Necesidad

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Sus palabras siempre tienen la habilidad de calmar mis inquietudes. Enzo es tan maravilloso.

La agenda que tenía preparada para esta misma noche, era un paseo en helicóptero por todo Nueva York y el norte de Manhattan. Jamás me había subido a uno, y la verdad es que, pese al miedo que le he tenido siempre a las alturas, esta vez no tuve miedo alguno, creo que eso es gracias a Enzo, que ha estado manteniéndome relajada con sus palabras y compañía. He decidido dejar a un lado lo negativo y disfrutar de esta maravillosa experiencia.

Pudimos deleitarnos con el río Hudson, observar la Estatua de la Libertad, la cuadrícula de las calles y avenidas, Central Park y muchos lugares más. Había tanto que absorber, y la Gran Manzana desde el cielo se veía tan bonita, intensa y vibrante, que no sabía ni hacia dónde mirar.

Cuando regresamos, disfrutamos de una cena al aire libre, en un ambiente bastante cómodo, pues prácticamente éramos solo él y yo. Para mí la noche ha sido muy especial, no solo por lo que hemos hecho, sino por su grata compañía. Solo verlo hace que mi mente se transporte a todo lo que pasamos hace años atrás.

Nuestra amistad comenzó en la escuela, cuando lo conocí me caía un poco mal, tal vez porque siempre ha sido presumido, pero en aquel entonces lo era aún más. Aparte de eso, era un alma libre, rebelde, indomable, mujeriego como él solo, aunque eso lo fue modificando cuando nos tocó juntarnos en un proyecto. Desde ese día fui conociéndolo y me di cuenta de que no era tan malo como se hacía pintar. La verdad es que me fue atrayendo su rebeldía, su picardía y la forma en que hacía y deshacía y no mostraba arrepentimiento alguno. El Enzo de ahora es más maduro, pero no ha perdido esa esencia de cuando era más joven.

Nuestra amistad fue escalando, hasta que un día bajo la euforia y adrenalina de haber huido del guardia de seguridad de la escuela, nos escondimos en la biblioteca y entre risas y burlas, las cosas simplemente fluyeron. Fue él quien robó mis labios ese día y, aunque las cosas entre él y yo no llegaron más allá de besos y tocarnos, quizá por la inexperiencia de ambos, fue una etapa en mi vida que no olvido y disfruté mucho.

Regresamos al hotel y se siente como si la noche se hubiera hecho corta. Los dos nos dimos un baño por separado, y tenía planificado ir a buscarlo cuando saliera, pero él se adelantó, colándose en mi cuarto. Tenía un frasco con un líquido amarillo transparente en las manos, el cual me generó curiosidad.

—¿Eso qué es?

—Es un aceite esencial de almendras. Te ayudará a desestresarte y liberar tensión. Me gustaría darte un masaje, si me lo permites.

—Acabé de bañarme. ¿Por qué no me lo dijiste antes?

—Desnúdate y acuéstate boca abajo.

—¿Perdón? ¿Desnudarme?

—No puedo hacerlo con la ropa puesta. Tranquila, no voy a ligarte— dijo bufón.

—Sí, te creí. Date la vuelta.

No puedo creer que esté haciendo esto, pero que no crea que me quitaré toda la ropa. Prefiero quedarme con mi ropa interior y taparme con la mitad de la sábana, para cubrirme los senos no hará falta nada, pues estaré boca abajo.

—Listo. Puedes voltearte.

Se colocó encima de mi espalda en la zona baja y lo miré por arriba del hombro.

—Esto no estaba en los planes.

—¿Por qué estás teniendo pensamientos insanos? Esta postura hará que sea más cómodo para los dos.

Debí imaginar que el tiro me saldría por la culata. Traté de relajarme, a pesar de sentirlo sobre mí. Es solo un masaje, no tengo razón alguna para pensar mal.

Untó en sus manos el aceite, y su masaje comenzó en la zona más alta de mi espalda con movimientos circulares y caricias suaves, incluyendo mi nuca. Se quedó ahí un rato, y se sentía realmente bien y relajante. Ese aceite permite que sus manos resbalen mejor y el contacto sea más suave. Poco a poco fue descendiendo por el centro de mi espalda y costados, masajeando y apretando con suavidad mi piel. Sus movimientos eran fluidos sin brusquedades y rítmicos.

Nunca me habían dado un masaje tan relajante. Sus manos son tan grandes que cubren casi todas las bases y partes que se proponga. La sábana la llevó a mis nalgas, dejando mis piernas visibles. No le dije nada, porque verdaderamente se sentía bien para detenerlo. El contacto que tuvo con ellas, acaloró todo mi cuerpo. Masajeaba haciendo un poco de presión, pero sobre todo, acercando su mano a la parte interna de mi muslo, acercándose a un área peligrosa que no tocó directamente, pero los movimientos se sentían muy cerca. Es solo un masaje, pero me estoy sintiendo muy excitada.

Sus manos se posaron en ambas piernas a la vez, presionando levemente mi piel hasta llegar al surco entre mi nalga y el muslo. Sus dedos estaban más cerca que antes y por un momento deseé que me tocara, pero sería muy vergonzoso pedirle algo así.

Bajó directamente a los pies, empezando con un suave masaje en la planta y los talones, después a colarse entre mis dedos y a masajearlos individualmente. No sé si es por el tiempo que llevo sin sentir las caricias de un hombre en mi piel, pero quisiera seguir sintiendo esto por más tiempo. Me gustaría saber qué está pensando en este momento, si soy la única que está anhelando sus caricias o si él también está disfrutando de esto.

Fue ascendiendo por el mismo camino de mis piernas hasta llegar a la sábana y echarla a un lado. Deslizó mi ropa interior y ni siquiera tuve fuerza para detenerlo. Está viendo mis partes, se supone que esté nerviosa, pero en realidad estaba a la expectativa. Quisiera saber qué piensa, cuáles son sus intenciones ahora.

Hizo fricción a la zona de mi cintura en círculos, en el sentido de las agujas del reloj a lo largo de la cintura y bajando por las caderas hacia los muslos, para recorrer igualmente el pliegue que forman mis glúteos y las piernas. Se untó más aceite en las manos y lo extendió por mis glúteos con una caricia muy superficial. Luego, apoyó ambas manos juntas en la masa más carnosa y las amasó, primero con un cachete y luego con el otro, haciéndolo concienzudamente.

Apoyó todo el cuerpo en las manos y las deslizó con fuerza tomando grandes puñados de músculo, pero delicadamente. Mis piernas se separaron ligeramente, mi cuerpo estaba relajado, pero extremadamente caliente.

Deslizó su manos entre los cachetes hacia la zona interior de los muslos con suavidad hasta las rodillas, dio la vuelta por la corva y la cara exterior del muslo, rodeando el músculo y volvió a acariciar la zona interna rozando apenas el periné.

No sé si pueda soportar esto más. Es demasiado intenso y ardiente. Mi piel arde, mi zona íntima está húmeda, él ha debido notarlo, es imposible que no lo haya hecho.

Mis preguntas se vieron contestadas en el beso que me proporcionó en ambas nalgas, y al sentir el roce de su barba entre mis cachetes, lentamente deslizarse hacia mi intimidad. La frialdad del arete de su lengua entró en contacto con mi zona íntima y de mi garganta se escapó un fuerte e inevitable gemido. Esa corriente ahuyentó la vergüenza que tenía al comienzo, elevando mi temperatura a tope y haciéndome perder hasta la razón.

—Enzo… — me volteé boca arriba, abriendo mis piernas de par en par intencionalmente y tocando esa zona que tan palpitante y deseosa se encontraba—. Cómeme, ¿sí?

En La Guerra Y El Amor Todo Se Vale [✓]Where stories live. Discover now