Antes incluso de despertar, Samantha ya estaba pensando.
El sueño la iba abandonando despacio, como una sábana que va escurriendo por la cama, destapándote, hasta caer del todo al suelo y el viento de la mañana te acaricia el cuerpo, te desvela y te trae de vuelta al mundo consciente.
En su caso no hubo sábana alguna, pero el velo del sueño se fue haciendo cada vez más traslúcido, dejando entrar la luz de un nuevo día a través de sus párpados, sacándola de la película que veía en sueños y de la cual se perdió el final. Se dio la vuelta en la cama al sentir los rayos del sol en la cara y buscó una postura en la que intentar alargar el sueño y no tener que enfrentarse a la realidad que le esperaba ese día.
El beso de Flavio seguía candente en sus labios, en su lengua. Lo seguía sintiendo, aunque fuera imposible. Todavía podía saborear su saliva, el tacto suave de sus labios, cuidados, de la barbilla del chico arañando ligeramente la suya aunque se hubiera afeitado por la mañana. Las manos en sus caderas, en su cuello, en su espalda.
Abrió los ojos y miró la pared blanca del dormitorio, con la cara medio hundida en la almohada y la larga melena rubia desparramada por ella. Había sido un buen beso, uno que ni siquiera se había dado cuenta que anhelaba hasta que lo habían hecho, y pensó en Estela dándose cuenta mucho antes que ella. ¿Tan evidente era? ¿Tan transparente resultaba Samantha para sus amigas? ¿Tenía derecho a querer besar a otra persona?
Se lamió los labios pero lo hizo pensando en Rubén. Flavio sabía distinto. Hacía años que nadie la besaba como la había besado él, con generosidad y sobre todo con un deseo que todavía no entendía cómo se había quedado sólo en los labios. Los besos con Rubén se habían convertido en rutinarios: el de por la mañana antes de ir a trabajar, el de por la noche al volver, y las cuatro caricias antes de un sexo rápido y satisfactorio para un total de cero personas. Pero se había acostumbrado a que tenía que ser así. Después de tantos años de relación, entendía que el amor iba mutando y no podía ser siempre ardiente y despampanante, y tampoco le apetecía. Pero ahora, sabiendo todo lo que sabía, no podía hacer otra cosa que confiar más en su instinto, en el que le llevaba meses diciendo que los besos distraídos de su pareja poco tenían que ver con los años que llevaban juntos. Nadie empieza a besarte distinto de la noche a la mañana, ni el deseo desaparece como el que corre una cortina.
Se había acostumbrado a no sentirse deseada y a conformarse con una relación de desayunos y cenas compartidas, como si ya estuvieran casados sin estarlo, ocupados cada uno todo el día en sus negocios. Se había acostumbrado a no hacer esfuerzos por sacar tiempo de donde no lo tenían, porque Rubén tampoco lo hacía, y se conformaba con verla por las noches, meterle mano por dentro del pijama y lamerle el cuello como un perro callejero mientras la follaba de espaldas.
¿Se merecía ella otra cosa? ¿Cómo te autoconvences de aspirar a más cuando llevas tanto tiempo acostumbrándote, conformándote, contentándote con tan poco y tan malo? ¿Cómo asimilas sin sentirte culpable de alguna forma, que alguien pueda sentir por ti el deseo que ha desaparecido de ti misma? ¿Cómo admites, ni siquiera un año después de que tu pareja haya destrozado tu vida, que por primera vez esa noche te has dormido pensando en otras manos, otros labios y otra sonrisa?
No lo asimilas, ni lo admites.
Se levantó de la cama y acudió a la ducha. Al incorporarse, sintió que la cabeza le daba vueltas y los oídos le dolían todavía del ruido de la noche anterior. Se miró al espejo y el pelo era un desastre, pero la cara estaba todavía peor porque no se había desmaquillado al acostarse, quedándose dormida sin darse cuenta. El labial seguía intacto, algo corrido en los bordes, pero soportando el paso de las horas con estoicidad. Entró a la ducha con el gel desmaquillante y se permitió unos largos minutos bajo el agua para una reflexión que no iba a llegar a ningún lado.

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La Luz de Grecia.
FanfictionDespués de un desengaño amoroso que hace temblar los cimientos de la vida de Samantha, sus amigas la convencen para olvidarse de todo en unas vacaciones bien merecidas. El lugar escogido, de casualidad, será Grecia, donde conocerán a alguien que vol...