verdad es que no sabía cuánto tiempo había pasado.

A diferencia de la primera vez, ahora me encontraba sola en mi habitación. O almenos eso creía.

—¿Cas... tro? —La llamaba mientras aún buscaba abrir del todo mis ojos.

—Shh, no te esfuerces. —Escuché una voz a mi lado.

No sabía exactamente quién era pero me daba paz. La tomé de la mano y me aferré a ella.

—Tranquila... aquí estoy... —Me susurraba al oído.

—¿Cas... tro? —Pregunté como pude con los ojos aún cerrados.

Volteé a mirarla encontrándome con sus ojos color miel. Me sonreía y me acariciaba el cabello con tanto amor y tranquilidad.

—No... me... de... jes.

—Shh, tranquila. No lo haré. Aquí estoy, no me voy a mover. Tú descansa... —Pidió sin dejar de acariciar mi cabello.

— — — — —

Volví a despertar. Otra vez esa maldita pesadez en mi cuerpo. Tan rápido como pude miré a mi alrededor.

Imágenes volvieron a atacar mi mente. Recordaba estar en un parque de diversiones jugando con unas escopetas de juguete. Habían risas... besos... íbamos tomadas de la mano...había alguien conmigo, pero, ¿quién?

Dios, ayúdame a aclarar mi mente. —Pedí frustrada. —La puerta se abrió y enseguida pude ver a mi tía Isabel.

—Tía... —Ella se acercó rápidamente y me abrazó.

—Me alegra verte mejor...

—¿Que pasó?

—El doctor te revisó mientras dormías. Al parecer todo está en orden. Solo falta revisar posibles efectos secundarios, pero hablamos de eso luego, no tenemos mucho tiempo.

—¿Mucho tiempo para que?

—Tus padres salieron a la casa a buscar algunas cosas para ti. La haré pasar para que la veas.

—¿A quien? —Mi tía me miró unos segundos confundida y tras sonreír, negó con la cabeza y salió de la habitación.

¿Quién demonios iba a entrar? Era una pregunta seria, no estaba bromeando.

Estaba metida en mis pensamientos. Trataba de organizar un poco mis recuerdos. Llegaban imágenes de una pelinegra sosteniendo un arma. Alcanzaba a recordar a una pelirroja en el suelo herida y... había una tercera persona.

La puerta se abrió de golpe dejando entrar a una castaña que ya conocía. Mi pregunta era, ¿que hacía ella aquí?

Castro se acercó a mi a paso ligero y me abrazó con fuerza.

—Dios, me alegra que estes bien. —Susurró sin soltarme.

Castro se separó del abrazo, me miró unos segundo, me tomó de las mejillas y me fue a besar... o eso parecía.

—Profesora Castro... —En el momento en el que dije eso ella se detuvo. —¿Qué hace?

La joven profesora se me quedó mirando con una mezcla de sorpresa. Soltó mis mejillas y me miró confundida.

Aunque nos cueste |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora