Capítulo 7.

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Estoy somnolienta, bueno, creo que todos lo estamos.
Tal como papá lo informó, salimos de casa a la media noche en un carruaje que nos trajo hasta Menfisse, la ciudad fronteriza con Lacrontte.

Son las tres de la tarde y estoy agotada por el viaje, no he dormido bien y he comido poco. Quisiera acabar esta travesía lo más rápido posible, sin embargo, este es solo el inicio de todo lo que nos espera.

—¿Todos son Mishnianos? —Cuestiona un oficial.

En su uniforme puedo ver el escudo del reino bordado, el cual tiene arriba la frase "Ejército de Lacrontte" y abajo "Guardia Negra"

—Si, señor. —Responde mi padre, tomando el control de la situación.

El hombre revisa nuestros permisos, verificando que la información sea cierta y que nuestros documentos estén en orden.

—Pasen por allí. —Nos indica un pasillo a su espalda.

—¿Puedo ir con ellos? —Pide Percival, mientras el sujeto revisa sus papeles.

—Es usted Lacrontter, no tiene que pasar el filtro. Puede ingresar directamente al reino.

—Vengo con ellos, son mi futura familia.

—Creo que he sido claro. Este interrogatorio es solo para aquellos que no pertenezcan a la nación. Es usted un nacido en Lacrontte, así que siga el camino que le corresponde. —Le señala un corredor adyacente.

—Los espero afuera para continuar con el viaje. —Es lo último que nos dice antes de obedecer.

El señor Gastrell es quien ha viajado con nosotros, pues el Mercader al parecer se ha quedado en Mishnock por un tiempo más.

La vía indicada nos lleva hasta las oficinas provistas para los extranjeros que deseen entrar al reino y nos hacen esperar en una sala repleta de hombres vestidos con el uniforme de su armada.

—Mantengan su permiso de viaje en la mano, donde pueda verse. —Nos dice otro oficial.

La bandera de Lacrontte se encuentra en el salón y un par de frases sobre lo maravilloso que es este reino están pintadas en la pared.

No lo negaré, me pone muy nerviosa el fallar alguna pregunta y que no me permitan ingresar a esta nación. Eso arruinaría por completo nuestro viaje.

—¿Todos son miembros de una misma familia? —Pregunta el oficial.

—Si, señor. —Contesta mi padre.

—De acuerdo, siéntense alejados unos del otro. Tienen prohibido hablar entre ustedes y les aviso que un guardia estará vigilándolos, así que no lo intenten. Si necesitan ir al baño, levanten la mano y un oficial se acercara para guiarlos.

¡Por todas las flores del mundo! Cuanto control tienen estas personas, tampoco es como si fuésemos sospechosos de hurto o representáramos una amenazada para los habitantes.

Pocos minutos después sale una mujer de una de las puertas que hay en el recinto. Supongo se trata de un oficina.
Un hombre de la armada, se asoma en el marco y nos mira de manera intimidante. No sonríe, no pestañea y solo nos observa como si fuésemos una plaga.

El perfume del Rey. [Rey 1] YA EN LIBRERÍAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora