Los Mellizos Potter y la cámara de los secretos

Capítulo 11. La inscripción en el muro

Los cuatro niños estaban estáticos, mirando cómo eran señalados por los estudiantes y los murmullos llenaban el corredor. Hermione se aferró a la mano de Lily, no por temor, si no porque sabía lo impulsiva que podía llegar a ser la pelirroja y no quería que armara más escándalo del que ya había. Entonces un Slytherin mayor abrió su bocota, solo para soltar un comentario igual de venenoso como lo eran todos en la casa esmeralda, bueno casi todos, porque apenas Dianne Lefevre escuchó el ataque directo hacia Lily, no dudó en saltar y ponerse frente a ese estudiante casi 20 centímetros más alto que ella.

- Te reto a gepetirglo -dijo entre dientes, mientras sacaba su varita y lo apuntaba-. Adelante.

El chico retrocedió, aunque era mayor, sabía que si tocaba un solo pelo de la castaña, no solo se arriesgaba a quedarse calvo o algo peor, si no que el padre de esa niña haría hasta lo imposible para que ninguno miembro de su familia volviera a tener algún cargo en el ministerio.

- Eso creí... -gruñó.

- ¿Qué pasa aquí? ¿Qué pasa?

Atraído por el ruido de los estudiantes que ya deberían estar en sus salas comunes, Filch llegó al pasillo, mirando con aires acusadores a todos los niños presentes, hasta que se volteó a los 4 Gryffindors que eran el centro de atención y sus ojos se entornaron en la señora Norris, la pobre gata colada a un lado de las palabras en el muro.

- ¡Mi gata! ¡Mi gata! ¿Qué le ha pasado a la Señora Norris? -chilló. Con los ojos fuera de las órbitas, se fijó en Harry-. ¡Tú! -chilló-. ¡Tú! ¡Tú has matado a mi gata!

- Yo no... -se negó Harry, sintiendo como el conserje estaba por tirarsele encima.

- ¡Tú la has matado! ¡Y yo te mataré a ti! ¡Te...!

Casi por instinto Lily tomó el brazo de Harry y lo hizo retroceder, hasta casi ponerlo detrás de ella.

- ¡Argus!

Había llegado el profesor Dumbledore justo a tiempo, porque Lily estuvo a punto de apuntar a Filch con su varita, siguiendo al director se encontraban varios profesores, abriéndose paso entre la muchedumbre y pasando delante de los cuatro niños para descolgar a la gata de la argolla.

- Ven conmigo, Argus -dijo tranquilamente a Filch-. Ustedes también, Potter, Weasley, Granger y Snape.

Lockhart dio un paso al frente, asustado.

- Mi despacho es el más próximo, director, nada más subir las escaleras. Puede disponer de él -propuso.

- Gracias, Gildorey -respondió Dumbledore.

La multitud le dio paso a Dumbledore que sostenía con delicadeza a la gata, seguido por Filch y Lockhart. Detrás de ellos iba McGonagall y los cuatro alumnos de Gryffindor, a quienes seguía muy de cerca el profesor de Pociones.

Dianne quiso seguirlos pero el jefe de su casa solo tuvo que mirarla para que desistiera, la castaña vio como se llevaban a sus amigos sin poder hacer nada.

Severus se veía serio y no dedicó ni una mirada a su hija hasta ese momento, en el que pasó su mano por sus hombros y apretó un poco. Lily quería decirle que ellos no habían hecho nada, incluso quería contarle sobre la voz, pero la recordó cuando en esa feria muggle le contó que la serpiente le habló y no le creyó, así que desistió.

Lily se sentía un poco culpable, tal vez si hubieran llegado antes, hubieran podido evitar el asesinato de la señora Norris... tal vez. "¡O pudieron haberte matado a ti también!" Podía escuchar claramente la voz de Dianne regañandola por pensar en eso.

Cuando entraron a la habitación hubo un revuelo en las paredes, las pinturas comenzaron a moverse y algunas se desperezaban mientras observaban curiosos a los nuevos visitantes y otros se escondían de las miradas porque llevaban rulos en sus cabezas. Y luego estaban los que reconocieron a Lily de aquella espantosa broma y la miraban con odio por herir el ego y orgullo del verdadero Lockhart. El verdadero Lockhart se acercó a una mesa y prendió rápidamente unas velas, haciéndose a un lado para que Dumbledore pudiera colocar a la señora Norris sobre la superficie pulida y la examinara.