Capítulo VI. Mona.

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-Mona, ¿Porque quieres todo ésto? Ni siquiera lo necesitas, no puedes tenerlo todo- Decía una pequeña niña.

-Hija, una niña estúpida como tú no podría entenderlo- Decía viéndose al espejo con un vestido negro ajustado. -Me lo llevaré, se ve hermoso ¿Cierto?- Le preguntó feliz.

-Si, pero tengo hambre, ¿Podemos irnos ya?- Dijo mientras hacía un puchero.

-¡Ya sé! ¡Cálmate de una vez! Podrías apoyarme de vez en cuando ¿Si?-

-Como digas madre- Dijo mientras si estómago sonaba.

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-Mona, tu pobre hija y tú han vivido solas, sin amor, sin dinero, debió ser muy difícil... ¿Cómo pudiste seguir adelante?- Le preguntaban en una entrevista, pues su trágica historia era la de una madre soltera, criando a su hija dando todo de sí misma, sin ayuda y olvidadas, o eso era lo que quería dar a conocer.

-Asi es... Mi niña es mi motivación, mis ganas de levantarme cada mañana, no podría vivir sin mi pequeño ángel que Dios me a dado- Decía sonriendo abrazando a la pobre niña.

Desde un cuarto humilde las veían día hombres analíticos, sin embargo, uno de ellos estaba convencido de que era un vil engaño, y se haría cargo de eso.

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Toc, toc, toc

Se oía en la puerta de una casa aparentemente humilde, dónde una mujer se encontraba leyendo cartas de personas que lamentaban su situación y le regalaban dinero en muestra de lastima para que cuidara a su hija.

-Mami están tocando la puerta- Decía una niña que peinaba a su muñeca.

-Ya lo sé, ya voy- Contestó mientras sacaba dinero de los sobres, lo guardó y fue a abrir.

-Lindo día señorita Mona- Dijo un joven religioso frente a la puerta sonriendo -¿Me permite pasar? No sabe cómo lamento su situación, vengo a proponer algo que le ayudará-

-¿Usted? Ja, lo siento mucho pero aquí no creemos en Dios, buen día- Dijo cerrando la puerta.

-Crei que su niña era un ángel que Dios le había dado... ¿Acaso me equivoqué?- Dijo sorprendido deteniendo la puerta.

Mona se arrepintió de lo que dijo, lo dejó pasar y le ofreció alguna bebida, al decir que sí fue a la cocina dejándolo solo con su hija.

-Hola nena- Se agachó sonriendo -¿Cómo te llamas?-

-Ingrid... ¿Quién es usted?- Preguntó curiosa.

-Soy un misionero de Dios, vine para que no sufras más- Sonrió. -En tu jardín... ¿Hay piedras grandes?-

-Muchas, pero no puedo salir a jugar nunca- Contestó triste.

-Podrás salir más tarde a jugar, lo prometo- Dijo y fue a la cocina.

Mona estaba sirviendo té con alguna rara sustancia que se disolvía en el fondo. -Asi que, ¿Cuál es su tan esperada solución para nosotras?- Preguntó algo sarcástica mientras le entregaba la taza de té caliente.

-¿Podríamos salir al patio por favor? Y muchas gracias- Tomó el té y caminó, sin embargo nunca le dió un sorbo.

Mona lo siguió, cerró la puerta y lo miró molesta. -¿Ahora que? ¿Vamos a rezar acaso?-

-No señorita, solo quiero llevarla a dónde merece, pues Mammon a tomado lugar en su vida y no permitiré que siga- Dijo mientras dejaba caer su taza de té y tomó una piedra -Su camino conduce al destino que eligió, y le advierto que no podrá regresar lamentablemente-

-¿Q-que clase de cosas está diciendo? ¡Deje las estupideces por favor!- Dijo y corrió intentando abrir la puerta. -¡Ingrid abre rápido por favor!- Tocaba la puerta desesperada.

Su hija solo la veía sería negando, abrazó a su muñeca fuerte y se volteó ignorandola.

-Tendrás el honor de morir como Matías, te deseo un buen camino... Mujer idiota- Dijo mientras comenzaba a arrojarle piedras de gran tamaño con toda su fuerza, lentamente le quebraba los huesos, el cráneo, la desfiguraba, hasta que su voz no dió más gritos y cayó tumbada al suelo, muerta.

El religioso bendijo su cuerpo, entró de nuevo y antes de salir miró a ls niña sonriendo tierno. -Si gustas, eres libre de salir a jugar- Dijo antes de salir.

Ingrid vió el cuerpo de su madre, sonrió y se puso a jugar en el patio.

-Siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor.-

Siete Caminos Al InfiernoWhere stories live. Discover now