Capítulo 11.

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Liz y yo estamos oficialmente castigadas desde que volvimos de casa de la abuela. Antes de lograr volver, ella ya había corrido agobiada a la oficina de correos para informarle a papá que no habíamos regresado en toda la noche, así que cuando llegamos devuelta a Palkareth todo nuestro engaño fue desmantelado y no había manera en que pudiésemos salvarnos del regaño.

Han pasado dos semanas desde ese día y el rapto de guardias en la fiesta del coronel Peterson ha hecho que las familias y allegados de los secuestrados levantaran sus voces en protesta, exigiéndole al gobierno que haga algo para devolver a sus seres queridos.

Todos hemos sentido la presión, desesperación y furia de esas personas, tanto así que desconocidos se han sumado a su causa para aumentar la presión.

En este tiempo no he visto a Stefan, sigue en el viaje que comentó haría con su padre hacia la ciudad fronteriza y el pueblo, el periódico y hasta mi tutor, los acusan de huir para no darle respuesta a las peticiones de justicia que se están haciendo en las manifestaciones.

—¿Cuántas casas nos faltan? —Pregunta Rose, quien me está acompañado a vender los perfumes que se me asignaron como parte del castigo impuesto por papá.

En dos días se cumple el mes de plazo que teníamos para pagar la deuda y aún nos falta un cuarto del dinero, por lo que debemos recoger todo lo que podamos hoy.

—Faltan un par de casas solamente. Los Russo y una a la que no eres invitada.

—¿Los Maloney? —Brinca emocionada.

—Si, pero esperarás fuera. No quiero meterme en más problemas. La señora Fevia fue a quejarse con papá por ayudarte a entrar.

—Sabes bien que Cedric regresó para contribuir con el mantenimiento el control en las marchas y debido a ello no lo he visto. Esta puede ser mi oportunidad, si es que está en casa.

Llegamos a la calle noble de Palkareth, donde las viviendas comienzan a hacer tan elegantes que de inmediato me hacen sentir que no pertenezco allí.
Toco la puerta de mi destino y una sonriente doncella me abre la puerta.

—La señora Russo, por favor. Dígale que venimos de parte de la perfumería Malhore.

—La baronesa —me corrige —. No se encuentra en casa en este momento.

—¿Hay alguien más con quien pueda hablar?

—Su hija.

Necesitamos hacer las últimas ventas del día a como de lugar y si no está su madre, tendré que convencerla a su primogénita de comprar.

—Está bien por mí. Le dejaré el recado a ella.

Nos hace pasar al interior, donde una lujosa sala con muebles tapizados en cuero, lámparas de cristal, mesas con jarrones de porcelana, alfombras de lana pura y una gigantesca chimenea nos recibe.

Aguardo con Rose en el lugar hasta el momento en que hace acto de presencia una joven de melena castaña, previamente conocida para mí. Sus ojos oscuros como el chocolate, me sonríen, reconociéndome al instante.

—Lady Valentine. —Saludo, intentando ocultar mi desagrado.

—¡Elisa! No creí volver a verte. —Saluda un tanto despectiva.

El perfume del Rey. [Rey 1] YA EN LIBRERÍAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora