Un hombre peligroso y otro prohibido.
Danisa Jansen ha tenido el privilegio de probarlos a ambos. Y, al mismo tiempo, ese privilegio se transformó en dolor.
Hoy, ella cuenta su historia a través de un libro, un libro que ha llegado a manos de ambos...
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El avión entró en turbulencias nefastas una hora después de emprendido el viaje. Prácticamente saltaban en los asientos.
― Conserven la calma.
Dijo Brandon, todos estaban en silencio. Bastian que iba sentado un poco más allá de Martin le habló.
― Oye, esto será bueno para el Dr. Blake.
Susurró, y Martin lo observó confundido.
― ¿No lo ves? Estamos saltando solos y sin esfuerzo, como debe estar saltando Jared sobre Damián.
Bruno y Danisa se cubrieron la boca para no reír. Gerónimo se agachó para que nadie lo observara. Martin estaba rojo.
― Te voy a cortar el pene, mocoso.
― ¿A mí por qué? Si el que está caliente con tu marido no soy yo.
― No le hagas caso...
Gerónimo, controlando el ataque de risa, y recuperando la compostura, buscó brindar calma.
― Este viaje se ha tornado eterno.
― No me lo digas a mí, es como si cada vez nos alejáramos un poco más...
Suspiró Gerónimo con resignación.
El movimiento era tenebroso, Martin cubrió la ventanilla para dejar de observar los rayos que cubrían el cielo.
Dos horas más tarde, el aeropuerto de Myanmar estaba a la vista.
― Estamos llegando.
Dijo el sacerdote y respiró.
― Preparen sus mochilas, amigos. La diversión comienza.
Agregó Brandon, esperando finalizaran los últimos minutos de vuelo.
En la cabina, Damián respiró después de estar 2 horas soportando insinuaciones. Gracias a Dios por las turbulencias, al menos, eso le había quitado a Jared tiempo para decir estupideces.
Una vez que el avión aterrizó, Damián se puso de pie.
― Bueno, fue un gusto conocerte Jared.
El tipo sacó una tarjeta de su bolsillo.
― Mi número. Quizás pueda enseñarte algunas cosas placenteras.
― Placer y sexo es lo que me sobra en la vida. Lo lamento, no estoy interesado.
― Vamos, Dr. Blake, dime si no he encendido la curiosidad en ti.
Y la verdad es que tenía razón, pero, Jared, en su soberbia, había entendido todo mal.
― Sí, debo confesar que has llenado mi cabeza de muchas ideas. Ideas deliciosas que disfrutaré con mi esposo.
