Bonus: El cumpleaños de Enero

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¡Hola! No os esperabais la actualización, yo lo sé, pero hoy es un día especial, ¡es el cumpleaños de la semidiosa más cabezona del mundo! (Ya sabéis, esa cuyo nombre se debe al mes en que nació XD)

So. ¿Recordáis que Enero mencionó que, el día antes del incidente de Darren con los monstruos y la terrible separación, fue su cumpleaños, y alquilaron Los Increíbles? Seguramente no, pero ahí está el detallito, allá por el capítulo 10. En esa escena, ambos tenían unos nueve o diez años; pero ¿qué hubiera pasado con la sesión de cine si hubieran estado invitados Kira, Chase, Leslie y, por supuesto, el encantador y gruñoncete de Alexander? Pues habría pasado esto, queridos semidioses :P


—Todo el mundo al sofá, que ya tengo la peli —anuncié, entrando en el salón. El buen humor me duró poco: me quedé mirando fijamente a Alexander, con cara de asesina—. ¿Tú tienes padres o una jaula en el zoo? O te bajas de la mesa de comedor de mi madre, o te bajo yo a collejas.

—Qué demonios hago yo aquí —gruñó el polo de limón, saltando al suelo. El karma debió de decidir que era un buen momento para devolverle parte de su maldad, porque se resbaló con un pliegue en la alfombra y se cayó de morros.

—Si tú eres el primero que insistió en venir, melón —se burló Chase, sentado en el brazo del sofá.

—O te callas o te callo —lo amenazó el referido melón, con la cara roja—. ¿Y qué bodrio tenemos el placer de ver?

—¿Tú ves lo mucho que se le nota? —le susurró Chase a Darren, que estaba contemplando la escena con cara de póquer.

—He visto actuaciones de Romeo en las que se cantaba menos —afirmó mi amigo.

—Hay amor en el aire —canturreó Kira. La pobre estada sentada en el sofá, como buena invitada, sin hacer daño a nadie, enfriando bebidas. Miré mi vaso de Coca-Cola: había un Cerbero de hielo flotando entre las burbujas. Tan maja, ella.

Metí el disco en el reproductor, al que tuve que dar un par de golpes arriba porque era un auténtico trasto y no funcionaba bien sin un empujoncito. Al quinto se encendió el LED; el olor a chamusquina era buena señal. Cogí el mando, y me hice hueco en el sofá entre Alexander y Darren; al uno lo tenía a tiro de collejas, y el otro era el comentarista perfecto.

—¿Los Increíbles? —preguntó Alexander cuando vio qué película era—. ¿Cuántos años tienes tú?

—17, y los llevo con mucha salud —respondí—. Si no te gusta, vete con el Señor D. a ver el DVD de bienvenida al campamento, que a lo mejor te interesa más.

—Borde —gruñó—. ¿Y ni siquiera hay palomitas? Pero qué cutre es esto, por el Olimpo.

Justo cuando iba a iniciar la tanda de collejas, se oyó un pequeño "pum" en la cocina, y un olor a quemado, y no como el del reproductor, sino a quemado nivel incendio, invadió el salón.

—Por Pan —se oyó balar a Leslie—, este cacharro del infierno quiere matarme.

Con una terrible sospecha en mente, me tiré en plancha, casi, hacia la cocina. Y efectiviwonder: el microondas, fiel compañero en la desgracia, superviviente a la familia Jefferson desde los años 30, acababa de despedirse de este mundo. Había palomitas a medio hacer por toda la cocina, y el desastre era más o menos de nivel Enio-lanza-bolas-de-muerte-y-destrucción. Por Pan, sí, por Pan. A ver cómo le explicaba yo ahora eso a mis padres.

—Jesús —solté, abriendo la ventana para que se airease un poco la sala—. ¿Tan difícil era seguir las instrucciones del paquete?

La cara que puso parecía decir: "Espera, ¿había instrucciones?" Me asomé al interior del microondas: había abierto la bolsa de papel. Las tres bolsas, de hecho.

La Cazadora (PJO)Where stories live. Discover now