Capítulo 27: Saludos desde el trono de Perséfone

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—Oye, Perséfone, y cuéntame, ¿cómo es que te acabaste casando con Hades? —pregunté. La Reina del Inframundo me miró de reojo, y resopló mientras volvía a concentrarse en sus uñas.

—Si me ayudas a elegir entre el negro Tártaro y el negro Campo de Asfódelos, con la historia que incluye una vaca fantasma; si no, con la historia que tiene tres palabras —respondió ella. ¿Vaca fantasma? ¿Qué vaca fantasma?

—El negro Tártaro es más intimidador —aseguré, dándole garbo al plumero y tosiendo por culpa del polvo que me llovía encima.

Aunque yo había sospechado que Perséfone no me tendría de sirvienta, como dijo, sino que me usaría para algún plan malvado de dominación mundial, me había plantado una escoba, limpiacristales, un cubo con un trapo y un delantal blanco en cuanto habíamos entrado en su cuarto. Me había dicho: "Hala, limpia", y se había sentado en la cama con su gigantesco estuche de maquillaje, que ocupaba media habitación... Literalmente.

—¿Tú crees? —comentó, dudosa.

—Absolutamente. El negro Campo de Asfódelos es más deprimente que otra cosa, pero el Tártaro es mucho más intimidador —apunté, sacudiéndome el delantal. ¿Cuánto tiempo llevaba Perséfone sin criada?, porque la cantidad de suciedad que me había caído encima no era cosa de un par de meses, era cosa de un par de siglos—. Así que, ¿qué me decía de una vaca fantasma?

—Dioses, ¿todos los mestizos sois así de irritantes? —soltó la mujer, abriendo el botecito negro y comenzando a pintarse la uña del pulgar—. Vamos a ver... Sí, la vaca. Verás, cuando yo era joven e inexperta... Y no me malinterpretes, porque sigo siendo joven... Cuando era joven, pero inexperta y estaba soltera, me gustaba mucho salir a recoger flores. Eso sí, como no se morían, tenía la casa llena, pero yo seguía yendo a coger más. Hacer las cosas sola acaba siendo bastante aburrido, ¿sabes?, y un día decidí que invitaría a alguien a venirse conmigo. Vinieron varias ninfas, Atenea y Artemisa...

—Un momento, ahora viene la parte del rapto, pero ¿y la vaca fantasma? —pregunté. Esa parte ya me la sabía, yo lo que quería era oír los detalles escabrosos.

 —¿Tu querida madre no te enseñó modales? —gruñó Perséfone, y me apuntó con un dedo.

Con un gruñido, caí al suelo de rodillas, aferrándome el pecho. Me dolía tan intensamente que parecía que me iba a estallar: era como si alguien estuviera estrujándome el corazón. Podía oír sus latidos, cada vez más lentos, ya que la sangre me atronaba en los oídos, y comencé a jadear, agónica.

—¿¡Qué... Demonios me ha...!? —escupí, retorciéndome en el parqué oscuro. Estaba sudando, y mi corazón no dejaba de ralentizar su ritmo. A ese paso, se me iba a parar por completo.

—No. Vuelvas. A. Interrumpirme —siseó la diosa, y dejó de apuntarme con el dedo—. O me va a dar igual quién seas, porque te mataré.

Poco a poco, mi pulso volvió a entrar en un rango normal. El dolor remitió, aunque aún sentía una presión fuerte en el pecho, y comencé a toser como si no hubiera un mañana. Escupí sangre en el suelo de Perséfone.

—Oh, y limpia eso. ¿Por dónde iba? Ah, sí. Vino toda esa gente, y fue un día de suerte. Encontré un lirio blanco, ¿o fue un narciso...? Siempre me confundo. En fin, una flor blanca, y entonces se abrió la tierra que...

—Si no le importa, voy a terminar de limpiarlo todo —murmuré, haciendo una reverencia con expresión sombría. Ella me miró de reojo durante unos instantes, con cierta expresión de asco, y luego volvió a concentrarse en su manicura.


La vida con Perséfone era así. Ella me ladraba órdenes, yo las cumplía, y a veces me contaba alguna historia si le apetecía. Dejé de preguntar por las vacas fantasma y cosas de ese estilo, de todas formas, tras la desagradable experiencia del dormitorio. Aunque yo guardaba silencio, porque no tenía ni la más mínima intención de hablar con semejante bruja, la Reina del Inframundo se empeñaba en contarme su vida pasada. Así fue como me terminé enterando, aunque no por voluntad propia, de su único lío extramatrimonial, Adonis, o de los tremendos celos que tenía a Atenea.

La Cazadora (PJO)Where stories live. Discover now