Capítulo 6. El auto volador

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Lily apareció en el caldero chorreante, entre unas llamaras verdes que la abrazaron hasta desaparecer por completo. El ambiente del lugar hasta su llegada había sido tranquilo, los magos bebía entre risas, contando historias y diciendo groserías, hasta que la niña apareció y todas las miradas fueron hacia ella. Era costumbre que cuando alguien aparecía en la chimenea todos voltearan a ver si se trataba de algún viejo amigo o un viajero que paraba por un buen whisky, pero fue una sorpresa cuando vieron a esa pequeña niña que casi temblaba, con la cara llena hollín y unas gotas de sangra escurriendo por una herida en su frente.

Lily respiraba con dificultad, abrazada a las cosas que más amaba, retrocedió al sentirse tan observada hasta que su espalda chocó contra la fría pared de la chimenea. El dolor en su cabeza apenas y le permitía pensar, así que cuando pudo poner sus ideas en orden recordó que Lucius podía seguirla y que tal vez era cuestión de segundos para que se apareciera y la llevara de regreso a la mansión Malfoy. Saltó fuera de la madera quemada y carbonizada, su respiración seguía siendo agitada y sentía un fuerte nudo en su pecho, tenía que llegar a King Cross antes de que el tren se marchara.

Cruzó la estancia ante la mirada fija de todos, limpiándose la sangre que no paraba de caer con la manga del jersey que le había dado la señora Weasley, no lo sabía pero se había partido la frente como muchos niños a su edad, pero aquello no se debía a una herida causada por una jugarreta. Se detuvo solo cuando vio la manga llena de su propia sangre y el sangrado no se detenía por más presión que pusiera en la herida. Quiso sentarse a respirar pero no tenía tiempo. Cuando estuvo frente a la puerta que la llevaría a las calles de Londres una de las meseras se interpuso, la mujer la reconocía pues quién en el callejón Diagon no sabía de Lily Snape, la pequeña revoltosa que le ponía los pelos de punta a todos.

- Lily, cielos -la mujer no perdió tiempo y la tomó por el mentón para ver mejor la herida-. Por Merlín ¿Estás bien? ¿Dónde está tu padre? -preguntó con cierta preocupación.

Lily se soltó del agarre retrocediendo, con su mano cubierta por la manga de su jersey, tapó la herida de nuevo, deteniendo las gotas de sangre que rodaba por su nariz hasta caer al suelo, no podía limpiarse pues su otra mano estaba ocupada sosteniendo su varita, su oso y la jaula de la rata.

- Está en Hogwarts -dijo atropelladamente-. Tengo que llegar a King Cross, pero me he caído y me golpeé con una roca. Debo irme.

Lily trató de rodearla para salir pero la señora la tomó por los hombros, impidiéndole su escape. La mujer sacó un trapo del delantal que usaba sobre su vestido y con él limpió la sangre en el rostro de la niña, quitando la mano con la que Lily se cubría la herida y poniendo en su lugar el sucio trapo.

- No, de eso nada. Sosten esto en tu herida, vamos a curarte eso y...

La pelirroja no le dio tiempo a la mujer de terminar, pues volvió a soltarse y corrió fuera del local sin darle tiempo a la mujer en detenerla.

La luz del sol mañanero cegó a la niña por unos segundos, vio hacia ambos lados en la concurrida calle, los muggles iban con sus portafolios, caminando con prisa, tanta que ni siquiera parecían notar su presencia. Lily no tuvo tiempo de apreciar la hermosa mañana que era o las cosas muggles que tanto le gustaban (como los semáforos, creía que habían pequeños duendes que estaban dentro de esas cosas, controlandolos y cambiando los colores), la niña corrió hacia la izquierda a la vez que la puerta del caldero chorreante se abría y salía la mujer que trató de ayudarla, gritando su nombre.

No sabía a dónde iba, las calles parecían iguales. Se detuvo frente a un letrero que tenía un mapa del área, del tipo "usted se encuentra aquí". Metió su varita en el bolsillo interno de la caperuza que usaba, puso a Newt entre sus piernas y su oso debajo de la axila para tener la mano libre y con su dedo seguir la línea de iba hacia King Cross (ya que con su otra mano mantenía el trapo fuertemente contra la herida en su frente). Para su suerte había corrido hacia el lado correcto de la calle, pero aún estaba diez cuadras de la estación King Cross, ni siquiera sabía qué hora era.

Los Mellizos Potter y la cámara de los secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora