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Nicolás.



Manejé por unos minutos hasta mi casa, cada tanto giraba a verla a Lupe, iba perdida mirando por la ventana a la vez que fruncía su ceño o negaba con su cabeza. Moría por saber qué era lo que pasaba por su cabeza y de mi pecho crecía un sentimiento de querer protegerla y de saber qué era lo que pasaba, qué era lo que la tenía tan asustada.

— Llegamos... —Hablé, ella giró a verme y asintió con su cabeza volviendo la vista hacia el frente viendo la casa.

—Buenísimo. —Murmuró acomodando su cabello detrás de su oreja. Cuando estacioné bajamos, bloqueé el auto y caminamos hacia la puerta, abrí y me corrí hacia un costado para que entrara. Ella me miró sonriendo y pasó. — Permiso.

—No pidas permiso, como en tu casa. —Cerré la puerta, dejé mis llaves y billetera en la mesa de entrada. — ¿Te parece si pedimos algo para comer? Porque no comiste nada... —Ella asintió con su cabeza, mordí mi labio riendo levemente. — ¿Lupe otra vez vas a estar con él sí y el no? —Bromeé, giró a verme y rio levemente asintiendo con su cabeza.

—No, mentira, perdón estoy súper ida. —Me miró y sonrió, qué linda sonrisa. — ¿Qué pedimos? ¿Comiste alguna vez en el club de la milanesa? Es riquísimo...

—Nunca comí, ¿venden milanesas? —Bromeé logrando una mirada incrédula suya, que al darse cuenta de mi chiste se rio.

—Me parece que venden pollos al espiedo... —Me siguió la broma agarrando su celular mientras entraba a la aplicación de pedidos ya.

—Bueno, vení vamos a pedir en el comedor, vamos a sentarnos. — Apoyé mi mano en su espalda y señalé hacia la arcada que daba hacia el living. Se quedó quieta y se puso algo nerviosa cuando apoyé mi mano en su espalda. Asintió y caminó hacia el living, la seguí y la invité a sentarse en los sillones. — Yo pido, ¿Qué es lo que te gusta? —Me senté a su lado y desbloqueé mi celular, la copie entrando a la aplicación y buscando el restaurante.

—Hay una que se llama la criminal que tiene un poco de todo que me encanta. —Se acercó un poco para poder chusmear mi celular, asentí y empecé a ver un poco de lo que vendía.

—Parecen que son una bomba... Me quiero pedir todas. —Reí levemente y giré a verla, estaba cerca de mí por lo cual nuestros rostros quedaron algo cerca, ella se separó de golpe y asintió con su cabeza corriendo su vista a otro lugar, mordí mi labio y negué con mi cabeza volviendo mi vista hacia el celular.

—Siempre quise hacer una lista, comer cada una de las milanesas y ponerle puntaje. —Sentí su mirada y giré a verla.

— ¿Lo hacemos ahora? —Levanté mi ceja sonriendo, ella negó rápidamente con su cabeza.

— ¡No! ¿Cómo vas a pedir todas ahora? —Rio levemente. — Son grandes, no vamos a terminarlas más.

— Bueno, me rompiste la ilusión. —Bromeé riendo y volví la vista a mi celular. — Te propongo que durante estos días que estoy acá hagamos lo más posible de la lista... Salimos a almorzar o cenar y comemos las milanesas ¿Te parece? — Ella mordió su labio, rascó su nuca algo nerviosa.

— Bueno... — Dijo algo insegura. — Anda pidiendo antes que se haga tarde y me tenga que ir. — Volvió su vista a mi celular y asentí terminando de hacer el pedido.

— Ya hice el pedido, en un toque llegará. —Bloqueé mi celular dejándolo en un costado, estiré mis pies apoyándolos en la mesa ratona y apoyé mis brazos detrás de mi cabeza. — ¿Queres ver alguna película mientras tanto? ¿Queres algo para tomar? ¿Muchas preguntas? ¿Voy a dejar de hacer preguntas? No... —Giré mi cabeza al escuchar una carcajada de parte suya y me fue inevitable sonreír al verla. — Que linda risa tenes. — Ella corrió su vista riendo.

— No, no te confíes tanto porque en cualquier momento me sale el chancho de adentro. — La miré levantando mi ceja y acercándome hacia ella. — ¿Qué haces? — Se corrió hacia atrás sin poder dejar de sonreír.

— Ahora que me dijiste que tenes risa de chancho tengo que escucharla... — Me acerqué más hacia ella, le falló el final del sillón y terminó quedando acostada. — Te regalaste... — Me tiré encima suyo y coloqué sus piernas debajo de las mías y comencé a repartir cosquillas por todo su cuerpo logrando carcajadas de su parte. — Hasta que no escuche tu risa de chancho no paro... — Hablé fuerte encima de sus carcajadas.

— ¡No! ¡Para! — Medió gritó sin poder dejar de reírse, después de unos segundos salió su risa de chancho, solté una carcajada y frené sin poder dejar de reír. — Maldito, te estás riendo de mí. — Me apuntó sin poder dejar de reírse. Yo apoyé mi frente en su hombro sin dejar de reír.

— Posta, nunca escuche una risa tan linda... — Levanté mi vista viéndola y quedando nuevamente cerca suyo. Ambos paramos de reírnos quedando algo agitados. Sin poder evitarlo la tome de mejilla dándole suaves caricias, termine de acercarme y cerré mis ojos pero mi plan de besarla fue interrumpido por un llamado. Me separe y chasquee mi lengua atendiendo el celular, era la guardia del barrio avisando que el pedido había llegado, que bronca ¿Desde cuándo los locales de comida rápida entregaban rápido los pedidos? 


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Creo.|| Nicolás OtamendiWhere stories live. Discover now