Capítulo 9

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La elegante mujer vestida con unos caros pantalones a medida y blusa de algodón liso, se quedó de pie en el porche, bajo los rayos del brillante sol de verano, escuchando el sonido de la moto que acercaba.

Un sendero sin asfaltar, llevaba a través de la tranquilidad del campo hasta su casa del siglo diecinueve flanqueada a ambos lados por flores silvestres. El camino de piedra que conducía a casa desde la puerta principal, estaba ribeteado con una colección de petunias de colores vivos y caléndulas. Observó, una figura vestida de pies a cabeza de negro, camiseta, pantalones y botas, que paró una enorme Harley-Davidson y desmontó en su puerta principal.

Chaeyoung se quitó el casco, lo apoyó en el asiento de su Harley, se pasó las manos por el pelo oscuro y empezó a subir por el camino, sonriendo débilmente a la mujer que la estaba esperando.

—Hey, Wannie, —dijo a modo de saludo, subió de dos en dos las escaleras hasta el amplio porche de madera. Le puso los brazos alrededor de la cintura a la otra mujer y la abrazó, dándole un ligero beso en la mejilla. —Estás maravillosa como siempre.

Lo dijo a la ligera, pero era cierto. La mujer poseía de una belleza intemporal, una figura que los artistas habían intentado capturar en lienzos y tallar en piedra durante siglos. Era hermosa a cualquier edad, en cualquier momento.

—No podías haberme llamado para decirme que ibas a venir ¿verdad?,—le reprendió la otra mujer con cariño, haciendo caso omiso de un elogio que hacía tiempo que había perdido todo significado para ella. —Habría hecho una lista de cosas que tenemos que hacer juntas. ¿Te quedas?

—Hasta mañana, —dijo Chaeyoung, con un brazo todavía posado libremente alrededor de la cintura de Wendy. —¿Supongo que ya no hay desayuno?

—Es mediodía, Chaeng.

Ella sonrió encantadoramente. —He venido directamente desde el hospital, pero siempre me dices que no tengo que correr, así que me ha costado un poco.

Son Seungwan miró a su nieta con ojo crítico. Sabía muy bien que las visitas imprevistas de Chaeyoung, generalmente estaban motivadas por su necesidad de escapar de algo, demasiado trabajo, demasiado horror, demasiadas decepciones de la vida. Había tenues sombras bajo sus ojos, y parecía más delgada y más exhausta que la última vez que Wendy la había visto. Hacía casi dos meses, había llegado en plena noche, bajo una intensa lluvia, empapada y temblando por mucho más que el frío. Como hacían a menudo, habían hablado hasta el amanecer de cosas intranscendentes, y cuando Chaeyoung se alejó en su moto, Wendy todavía no tenía ni idea de lo que le había hecho venir. Los silencios de ella no le importaban, nunca lo habían hecho. Lo único que importaba era que ella siempre volvía.

—¿Has dormido?—preguntó Wendy mientras caminaban cogidas del brazo por la sala poco iluminada. Las cortinas de encaje estaban echadas para filtrar la luz del sol, y mantener la habitación fresca. La casa no tenía aire acondicionado, porque a Wendy nunca le había gustado.

—No estoy cansada, —dijo Chaeyoung, evitando una respuesta directa. Era un hervidero de sentimientos, con demasiada energía inquieta para dormir, y no había sido capaz de hacer frente a la idea de volver a su apartamento costosamente amueblado, pero sin lugar a dudas frío. No era por falta de un buen decorador que a su apartamento le hiciera falta calidez, era sólo porque no había nada de sí misma en él. Ni siquiera había pensado en su destino, cuando se subió a su moto y se dirigió hacia el norte de la ciudad. El frío aire húmedo soplaba alrededor de su cara a cien kilómetros por hora, y pronto se había evaporado el persistente manto de tristeza y muerte que había penetrado más allá de sus defensas. En menos de una hora y media, había llegado a casa. No se había criado allí, pero sin embargo estaba en casa, porque era donde vivía Wendy.

Passion's Bright Fury // MiChaeng //Where stories live. Discover now