Capítulo 67

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El Arco de la Vida

Una vez... en medio de mis inspecciones por las habitaciones de Haziel vi el mapa de su último piso subterráneo. Hay un túnel que lleva directo hacia el norte de la morada, saliendo casi a las cascadas del Jardín más grande de Haziel. Ese es el rumbo que creo llevar hasta que alguien entra en mi mente.

¡Niamh! ―grita mi arcángel en la mente pero no le respondo. Mi miedo no me lo permite, estoy petrificada hasta la médula y lo único que hago es correr como una desquiciada. ¿Qué hará cuándo vea que tengo la ropa que llevaba el día que él me rescató?

Miedo, lo que se supone debo dominar me domina a mí.

Corro por los pasillos casi oscuros del último nivel subterráneo de la morada de mi arcángel. Las lágrimas no paran de salir y controlo el temblor de mis piernas de gelatinas. Alcancé a colocarme las zapatillas pero creo que saldrán volando si tropiezo.

¿Sabía que podría pasar? Sí, pero no tan pronto. Todo esto sólo me da náuseas porque no sé qué hacer. No sé qué pasará conmigo, debí haber escapado aquel día, o quizás... si Haziel no hubiese llegado Jared me hubiese regresado a casa, sino ¿Por qué me obligaría a colocarme esta ropa? ¿Qué hay detrás de eso?

― ¡Soy una estúpida! ―sollozo en un jadeo descontrolado y giro a mi derecha casi patinando sobre el piso de mármol.

No dejo de correr hasta llegar al final de mi destino. Interminables escalones hacia arriba. Hacia donde probablemente estén esperándome si Haziel no llega a ese Arco de la Vida.

Si voy estoy condenada y si no voy también. Es como ser una oveja, si voy al matadero muero, si me quedo... vendrán por mí y me matarán igual. Es como si ya mi destino estuviese dicho, pero por ellos, no por mí.

Me pego contra la pared intentando controlar el llanto, es lo único que no quiere obedecerme.

― Vamos... ―digo tomando respiraciones rápidas y me seco los mocos con el dorso de mi mano derecha―. Vamos, Nia, tú puedes... tú puedes llegar, él estará esperándote... ―quiero convencerme de ellos pero mi llanto se intensifica cuando escucho el sonido de un trompeta más fuerte.

Tengo miedo.

― No puedo... ―mis piernas tiemblan y caigo de rodillas en el piso intentando controlar mi llanto con todas mis fuerzas de voluntad―. Estoy congelada, tengo miedo... tengo miedo... ―me abrazo con fuerza y cuando siento lo caliente de mis manos las miro.

Están temblando, pero hay algo más. Parecen tener una leve luminiscencia debajo de la piel, como si mis venas tuviesen luz propia. Una luz que mirándola encima de la piel es naranja. Esta se apaga y a los dos segundos aparece levemente. En ambas manos.

― Fuego de arcángel. ―susurro y las soplo para ver un vago humor salir, como si hubiese soplado madera recién apagada.

No soy tan débil. El problema es si puedo creérmelo completamente. Puedo bloquear todo... puedo engañarlos. Soy una guerrera... una guerrera de renombre.

― Sí puedo. ―me digo a mí misma tratando de convencerme―. Sí puedo... debo poder o estaré acabada.

Un minuto después estoy subiendo escalón por escalón con el corazón en la mano. Convenciéndome que puedo engañarlos una vez más. Al salir a la luz del sol siento que mi voz no saldrá así que tomo una profunda respiración y grito con todas mis fuerzas―: ¡HAZIEL!

Espero a que él llegue y doy un par de pasos antes de que él aterrice. No me da tiempo de decir más nada porque me abraza con fuerza como si quisiera unirme con él.

Deseo de arcángel [+18]Where stories live. Discover now