Capítulo 25

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Lucía

Me quedé como una tonta en medio del salón, aún tratando de entender las palabras de Daniel. Me decía cobarde por no decirle la verdad, cuando él era el peor de los cobardes. Diciendo mierda sobre derrotarme y después dándome besos dulces como si no lo hubiera hecho.

Sentí mis mejillas arder de coraje, todo mis instintos estaban a flor de piel para hacer un escena.

Decidí que no haría una escena y mejor me encargaría de hacerle la vida imposible. Él intentó largarse, pero lo detuve.

—¿A dónde crees que vas? —reclamé siguiéndolo.

—Lejos de ti.

—Tienes que cumplir con tus tareas o sino...

—¿Sino qué? ¿Me vas a acusar? —interrumpió —. Además tú y yo sabemos que me pusiste en ese grupo por una sola razón.

Apreté los dientes con fuerza. ¿Cuál era su maldito problema?

Yo debería ser la indignada y no él. Aunque claro, eso no lo sabía. Y precisamente me molestaba aquello. Tendría que saberlo, saber lo que hizo.

—Supuse que era lo mejor se adaptaba a ti, algo sin complicaciones.

Algo brilló en su mirada cuando respondió:

—Si hubiera querido estar lejos de complicaciones, nunca me hubiera acercado a ti Muñoz. Y si quieres hacerme el malo, bien, seré el malo de esta historia.

Se fue sin darme oportunidad a decir algo más. Tampoco le seguí ya que tenía suficientes problemas como para regresar a la estúpida guerra que tuvimos desde inicios de semestre.

Ambos teníamos personalidades demasiado fuertes y ambos chocábamos por ello. Fuerte y duro, imposible de funcionar, pero aun así nos la ingeniamos para crear una química explosiva.

Daniel me ignoró por completo el resto de la tarde y mi humor empeoró. Me volví algo tiránica al momento de exigir las actividades y podía ver las miradas de los demás con odio puro.

Ahora podía entender porque todos me odiaban. Nunca intenté hacer amigos, solo me limitaba a ordenar a los demás como si fueran marionetas y mi amabilidad se quedó en algún lado recóndito de mi personalidad. Por suerte, el día acabó y yo pude irme a casa antes de que mi deplorable humor empeorara.

Al llegar a casa, me encontré a mi hermana limpiando nuestro pequeño departamento. Eran alrededor de las 7, no entendía porqué se ponía a limpiar a esta hora. La observé.

—¿Qué estás haciendo?

Ella se encogió de hombros, pero una sonrisa curvó sus labios.

—Sólo quería limpiar un poco la casa, para nuestros invitados.

La Lección de Odiarte | COMPLETA |Where stories live. Discover now