Capítulo 8

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Jueves

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Jueves. Segundo día de trabajo.

Eleanor ingresó al edificio sosteniendo su cartera en su hombro, mientras el café con el nombre de "Markov Industries" le daban ganas de lanzarlo a la basura. Era el colmo que la cafetería que estaba frente a la fachada perteneciera a ese hombre también.

—Buenos días —saludó un hombre en traje subiendo al ascensor.

Eleanor se apartó permitiéndole espacio.

—Buenos días.

Pudo darse cuenta de la rápida mirada que él daba por su rostro, como si quisiera asegurarse no estar viendo a otra persona.

Claro, otro que conocía a su padre y no podría creerse que su hija se estaba metiendo en la boca del lobo.

—Trabajé con Lawson unos cuantos años, y no existió un solo día en que no hablara de usted —soltó de repente tomándola por sorpresa.

Aquella mujer bajó la cabeza sintiendo sus ojos aguarse. Le creía aun sin conocerlo porque el amor que su padre le dio fue la dicha más inmensa que pudo sentir en la vida. Y pese a estar todos los días trabajando jamás se perdió un solo momento importante de su crianza. Estuvo en cada uno de ellos mirándola, guiñándole un ojo con ternura.

Dios, lo extrañaba enormemente, y tan solo pasaron tres años.

—Gracias —susurró mirando sus botas de tacón alto como si fuesen de lo más entretenido.

—El señor Markov también lo conoció, creo que es por eso que usted está aquí ¿No? —giró su rostro hacia ella.

Unos ojos negros y su cabello rasurado, un traje azul que mostraba la anchura de sus hombros, y una escueta sonrisa que resultaba todo menos amistosa.

—Todo aquel que trabaje en este rubro conoció a mi padre. Y si cree que estoy aquí gracias a él, se equivoca —disertó segura de sus palabras.

Su acompañante asintió un poco cohibido.

—Lo lamento, no fue mi intención incomodarla.

—Para nada, a mí no me incomodan simples palabras cuando sé dónde estoy parada. Gracias y que tenga buena jornada —concluyó saliendo del ascensor en cuanto se detuvo en su piso.

Podía sentir la mirada de ese sujeto antes de que las puertas se cerrasen. Le daba igual, era otro bocazas que no perdía oportunidad de querer hacerla sentir una acomodada gracias a su apellido. Y aunque su madre le pedía que se defendiera, no pensaba darle explicación a gente que no conocía y que no le importaba lo que ella hiciera. La única que tenía que estar segura de su lugar, del trabajo que realizó con su pequeño emprendimiento, era ella. Los demás que pensaran que su padre le calentó una silla en ese rubro.

—Buenos días —saludó a su secretaria.

—Señorita Lawson, buenos días —respondió acomodando sus gafas.

Obstinado poder © (Markov I)Where stories live. Discover now