Ahora eres mía― Estaré aquí en dos horas, mamá.
― Deja de llorar, pareces una niña de diez. ―refunfuñó Jack entrando a la cocina con aires de insuficiencia.
― ¡Por favor, mamá! ―gimoteé―. No lloverá en dos horas, ¡Por favor! ¡Por favor!
― Si tu padre llama...
― Mamá, déjala que haga lo que quiera. ―dijo Jack―. Si llueve y no llega papá no le dará las llaves del Camaro de nuevo. ―lo miré con los ojos entornados y él le dio un mordisco a su tostada.
― Pero, yo me meteré en problemas con Noah. ―se defendió ella.
― Cuando empiece a llover yo estaré aquí. ―prometí―. ¡Mamá!
― Está bien, Santo Cielo. ―se rindió mi madre y yo sonreí victoriosa.
― ¡Gracias! ―la abracé de lado y luego corrí hacia la salida―. ¡Volveré en dos horas!
Dos horas.
― ¡Mami! ―chillo abriendo mis ojos con intensiones que mi desesperación sea aliviada con la presencia de mi madre, pero la realidad me golpea con fuerza. Miro mi alrededor y observo que estoy sentada en medio de mi nueva cama y Haziel está acostado en la orilla con semblante curioso.
― ¿Soñaste con tu madre? ―me pregunta sin dejar de ver hacia el techo.
― ¿Por qué estás acostado en mi cama?
― Tienes que responder primero antes de hacer una pregunta.
― Sí, soñé con ella. ―respondo y al instante sacudo la cabeza―. No, no fue un sueño, fue un recuerdo. ―él gira su cabeza y me mira.
― ¿Un recuerdo?
― Un recuerdo exacto. ―dejo caer mi espalda en el colchón y suspiro―. Le di un abrazo y le dije que sólo estaría fuera de casa durante dos horas. ―susurro recordando aquel momento―. Le dije que volvería en dos horas...
Por alguna extraña razón no quiero llorar.
― Te debo algo. ―me dice y lo miro de reojo. Aún está mirando hacia el techo. Tiene sus manos posadas en su abdomen.
― ¿Qué?
― Dije que si ganábamos... ―mi corazón se acelera―. Te dejaría verlos una última vez y que dejaría que te despidieras.
― Eso... ¡Eso es genial! ―chillo alegre.
― ¿Tienes algún plan para que eso suceda sin levantar sospechas? ―mi sonrisa se esfuma.
― Oh... ¿Las Jerarquías no pueden enterarse?
― Nadie puede enterarse. Nadie. Ni Bered.
― ¿Piensas que tengo mucha confianza con Bered? ―me ofendo―. Después de lo que me hizo ya no es digno de merecer mi amistad.
― Pidió perdón.
― No sé si sabrás, pero no soy un ángel bondadoso, soy humano, un humano rencoroso. ―él asoma una sonrisa.
― Como sea, nadie puede enterarse, por lo cual no podemos hacerlo ahora.
― ¿Cuándo?
― No me presiones, debemos esperar algunos días.
― Probablemente mis padres se mueran de angustia.
― Niamh, sólo di tu plan. ―dice enfatizando las últimas palabras.
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Deseo de arcángel [+18]
FantasyPara Niamh Browne un reto siempre era aceptado. La curiosidad era parte de su esencia, y también no dejarse dominar por nadie. Todo ello se juntó él día de su décimo noveno cumpleaños cuando tiene un accidente y es salvada por un ser celestial que l...