Capitulo 3.

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                                                                           tres

A ese punto mis ansias, y mis nervios, eran tan amplios que apenas podía hablar con claridad. En la visita inesperada que Ben nos hizo—la semana pasada—encontré la solución a mi problema.

Por primera vez, en años, me veía tan entusiasmada con un proyecto como lo estaba con aquel. No era para menos, no solo veía aquello como una oportunidad para mi carrera de periodismo, sino que a su vez, lo veía como una experiencia innovadora y útil para los planes que tenía preparados para mi futuro.

—Espero no arrepentirme de esto—mi madre bajó la taza de té que estaba tomando y me observó con ojos entrecerrados.

—Todo irá perfecto, Natalia—Me quité el cabello de la cara y le sonreí, tratando de transmitirle serenidad—el sábado por la mañana estaré aquí, junto con la dichosa entrevista.

Ella suspiró y me alcanzó las llaves que había estado buscando. Le agradecí, para luego saludarla fugazmente, si llegaba tarde al Aeropuerto el equipo de fútbol se marcharía sin mí.

Me había costado demasiado conseguir el lugar junto al equipo, y al igual que la autorización. No iba a perderla por una estupidez como lo era el ser impuntual.

El entrenador se había mostrado reacio en primera instancia cuando le comenté nuestra necesidad—mía y de Zoe—de realizar el viaje a Los Ángeles, junto a ellos. A parte, era la única manera que conseguiría de viajar. Mi madre no me hubiese dejado ir, jamás, sin el acompañamiento de un mayor “responsable”

—Señorita Queen—saludó, aún no del todo convencido con mi viaje, el entrenador del equipo: James—justo a tiempo—observó su reloj de muñeca, para luego permitirme el pase al avión.

Zoe llegó segundos después. El aeropuerto para aquel viernes a tan tempranas horas, estaba bastante poblado. Ella me saludó animada, dándome a entender que no era la única que estaba entusiasmada por esa noche. Le sonreí abiertamente.

—No te olvides de nuestro arreglo, Juls—Ben me guiñó el ojo cuando pasó por el corredor y me notó acomodada en uno de los primeros asientos. Le respondí con un suspiro.

—¿Qué demonios fue eso?—comentó Zoe, quien no había dejado pasar por alto el poco sutil comentario de Benjamín.

—No tengo idea—Me encogí de hombros mientras buscaba en mi iphone alguna aplicación con la que pudiera mantenerme entretenida durante  las dos horas que durara el viaje—Tu conoces a Benjamín, nunca se le entiende lo que dice—entonces reí, para alivianar el ambiente.

Por irónico que sonase, ya saben, jamás había sido tan buena mintiendo, era uno de mis tantos defectos.

Lo cierto es que si había entendido el comentario de Ben. Como había dicho—y reitero—me había costado mucho conseguir aquel pase. Lo único que deseaba era que todo aquello valiera, mínimamente, la pena.

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—Así que de este modo luce Los Ángeles—comentó Zoe mientras se subía al autobús que aguardaba por nosotros a la salida del aeropuerto LAX. Quitó los grandes anteojos de sus ojos, y los colocó sobre su cabeza.

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