Navidad en la Sala Reservada

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¿Era por eso por lo que Dumbledore ya no miraba a los chicos a los ojos? ¿Acaso esperaba ver a Voldemort mirando a través de ellos?

Bella se sentía sucia, contaminada, como si llevara dentro un germen mortal; no era digna de ir sentada en un vagón de metro, de regreso del hospital, con gente inocente y limpia, cuyas mentes y cuyos cuerpos estaban libres del estigma de Voldemort... Ella no sólo había visto la serpiente: ella era la serpiente, ahora lo sabía...

Entonces se le ocurrió algo verdaderamente terrible, un recuerdo que surgió de su mente y que hizo que las entrañas se le retorcieran como si fueran serpientes.

«¿Qué busca, aparte de seguidores?»

«Cosas que sólo puede conseguir furtivamente... como un arma. Algo que no tenía la última vez.»

«Yo soy el arma —pensó Bella, y fue como si por sus venas corriera veneno en lugar de sangre, un veneno que la dejó helada e hizo que rompiera a sudar mientras se mecía con el tren por un oscuro túnel—. Voldemort intenta utilizarme... espera, utilizarnos a Harry y a mí, por eso nos ponen vigilantes adondequiera que vayamos, pero no es para protegernos, sino para proteger a los demás; lo que ocurre es que no funciona porque no pueden vigilarme constantemente dentro de Hogwarts... Y para eso está Nehyban allá, ¿no? Anoche atacamos al señor Weasley, seguro que fuimos nosotros. Voldemort nos obligó a hacerlo, podría estar dentro de mí ahora mismo escuchando lo que pienso...»

—¿Te encuentras bien, Bella, querida? —susurró la señora Weasley inclinándose sobre Ginny para hablar con ella, mientras el tren traqueteaba por el túnel—. No tienes muy buen aspecto. No, ni tú ni Harry. ¿Están mareados?

Todos los miraban. Harry movió la cabeza enérgicamente y fijó la vista en un anuncio de una compañía de seguros.

—¿Seguro que están bien? —insistió la señora Weasley, preocupada, cuando rodeaban la descuidada extensión de hierba que había en el centro de Grimmauld Place—. Están tan pálido... ¿Seguro que han dormido esta mañana? Ahora suben a su habitación y duermen un par de horitas antes de la cena, ¿de acuerdo? SÍ, Bella, tú tía no te puede ver así —dijo antes de que Bella abriera la boca.

Ambos asintieron; ya tenían una excusa para no tener que hablar con los demás, y eso era precisamente lo que ellos querían. En cuanto la señora Weasley abrió la puerta de la calle, Bella pasó a toda prisa por delante del paragüero con forma de pierna de trol, subió la escalera y fue al dormitorio que compartía con Harry y Ron.

Una vez allí empezó a pasearse por la habitación, por delante de las dos camas y del cuadro vacío de Phineas Nigellus. En su cerebro bullían preguntas y más ideas espantosas.

¿Cómo se había convertido en serpiente? A lo mejor era una animaga... No, no podía ser, lo sabría... Quizá Voldemort fuera un animago... «Sí —pensó—, eso encaja: Voldemort puede transformarse en serpiente, y cuando me posee, ambos nos transformamos... Aunque eso sigue sin explicar cómo llegué a Londres y regresé a mi cama en unos cinco minutos, ¿y Harry, porque él también fue la serpiente?... Pero Voldemort es el mago más poderoso del mundo, aparte de Dumbledore; no creo que para él sea difícil transportar a dos personas de ese modo.»

Y entonces lo acometió un sentimiento de pánico al pensar: «Pero esto es una locura, ¡si Voldemort me posee, ahora mismo le estoy proporcionando una clara visión del Cuartel General de la Orden del Fénix! Sabrá quién pertenece a la Orden y dónde está Sirius...»

Una cosa estaba clara: tenía que salir de Grimmauld Place cuanto antes. Pasaría la Navidad en Hogwarts con los demás; así al menos estarían a salvo durante las vacaciones... Pero no, eso no serviría de nada, en Hogwarts quedaba mucha gente a la que Voldemort podía atacar. ¿Y si la próxima vez les tocaba a Seamus, a Lavender, a Parvati, a Cedric, a Dean o a Neville? Dejó de dar vueltas por la habitación y se quedó contemplando el cuadro vacío de Phineas Nigellus. Notaba un peso cada vez mayor en lo hondo del estómago. No tenía alternativa: debía separarse por completo de los otros magos. En ese preciso instante Harry llegó a la habitación y miró a Bella.

Bella Price y La Orden del Fénix©Where stories live. Discover now