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Guadalupe.




Solamente me quede abrazada a él, en este momento no necesitaba nada más que ese abrazo. Díganme loca, lo que quieran pero el estar abrazada a él me reiniciaba el Windows, aunque estaba como una idiota abrazada a él no podía sacar de mi cabeza lo que acababa de pasar, sabía todo, bueno todo pero tenía una idea de lo que era mi vida y eso me aterraba, muchísimo.

Me separé un poco y sequé mis lágrimas para después acomodar mi cabello fuera de mi rostro. Levanté mi vista y el no dejaba de verme, volví a bajar rápidamente mi vista por vergüenza, debe de pensar lo peor de mi, de qué asco de mujer que soy. Mordí con fuerza mi labio para no volver a llorar.

—Guada... —Tomó mi rostro entre sus manos y lo subió haciendo que vuelvan a cruzarse nuestras miradas. — Sos hermosa, sos una mujer maravillosa... Así que no quiero verte llorar más, te vas a volver vieja. —Frunció su nariz y me fue inevitable dejar escapar una risa. — Ves, si te reís sos más linda, así que en estas vacaciones vamos a dejar atrás todo y vamos a reírnos más, la vida es corta para sufrir. —Acercó su rostro un poco más hacia el mío y como siempre, mi cuerpo se rindió y se puso como una gelatina listo para todo lo que él quiera hacerme. Cerré mis ojos y recibí un beso de su parte pero no en donde me hubiera gustado, besó suavemente mi frente... Y si Guadalupe ¿Por qué mierda te iba a besar? Imbécil, nadie va a querer besarte.

Me separé y acomodé mi cabello, me puse mis crocs y lo mire.

—Creo que tenemos que volver... Se va a hacer tarde si no. —Murmuré, el asintió con su cabeza y copio mi acción poniéndose su calzado, cuando estuvo listo apoyó su mano en mi cintura baja y caminamos en silencio hasta la casa, igual no fue largo ya que literal la playa estaba a la vuelta.

Entramos y el fue directamente a la parrilla, fui hacia la cocina. Lave mis manos y me acerqué hacia Linda.

— ¿En qué ayudo? —Hablé entrando a la cocina, se negaron a recibir mi ayuda pero al fin y al cabo termine condimentando.

Me sentía tan rara, todos mis sentimientos eran raros... Aunque no, si sabía lo que sentía, me sentía la típica pibita enamoradiza, no podía dejar de ver a Nicolás y cada vez que giraba la vista hacia rápidamente miraba a la nada aunque de vez en cuando me atrapaba viéndome y me regala unas de esas sonrisas hermosas. Pero mi cabeza me recordaba una y otra vez que no me haga ninguna ilusión porque nadie iba a querer estar conmigo y mucho menos Nicolás.

Los nenes se fueron a dormir y juntamos la mesa, me quedé sentada con las piernas apoyadas en una silla. Estaba hablando con Leandro sobre la infancia, se había enterado que era docente y comenzó a comentarme situaciones de Gio en el jardín. Después de un rato una birrita quedó frente a mí, levanté mi vista y mordí mi labio evitando dejar salir una sonrisa al ver a Nicolás.

—Una birrita hace bien al corazón... —Bromeó y se encogió de hombros, levantó mis piernas y se sentó colocándolas encima de las suyas, haciendo que mi piel se erice por completo y mi vientre se vuelva una carrera de toros en vez de mariposas volando.

— ¿Qué onda es momento spa? A mí nunca me agarraste así las piernas. —Bromeó Lean, me puse roja y negué con mi cabeza.

—Porque tus piernas no son estas, mira lo que son estas gambas. —Levantó mis piernas y me fue inevitable no largar una carcajada.

—Para, me vas a tirar... —Reí volviendo a sentarme bien, Nico me miró y me guiñó un ojo para después con una mano dar caricias en mis piernas y con la otra darle un trago a su botella, no entendía lo que estaba pasando pero me gustaba.

—Eh, ojo que el Papu te caga a piñas eh... —Lo apuntó y yo sentía que mi cuerpo iba a estallar de la emoción de estar así de cerca con Nicolás. Seguimos hablando y bromeando entre nosotros, Ale y Linda quedaron en la trampa de hacer dormir a los nenes y se durmieron. Después de un rato Camila salió y nos saludo con que se iba a dormir. — Bueno, la correa me llama. —Lean nos saludo y se fue detrás de su mujer.

— ¿Vos ya vas a dormir? —Me preguntó y solamente me encogí de hombros.

—Me termino y voy, el clima esta ideal para terminarla de tomar. —Asintió con su cabeza compartiendo mi comentario, tome terminando lo que quedaba en mi botella. — ¿Vos queres irte a dormir? —Saqué mis piernas de encima de las suyas y levanto sus cejas. — ¿Qué?

— ¿Por qué las bajas? Estaba cómodo. —Palmeó sus piernas y reí volviendo a subirlas, dio suaves caricias subiéndolas hacia mi muslo y bajándolas.— Y no, no me quiero ir a dormir posta que la noche esta re linda y estoy cómodo acá... —Señaló mis piernas para después volver a verme y tirarme un beso. La puta madre Nicolás ¿vos queres que me muera? 

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Creo.|| Nicolás OtamendiTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon