XI. Azucenas.

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Los pasos repetidamente dados en su habitación quizá podrían cavar un agujero de tantas veces que ha ido y venido en la misma dirección. Absorto en sus pensamientos y con el nerviosismo a flor de piel aún y si no ha estado dispuesto a que sus planes se lleven del todo a cabo en una culminación cuyos resultados ciertamente prefiere ignorar por ahora.

Es sábado, un día normal que al mismo tiempo le sienta como ningún otro a sabiendas de que puede convertirlo en un determinante momento si es que está completamente dispuesto a admitir todo y caer de rodillas aunque sea para demostrar que sus intenciones son honestas y que no puede causarle ningún mal a los demás ni a él mismo.

En un intento por pasar saliva para disolver la pequeña bola de nervios que comienza a formarse en su pecho, Harry se da cuenta que su garganta está seca.

Hacer algo al respecto es la primera opción que toma en cuenta y no demora ni un minuto para ponerse en marcha.

El camino a la cocina le hace despejarse un poco de la abrumante sensación de haber estado dando vueltas por su cuarto como un animal enjaulado durante casi quince minutos. Sus botines repican un poco en el piso a cada paso que da y sólo falta abrir su refrigerador para sacar de él un galón de jugo en el que no pierde tiempo en acercar sus labios a la boquilla del envase para atragantarse inmediatamente con su contenido.

Un poco del líquido se le escurre por las comisuras deslizándose hasta la barbilla y Harry decide desacelerar el ritmo debido a que no quiere que el baño que recién tomó haya sido en vano, y, sin embargo, no puede evitar el querer ahogarse en el sabor de la bebida. No sólo porque es delicioso, sino porque tal vez eso logre apaciguar el desenfrene enloquecido del que su corazón ha sido víctima desde hace un par de días.

No ha podido dejar atrás al sujeto que ha charlado con Louis el día que almorzaron juntos en la florería, ni tampoco al íntimo momento que han compartido juntos como si se trataran de algo más que amigos o colegas de trabajo.

El pensamiento que más perdura en él es el de volver el tiempo atrás y ahuyentar al tal Nathan del castaño para dejarle en claro un punto que al momento de recordarlo le hace atragantarse de verdad provocando que aleje el jugo de sí y una ligera tos le haga cubrirse la boca con la mano que aún le queda libre.

Está celoso y el sentimiento de alguna manera no ha abandonado su sistema desde aquella mañana, haciéndolo actuar por mero impulso al acaparar diariamente a Louis de una forma u otra.

Ya fuese con mensajes de texto que en cierto momento se amontonan debido a la cantidad que ha enviado, o con visitas inesperadas a su trabajo que han terminado incluso por incluir a Niall o a Thomas en sus charlas eternas que devoran la tarde con interés, e incluso con pequeños detalles hablados que hacen sonreír al ojiazul al escuchar los halagos y que a Harry le provocan el querer besarle dulcemente bajo la justificación de que es encantador y realmente no hay forma de que resista por mucho el irrefrenable deseo de juntar sus labios.

Pero no lo ha hecho y no lo hará. No hasta que haya tomado ese paso que dé pauta a lo que podría dejar en claro el interés que tiene por Louis, y que evidentemente supera cualquier prospecto para poder escalar a algo que involucre más romanticismo y no un simple trato amistoso.

Porque ya lo ha aceptado.

Le gusta Louis.

Está perdido por él. Por sus diminutas pecas y por sus pestañas largas. Por su sentido del humor y su amabilidad con el mundo. Por su sonrisa y sus labios rosas. Por todo lo que lo compone y por todo lo que le transmite con sólo mirarlo, como si de un milagro mismo se tratase y alguna divinidad le hubiese otorgado el regalo sacro de haberlo conocido.

New kisses ✦ larryOnde histórias criam vida. Descubra agora