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Narrador omnisciente

La fuerte tormenta caía estruendosa, los rayos azotaban las montañas y las gotas de agua golpeaban consecutivamente la ventana de la rubia quien dormía apaciblemente. Bueno, lo más apacible que sus sueños le permitían.

Sus sueños se vieron interrumpidos cuando un trueno impactó con tanta fuerza cerca de la montaña de la academia, que se presentó hasta en los sueños de la rubia, quien despertó de golpe estando sobresaltada y con la respiración acelerada.

Ethel se sentó sobre la cama, ajustó su vista a la tenue luz que únicamente le proporcionaba la luna menguante y vio por la ventana la fuerte tormenta que obstruia su sueño. Cuanto odiaba la tormenta que era una tortura sonora, casi como escuchar millones de almas en pena gritar mientras caen como las gruesas gotas de agua en esa tortuosa tormenta.

A pesar de que la tormenta era para Ethel una tortura que afligia su pensar, para Mildred era como un poema mudo.

La castaña se encontraba en su habitación sin poder dormir, no por miedo o enojo pues ella amaba la lluvia. De hecho ese amor por la lluvia la hacia estar despierta en ese momento, estando en la orilla del día ventana cerrada de su habitación, Mildred apreciaba cada gota de lluvia caer y recitarle los más lindos pasajes sin siquiera mostrar palabra. Aquello le hacia sonreír pues le recordaba a la hermosa y un tanto dolorosa historia palabras de Cori, la cual tan solo se podía leer en español.

Así ambas brujas pasaron la noche en vela, una porque estaba siendo atormentada por el martirio de la lluvia y la otra porque sentía inspiración al ver las gotas de lluvia caer.

Finalmente al amanecer, todas las brujas se levantaron temprano por la mañana para empezar con su jornada escolar. Se asearon, desayunaron y pasaron por la revisión de peinados de Hadbroom para finalmente ir a la clase educación física.

Hoy finalmente irían por el último fragmento y Mildred se encontraba curiosa por saber a que lugar irían ahora ella y la rubia. Asi que mientras las demás brujas corrían, ella se acercó a Ethel y le habló con más confianza. — Oye Ethel, ¿A qué lugar iremos hoy? — preguntó curiosa.

— Hoy iremos por la noche a la torre lunar — Dijo cautelosa la rubia.

— ¿Qué es la torre lunar? — se cuestionó la castaña.

— Te diré después — dicho esto la rubia se dispuso a seguir corriendo como sus demás compañeras. — Y no me hables durante las clases — y continuó corriendo.

A Mildred le pareció un poco rara la fácil irritabilidad de la bruja de listón morado que venía acompañada por sus leves ojeras y todo aquello le hizo querer saber más acerca de la dichosa torre lunar.

Llegadas las ocho de la noche con la luna llena ya en el cielo, Mildred se encontraba en su habitación impaciente por ver a Ethel, estaba por ir a su habitación y preguntarle cuàndo se irían o porqué se irían tan temprano. Aun así la rubia se adelantó y tocó la puerta de la castaña.

Mildred abrió la puerta de su habitación y la tenue luz de la luna que se colaba por su ventana iluminó los ojos y el perfil derecho de su compañera de listón morado. Aquello de alma forma le daba un efecto distinto a la rubia que la castaña no entendía realmente pero que le parecía agradable.

Ethel estaba de pie en el umbral de la puerta con dos capuchas negras.
— Es hora — habló con fría y apacible voz. Mildred tan solo asintió sin hacer ninguna pregunta pues sabía que la rubia no se veía de humor para preguntas o pláticas, Ethel le entregó la capucha. — Pontela y salgamos — .

— Gracias — dijo la joven bruja de listón rojo mientras se ponía la capucha.

Ambas brujas se pusieron las capucha y camianron cautelosamente por los oscuros y frios pasillos hasta llegar al patio frontal. Allí yacían ambas escobas de cada una de las brujas y ambas montaron.

EGOIST-MITHEL LA PEOR BRUJA Where stories live. Discover now