Capítulo III. David.

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-Demos gracias a Dios podemos irnos en paz, nuestra misa a terminado-

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Un chico se encontraba entre la multitud de la iglesia, con su mano tomaba la de una joven mujer que vestía muy impecable, se daba a resaltar entre las demás mujeres que iban y su muy bien tallado cuerpo llamaba la atención. El joven lucía con un porte masculino e intelectual bastante notable, sus lentes brillaban debido al sol y sus zapatos de charol estaban relucientes debido al bien cuidado y limpieza.

Era una pareja bastante peculiar, y a la vez interesante.

-Podrías dejar de ser tan terco amor mío, es bueno a veces escuchar la opinión de los demás- Decía ella mientras caminaba con destreza sobre sus tacones y tomaba su brazo.

-Una mujer no podría entenderlo, mucho menos una mujer cómo tú, eres una ofrecida- Apartó su brazo y caminó viendo al frente -No creas que no me doy cuenta que a mis espaldas otros hombres intentan cortejarte- Con un tono molesto.

-Agh, no es mi culpa tener cuerpo de diosa... Además ¡¿Cómo mierda esperas que no ande coqueteando si mi novio está estudiando todo el maldito tiempo?!- Dijo y de cruzó de brazos. -Ya sé, tu y yo deberíamos tomarnos un tiempo, cuando te dez cuenta de la falta que te hago vendrás de rodillas por mí, sabes perfectamente que nadie coge como yo y eso te encanta- Dijo con una risa maliciosa -Hasta luego papi- Finalizó y se fue caminando moviendo sus caderas, claramente llamando la atención de varios hombres cercanos.

El chico gruñó molesto, negó son darle importancia y siguió caminando mientras tomaba su teléfono.

-Ya voy para allá, vine a misa con mi mujer, pero llegaré a tiempo-

-Un momento... ¿A misa? Pero que mierda ¿A qué fueron?- Decía una voz al otro lado del teléfono.

-Mi madre me obliga, no tengo otra opción... Llegaré en 10 minutos, diles que esperen otro poco- Dijo antes de terminar la llamada.

Un hombre que vió todo desde el campanario de la iglesia sonrió de forma maligna, mientras la chica linda y el joven intelectual se alejaban.

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-Y con eso termino mi exposición, muchas gracias por su atención- Dijo el joven apagando su computadora al frente de un salón lleno de maestros.

-Es exelente como siempre David... Eres un alumno destacado y excepcional- Dijo uno de ellos orgulloso.

-Me pareció un trabajo muy avanzado como para tener tu corta edad, te felicito- Mencionó una profesora.

Y así fueron llenando de halagos al joven prodigio, que aunque solo tenía 19 años, ya conocía muy bien todo el campo de la física, química e incluso astrofísica, y trabajaba para dar más aportaciones al mundo y a la ciencia.

El joven David se sentía imparable, amaba lo que hacía y era impecable en absolutamente todo... Hasta que

-A mi me pareció una basura- Dijo el hombre más mayor de la sala. -Esta bien definido, pero por Dios, ese trabajo pudo hacerlo un niño de secundaria, esperaba más de usted- Se levantó y salió apoyándose de su bastón.

David quedó paralizado, no podía creerlo, el sentía la necesidad de que a todos les debe gustar su trabajo y a todos debían quedarle claro quién era el mejor. Entonces salió rápido y se paró frente a aquel señor.

-Que le quede claro algo maldito viejo, yo soy David, y seré el hombre más exitoso que usted pueda imaginar ¿entendió?- Dijo -Soy el mejor, no tengo la culpa de que usted no tenga la vida que quiso y que sea infeliz- Sonrió y caminó al salón de nuevo.

Al señor le impresionó su acto, solo salió y río fuerte.

-Es él hijo mío, no podemos dejar que nuestro hermano manche el reino de Dios de esa forma- Dijo al salir.

-Lo sé padre Alfredo... Haré su voluntad, no fallaré- Le sonrió mientras caminaba fuera del instituto.

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David estaba por fin en casa, su departamento estaba muy limpio y ordenado, mientras él guardó su traje junto a sus zapatos, se puso su pijama y se recostó en el sofá para leer un libro titulado “Breve historia del tiempo", mientras Dios, lentamente se acercaba a él.

Toc, toc, toc

Sonó en la puerta.

Él rápidamente se levantó y caminó para abrir.

-Buen día David, ¿me permite pasar?- Dijo el seminarista.

-Buen día, ¿Quién es usted? Recuerdo haberlo visto hoy en la iglesia-

-Asi es, soy un seminarista y tengo algo muy importante que hacer-

-Lo siento mucho, no tengo tiempo para escuchar la palabra de Dios o lo que sea, tuve un día pesado y quiero descansar- Dijo cerrando la puerta, pero algo se lo impidió.

-Crei que Martha quería que usted escuchara a los demás...- Dijo con su pie en el marco de la puerta sonriendo.

David lo vió confundido, y accedió a que entrara.

-Ella es una buena chica... Mi novia es un poco loca, pero la quiero... Solo lo hago por ella- Se sentó -¿Que es lo que quiere padre?-

-Quiero que el mundo de mi señor sea puro y perfecto Lucifer, por eso estoy aquí... ¿Puedo servirme un poco de agua?-

-Claro, y ya comprendo, necesita a alguien perfecto... Por eso está aquí-

-Exactamente- Dijo sonriendo mientras se servía agua y hacía otras cosas en la cocina. -Podría mantener contacto con usted, se dónde trabaja- Mencionó y bebió el vaso con agua.

-Con gusto, si quiere algo sabe dónde encontrarme- Se levantó y estrechó sus manos. -Esta en su casa, vuelva cuando guste-

-Muchas gracias, hasta luego elegido de Dios- Salió sonriendo y caminó.

David buscó por toda la cocina algo extraño, cámaras, micrófonos, sustancias, armas, pero no encontró nada. Entonces decidió tomar un café, se sirvió y mientras tomaba buscó si celular para llamar a su amada, sin embargo sintió un grande dolor en su estómago que después de un rato se volvió insoportable, luego tiró el café y cayó al suelo gritando de dolor esperando ayuda, en cambio, no logró nada.

-Dios es el amor, la verdad... Y la vida-

Siete Caminos Al InfiernoWhere stories live. Discover now