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Guadalupe



Cerré mis ojos, tome aire y lo solté. Me mire en el espejo y mojé un poco mis ojos rezando que no se pongan rojos, ya que siempre que lloraba, aunque sea dos segundos ya se me ponían los ojos rojos y los cachetes algo rosáceos. Palmee mis mejillas y me sonreí tratando de darme fuerzas, acto completamente inútil.

Salí del baño y volví a sentarme en la tribuna, acomode mi cabello y sonreí hacia el grupo que nos había acompañado. Estábamos en la cancha del cilindro viendo Racing-River. Mi novio, Matías, era de la academia en cambio yo, del millonario. Había ido medio por obligación, bueno medio no, había ido obligada a la cancha.

Mi relación no era muy común, se basan en gritos, maltratos y de vez en cuando algunos empujones o golpes "sin querer". También muchas prohibiciones por parte suya y algunos que otros cuernos que ya conocía.

Hace menos de un minuto Juan Fernando Quintero había hecho una de sus joyitas, metió un gol, no solo gol si no que un GOLAZO, obviamente al estar en la cancha no lo grite pero sin querer una leve sonrisa se formó en mi rostro haciendo que Matias me mire y me eche la culpa de ese gol acompañado de un codazo en mis costillas, comenzó con sus insultos hacia mí pero siempre bajos y en mis oídos, logrando que solo yo lo escuche, el no iba a dejar que los demás conozcan como en verdad actuaba y me trataba. Lo que quedaba del partido lo pase en silencio y con mi mirada perdida ya que, como de costumbre, si miraba muy fijo algo o llegaba a ver algún jugador terminaba en una pelea acerca de que lo hacía cornudo o que le tenía ganas.

—La próxima no venís conmigo, te lo juro por lo que quieras. —Habló enojado entrando a mi departamento a la vez que tiraba a un costado las llaves del auto. — Me voy a ir porque no te banco con esa cara de culo, en cualquier momento vas a empezar con tus reclamos y no estoy de humor. —Agarro su mochila con ropa, que había dejado un día antes y salió del departamento.

Por unos minutos me quede estática mirando la puerta por donde él se acababa de ir, era demasiada carga emocional que venía sobre llevando en la última semana. Los primeros meses fue el hombre perfecto, era el que todas las mujeres queríamos pero como dicen, toda escoba nueva siempre barre bien. Al pasar de los meses mostró la hilacha, era la persona más celosa del mundo (al punto de tener a mis amigos o primos bloqueados por él) las cosas fueron empeorando cuando empezaron los leves empujones o las frenadas de golpe del auto, haciendo que me dé la cabeza contra el vidrio, siempre había una justificación "Mira lo que me hiciste hacer" lamentablemente yo caía en esa mentira sintiéndome culpable por lo que yo había hecho, logrando que él tenga que actuar de esa manera. A eso se sumaban las mentiras, las salidas suyas a "jugar fútbol" (las cuales pagaba yo) o las salidas a tomar algo con sus amigos, las cuales terminaban con una mina distinta todas las noche y yo, la pelotuda del año, lo esperaba y le perdonaba todo. Rara vez salía conmigo ya que, nunca tenía plata (así como dice) o nunca tenía tiempo, aunque la última era mentira, había veces que salíamos a comer porque lo invitaba y terminábamos medios peleados porque todos los que me veían murmuraban haciéndome quedar como una idiota o lo que era... "La cornuda consiente".

Volví a la realidad cuando mi celular empezó a sonar, fui a atender y sonreí de lado viendo quien era, Linda, mi amiga de siempre o bueno, la única amiga que me había quedando, ella y su marido Alejandro, son mis amigos más allegados, aunque últimamente estamos algo distanciados, en realidad con Ale ya que por obligación de Matías tuve que bloquearlo. Fui y me senté en sillón atendiendo la video llamada.

—Hola Guadalupe, hace dos horas te estoy llamando y me salta que no entra la llamada, que no puedo realizar y no sé qué mierda. —Habló un Papu medio enojado. — ¿Qué onda? ¿No tenes señal o se te rompió el celular? Porque tampoco te llegan mis mensajes, aunque los de Linda si te llegan, contestas y todo. —Me habló levantando una ceja. Mordí mi labio y negué con mi cabeza. — Lupe... ¿Qué está pasando? Ya hace días que no hablamos o no me das señales de vida. —Me encogí de hombros y relamí mis labios tratando de no llorar.

—Está todo bien Papu... Solo que estuve colgada estos días. —Hablé tratando de sonar convincente, gracias a Dios la voz salió firme y no tambaleó ni un poco. Papu asintió y suspiro.

—Quiero que vengas unos días, salimos de vacaciones a Ibiza y conozco un chico que puede conseguirte trabajo acá en Europa. —Habló serio, era súper raro ver a Ale serio o enojado pero cuando se ponía así daba un toque de miedo. — Lo que te acabo de decir no es una pregunta, lo del trabajo puede que sí pero lo del viaje de venirte unos días a pasarlo con nosotros es totalmente cierto. —Suspire y pase mi mano por mi nuca.

—No sé si pueda, tengo que fijarme si coinciden los días con los que la escuela me da... —Automáticamente me cortó.

— ¿No podes o no te dejan? —Volví rápidamente mi vista al celular, ya iba a saltar a defenderlo a Matías pero Papu fue más rápido. — Habló yo con la escuela o con quien tengas que hablar para que vengas. —Asentí levemente con mi cabeza. — Ahora me voy y te mando más tarde los pasajes y todo, desde el celular de Linda porque desde el mío no puedo... Y Lupe, te quiero mucho ¿lo sabes no? Y quiero lo mejor para vos, como tu papá lo hubiera querido...

Solo asentí con mi cabeza al escucharlo, limpie rápido mis lágrimas al ver cómo desaparecía Ale y una cara regordeta se acercaba, Milo, comenzó a hablarme un poco pero no duró mucho solo ya que se sumó Coti y Bauti a la charla. Y así termino mi noche, sonriendo, riéndome y muriendo de ternura gracias a esos tres locos que amaba.


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Creo.|| Nicolás OtamendiWhere stories live. Discover now