Cinco

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En la mañana abundaba en silencio, los primeros rayos de sol colandose por las ventanas, y cabello pelirrojo revuelto por las almohadas y la cara del castaño

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En la mañana abundaba en silencio, los primeros rayos de sol colandose por las ventanas, y cabello pelirrojo revuelto por las almohadas y la cara del castaño.

Unas pequeñas pisadas se oían por el pasillo. Eran lentas, como si quisieran causar el menor ruido posible, aunque las risillas de un albino y los regaños del pelinegro los delataban.

Hace apenas una semana, los bebés de un año, habían crecido lo suficiente para tener el cuerpo de niños de tres años.

Dazai había intentado buscar un patrón en los ritmos de crecimiento, pero estos eran muy variables. Lo único que era seguro era que ambos crecían al mismo tiempo y en la misma medida.

Hace unos días, Ranpo les había dado a probar "el desayuno más delicioso del mundo": las galletas con leche.

Desde ese día, los niños intentaban cada mañana desayunar galletas con leche, pero cada vez eran detenidos por Chuuya diciendo "que no era un desayuno saludable".

"Pewo Danpo-san dijo que el desayuna eso cada día" dijo Atsushi, tratando de convencer al pelirrojo.

"Por eso Ranpo se va a morir antes, porque no come bien". El albino jadeo con sorpresa.

En un segundo, cambió su gesto sorprendido a uno determinado. 

"Le voy a deci' que coma más sawuwable"

El orgullo de Chuuya duró poco cuando, al día siguiente, vio a ambos niños en la cocina tratando de abrir un paquete de galletas.

"¿Qué te había dicho sobre las galletas como desayuno?" regaño Chuuya con brazos cruzados.

"Es que, saben muy wicas" se defendió.

Hoy volvían a intentar lo que en días no habían logrado: conseguir galletas. Los niños procuraban levantarse temprano para escabullirse por la cocina, para su mala suerte, la hora en la que se levantaban era la misma en la que la alarma de Chuuya sonaba.

Pero esta vez sería distinto, Akutagawa había observado y había aprendido. Cada vez que se levantaban, el sol ya había iluminado por completo la habitación. Así que Ryuunosuke decidió levantarse cuando el sol a penas iba saliendo, el pelinegro no lo admitiria, pero de verdad le habían gustado esas galletas de animalitos.

Se levantó de su cama (que seguía siendo su cuna pero con las barandillas más pequeñas) y aventó su peluche de oso a la cara del albino, este se levantó de un salto, volteando a todos lados buscando peligro.

"¿Qué?" preguntó más calmado Atsushi.

"Vamos por galletas" susurró.

La cara del pequeño tigre pasó de una cara somnolienta  a una determinada

Se dirigieron a la puerta, y colocaron algunos libros de cuentos que Kunikida les había regalado, y los colocaron frente a la puerta. Atsushi se subió en ellos y parado de puntillas alcanzo la manija y logró abrir levementa la puerta.

Padres Temporales | SoukokuWhere stories live. Discover now