Capítulo 1

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Mi nombre es Ailati Oda, tengo veintiséis años y soy doctora, hija tercera de cinco

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Mi nombre es Ailati Oda, tengo veintiséis años y soy doctora, hija tercera de cinco. Mi familia junto a mis amigos en mi vida, siempre encuentran la manera de aventurarme a lo nuevo. En mi adolescente no me importaba destacar, prefería más demostrar mi personalidad a personas cercanas a mí. Además tampoco destacaba en mi físico, tenía algo de sobrepeso pero era algo que hoy en día considero adorable. En mi círculo de amigos siempre hacíamos debates sobre nuestro entorno y cuando estábamos en mi casa mi padre se unía. El siempre decía que era novedoso que los jóvenes se interesen en el pasado y en temas actuales. A veces, teníamos problemas por dar nuestra opinión, ya que éramos más neutrales que permanecer a un solo ámbito.
En mi cumpleaños numero seis me regalaron al señor Sweet. Un conejo de felpa de un metro setenta, que siempre estaba conmigo y escuchaba todo, mis aventuras, enojos con amigos, todo lo que se podría escribir en un diario.

Actualmente llevo una vida movida, trabajar en el hospital y más de guardia suele tener momentos buenos o malos. Para poder tener una mejor resistencia estuve trabajando en mi salud tanto mental como física, sino estaría loca por esos niveles de estrés que uno acumula con el tiempo y responsabilidades. Pero lo que me decepciona es mi estatura, sigo teniendo un metro sesenta y cinco. Tenía pensado que esta noche, luego de una jornada extensa en el hospital de la ciudad - les aclaro porque tengo días que trabajo en hospitales de pueblos - me iría a casa y descansaría viendo alguna película según me indique el azar.

Al salir del hospital se aprecia una hermosa luna llena, cuando era niña pensaba que en noches así aparecían los hombre lobos y buscaban a su mate o luna. Pero sé que esas cosas en esta realidad no pasan. Sólo están impresas en papel, dándonos la esperanza que algún hombre se obsesione de nosotros y nos haga mil cosas en la cama. Aunque es preferente una obsesión sana qué una peligrosa, cómo en esos manwhas BL donde se llega muy lejos. Pero porque siempre a los malos son tan sexys, son un peligro y no solamente visualmente.

Suspiro – Tengo veintiséis años, soltera y colada por   Shanks, ese hermoso pelirrojo – Me sonrojo, al decirlo en vos alta. Justo al lado mío habían pasado un chico en traje. Acelere el paso mientras me repetía mentalmente Tragame tierra, y ustedes dirán "no te sonrojes Ailati, no era de él de quién hablabas", pero chicas ese chico era pelirrojo y muy guapo, un moja bragas.
Expresarme así me recuerda a Deira, aunque su verdadero nombre es Dennis Iramayo, es un apodo que se puso apenas entró a la universidad de artes, alegaba que con ese apodo se sentía original. Hace poco me llegó una invitación de mi mejor amiga Deira, ella se casaría en plena primavera, no con vestido blanco sino rojo intenso. Ella decía que era para romper un poco la tradición y volver histérica a su madre de no llevar blanco, cuando me lo contó en una llamada, mientras estaba en la hora del almuerzo, solté una fuerte carcajada. Era una mujer tan divertida y original que nunca la dejaré de querer.

– Estoy en casa – vivía en un apartamento cerca del hospital, al cruzar la calle estaba el súper del chino en la primera esquina, se llama El Fénix, su dueño es un chino de avanzada edad que me apreciaba como si fuera su nieta; después esta la farmacia del matrimonio Sawen, ya tenían cuarenta y cinco años de casados, tenían dos hijos varones muy guapos y con sus empresas, luego estaba la pequeña plaza. Al final había que cruzar otra calle y pasar por una cuadra llena de casa muy bonitas, le llamaba la manzana del tiempo, se sentía que estaba en algún pueblito de España de mil novecientos. Después de aquella cuadra, se tenía que cruzar el puente para después subir una pequeña colina y más allá estaba el edificio. 

– Señor Sweet, hoy veremos una película de Disney– Vivía sola, pero extrañaba la comida de mamá junto con las bromas de mi padre o de mis hermanos, cuando uno crece hay que soltar el nido. Siempre cuando llegaba a casa sacaba de un jarro de vidrio un papelito al azar. Así decidía qué película debía ver en el día. Era mi manera de romper con lo cotidiano de mi día a día. 

– y sabes… –dejo mis cosas sobre el sofá, cómo era un espacio totalmente abierto, podía hablar con calma con el señor Sweet, mientras él estaba recostado en la cama. – Hoy veremos la primer película de Disney que ví, "Pocahontas" –

Sonreía de nostalgia, esa película me trae bellos recuerdos, pero siempre me molestaba que Kocoum se muera, por culpa del metido Thomas.

Estando en la cocina buscando un bolt para poner un poco de cada snack, le comento al señor Sweet
–Señor Sweet, me encantaría poder ser un personaje de la película y salvarlo, tal como esos historias de reencarnación. Él merecía ser feliz.– busque la película en la estantería, tenía un montón de películas del lado izquierdo mientras que del lado derecho novelas, en el medio estaba la tele y en un armario estaba lleno de mangas, manwhas.
Me puse mi pijama de conejo y me recosté en mi cama, puse algunos snack sobre la mesa de luz y apreté el play para dar inicio de la película.
Abracé a mi conejo, los tambores empezaron a sonar y la música del comienzo se hace presente, mientras los minutos de la película avanzaban; mis párpados estaban empezando a cerrarse solos. Trataba de permanecer despierta, pero el cansancio era mayor, me acordé que mañana debía de avisarle al Doctor Logan que en emergencias hacia falta más suministros. Por lo que, decido anotarlo en mi block de notas y después vuelvo a abrazar mi peludo conejo, al dirigir mi mirada a la televisión, vi como la tripulación y Smith tenían dificultades con la tormenta. Hasta que al final me rendí a los brazos del dios griego de los sueños, Morfeo.

Mi cama se mecía mucho, de un brinco salto de dónde estaba, la oscuridad era espesa y con la poca luz que había notaba que era una bodega de barco. Note que había agua entrando por pequeños orificios y decidí centrarme en las voces que gritaban, el ruido de las olas chocando con el barco y hombres gritando.

– ¡Icen las velas! ¡No cambien el curso! – no puede ser, estoy en la película. Pero como fue que pasó. Tanteaba con los ojos a mi alrededor para adaptar mi vista y notar sino había alguien más. 

–¡¡Hombre al agua!!– ese grito fue cuando Thomas fue tirado al agua y Smith lo salvó.

–¡Vamos muchachos! ¡Tiren!–

La fuerte tormenta se disipó poco a poco y con la poca luz que había, logré ver que estaba con mi pijama, al menos mantenía mi apariencia de cuando tenía dieciocho años, me di cuenta porque me falta mi tatuaje en la pierna, y solo tenía el del brazo, eso me dejaba tranquila.
Me puse a buscar entre todo esté desorden algo de ropa. Y en unas cajas de madera encontré unas botas, vendas, una camisa medieval simple y un chaleco. Me vestí con esas prendas, y tome una bolsa para esconder la ropa de mi tiempo, además en otra caja a mi izquierda, estaba lleno de provisiones, así que guarde lo justo para algunos días. 

Aún era de noche, no podían descubrirme ya que no sabría que pasaría en este tiempo si descubren que había un polison abordo y más siendo mujer. Sinceramente el miedo que siento por estar en este lugar conocido pero a la vez nuevo, era más grande que estar frente a una titanoboa hambrienta.

Qué le diría al protagonista, hola Smith soy una antifans de otro mundo, viaje a este mundo no se como. Aunque si tengo que elegir prefiero mantenerme lejos del rubio.
Pero tampoco sé si existe alguna posibilidad de volver a mi mundo, es triste porque extrañaré a mis hermanos y mis padres, solo espero que ellos sean felices.
Luego de reflexionar, busco algún escondite. Me doy cuenta que entre los barriles de vino y agua al fondo dejaban un espacio, por lo que me meto ahí para estar más segura. Soy consciente que en el mundo de Disney es - casi - todo pacífico.
Así que lo único que puedo hacer es esperar a llegar a tierra. Y después decidiré más adelante que haré para sobrevivir. 

La intrusa de la película Donde viven las historias. Descúbrelo ahora