Capítulo 8.

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—Vamos. Esto te ayudará a despejarte, lo prometo. 

Sophie estiro su mano y me jalo más cerca de ella. Cuando estuve a su lado pasó su brazo sobre mis hombros, y esbozó una sonrisa de oreja a oreja. Gruñí. No sé cómo demonios lo hacía, todas las mañanas se hallaba de buen humor, se mostraba radiante y efusiva. Y, lamentablemente, no había manera alguna de que eso me sucediera a mi o de que—al menos—su estado anímico se me contagiara.

En lo que a mí concierne, aun me encontraba pegada a la almohada (en sentido figurado, claro está). El fin de semana intenso que pasé justificaba porque me había costado tanto abrir los ojos aquel lunes a la mañana. Para mí, madrugar era el peor de los castigos. Mejor dicho,, madrugar para ir a clase de educación física era el peor de los castigos. 

—¡Vamos, Juls! No seas perezosa. 

Giré mi cabeza para ver a Eileen que vociferaba, desde detrás de nosotras. Rodee mis ojos ante su comentario. Apresuró el paso para alcanzarnos, y cuando se posicionó a mi costado, enganchó su brazo con el mío. No le costó adaptarse al ritmo de nuestra caminata.  

Cuando estuvimos en las gradas, me deshice del agarre de mis amigas. Coloqué mi mano sobre mi frente en forma de visera para apartar el brillante sol de mis ojos, y así poder observar mejor el entrenamiento que Ben, junto a su equipo, llevaban a cabo sobre las grandes canchas de la Universidad. 

—Bien. Hagamos esto—motive, colocando las manos sobre mis caderas. 

De algún modo, Eileen y Sophie me convencieron de ingresar en el equipo de animadoras. Una vez que les conté lo desastroso que acabó mi encuentro con Louis, llegaron a la conclusión de que necesitaba hacer algo—literalmente—para apartar de mi mente todos los pensamientos que con él tienen que ver. Las clases más el trabajo—y, para entonces—el entrenamiento con el equipo de animadoras, iban a consumir todo mi tiempo. Apenas iba a tener espacio para saciar mis necesidades básicas. Lo que nos lleva a que: dejaría de pensar en Louis, por el simple hecho de que no iba a tener tiempo suficiente para hacerlo. De ese modo, entonces, lo iba a superar. Un plan, bajo mi punto de vista, sumamente factible 

Eileen, como capitana, reunió al resto del equipo. Una vez que nos tuvo a todas juntas comenzó con el estiramiento previo, el básico antes de cualquier actividad física. Si bien jamás había considerado unirme al grupo de porristas, en ese momento la idea de estar dentro me gustó. Algo en animar me resultaba entretenido y, era cierto, despejaba la mente. 

En un momento determinado, mientras repasábamos la rutina una, y otra, y otra—y miles de veces más—Ben se detuvo un segundo a observar y saludar. Le regalé una sonrisa y estiré mi mano para saludarlo también. Él me sonrió de regreso, con el rostro sorprendido. Seguro tenía que ver con la extrañeza de mi gesto. Generalmente cuando nos topábamos, yo no hacía otra cosa más que rodar los ojos. Él se había vuelto tan insistente, por así decir, que yo había optado por dejar de saludarlo con simpatía. Después de todo tampoco quería alimentar sus ilusiones respecto a “nosotros”. 

Sin embargo, aquel día, se sentía diferente. Yo, particularmente, me sentía diferente. 

—Juliette, no te distraigas—Regañó Eileen lanzándome una mala mirada. 

—Lo siento—me disculpe, tratando de retomar los movimientos y de ocultar mi sonrisa. 

+++ 

A la hora del almuerzo, nos lanzamos a descansar sobre el césped que conformaba el gran campus de la Universidad,  bajo el escaso—pero cálido—calor del sol del mediodía. Zoe devoraba su sándwich a la vez que trataba de contar una anécdota de la semana. Lo que más nos hacía gracia, en realidad, era su falta de capacidad para comer y hablar a la vez. 

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⏰ Última actualización: Mar 28, 2015 ⏰

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