Capítulo 27

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Lucía

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Lucía

El día previo a la graduación, el mesero, Brandon que conocí la otra vez en el restaurant me invitó a salir. Mi hermana casi daba saltos de felicidad cuando le dije que tendría cita para la graduación. Decía que los últimos días me había vuelto una amargada en contra del amor, solo porque hacía caras cada que veía una de sus comedias románticas tan típicas.

No era mi culpa que esas películas fueran ridículamente cursis que daban diabetes.

Honestamente Brandon fue un buen pretexto para distraerme, aunque no tan bueno. Ni siquiera su atractivo lograba sacarme de la cabeza a Daniel Saveedra y me molestaba. ¿Acaso no podía dejarme en paz ni siquiera en mis pensamientos? Era incluso peor que los fanáticos religiosos que venían a tocar mi puerta los domingos para cambiarme a su iglesia.

Maldito Daniel.

Desde que le dije la verdad sobre lo que escuché con Mateo se había vuelto en un dolor de cabeza donde me pedía perdón o intentaba amistarse conmigo, así sucesivamente. Incluso tuvo la osadía de invitarme a la graduación, me dijo que podíamos combinar nuestros conjuntos y todas esas cosas tontas de parejas.

Claro que le dije que no y eso lo motivó aún más a insistir. Yo seguí negándome a salir con él ya que había sido bastante difícil aguantar las miradas y burlas de los del periódico desde los comentarios que hizo. Incluso una tarde ellos comenzaron a repartir invitaciones enfrente mío, una de sus muchas reuniones grupales.

Una tarde antes de entrar les escuché decir:

—Es obvio que lo manipula con algo ¿por qué Daniel Saveedra se fijaría en ella?

—Claramente personalidad no tiene, es más aburrida que mi abuela —dijo alguien más y los demás rieron.

—Tampoco bonita. A lo mejor sabe moverse en la cama.

Más risas.

—Debe ser más rígida que una tabla.

Yo ni siquiera tuve el coraje de meterme a ese nido de víboras. Solo salí apresurada y al girarme me di de frente con Oscar, quien claramente había estado a mi lado también escuchando.

De momento él pareció perplejo y no sabía si por lo que decían nuestros compañeros o porque nos encontrábamos. Me fui de ahí porque seguramente él pensaba lo mismo.

Me encontré escondiéndome en el gimnasio, tratando de leer algunos artículos sin éxito. Escuché la puerta abrirse y ahí estaba Oscar, caminando en mi dirección con cierta inseguridad. No entendía que hacía aquí.

—¿Sucede algo? —pregunté en caso de que tuviera alguna duda con las tareas del día. Oscar negó con la cabeza y silenciosamente se sentó a mi lado.

Pareció una eternidad mientras ambos mirábamos la pared de enfrente hasta que por fin habló.

—No eres tan mala sabes.

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