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Regresamos a mi casa y despejamos una esquina en la sala para ir montando el árbol. Ella me dejó sola por varios minutos, pensé que se había rajado y que dejaría de ayudarme, pero regresó tiempo después con dos latas de cerveza. 

—Esto nos ayudará a despejarnos la mente. Te siento muy tensa y pensativa desde que llegamos. 

—Este árbol requiere de unos buenos brazos para montarlo. Con mi estatura, ni siquiera llego al tope y necesitamos poner la estrella.

—La estrella se pone al final y mayormente se hace en compañía de alguien más. Dicen que si le pides un deseo se cumple. En lo personal, todos mis deseos se han cumplido. 

—Ah, ¿sí? Lo intentaré. ¿Qué es lo peor que pueda pasar? 

Tocaron la puerta y ella sonrió ladeado, dibujando varios círculos imaginarios en el aire. 

—Al parecer lo pediste antes de tiempo. 

Abrió la puerta, dejando pasar a Enzo. Él se detuvo en el medio de la sala, metiendo sus manos en los bolsillos y recorriendo el panorama, especialmente el desorden que había con los adornos y las luces. 

—¿Qué haces aquí? 

En el rostro de su tía era más que evidente que ella debía estar detrás de todo. 

—¿Qué hago aquí? ¿No puedo visitarte? 

—Bueno, como has estado tan ocupado últimamente, pensé que no tendrías tiempo de venir. 

—Uy, mira la hora. Mi esposo debe estar esperándome. ¡Qué se diviertan! — quise detenerla, pero se esfumó en solo un instante.

No sé por qué me siento tan incómoda. No es la primera vez que estamos a solas. Tal vez es por lo que vi. 

—¿Por qué me miras así?

—¿Así cómo? 

—Como si tuvieras algo que decir, pero te estás conteniendo. Si vas a decirme que me extrañaste, no hay razón para ocultarlo, florecilla. Ya sé que lo has hecho, pero tu orgullo te impide decirlo. 

—¿A qué has venido? ¿Alguna novedad con mi hijo? 

—Te seré totalmente honesto. He venido por dos razones, la primera y más importante es para aclararte sobre lo que viste. 

—¿De qué estamos hablando? 

—No tienes que disimular, ya mi tía me contó que me viste con la prima de ese tipo y hay una razón para eso. 

—¿La prima de ese tipo? ¿De quién hablas? 

—Sabes bien de quién hablo; de Abigail. 

—¡¿Estás saliendo con esa mujer?! — fue como un balde de agua fría por encima. 

Realmente no la reconocí de espaldas. 

—¿Por qué me miras así? 

—¿Estás saliendo con esa mujer? — insistí. 

—¿Qué quieres oír, florecilla? ¿Un «sí» o un «no»? 

—Tú no puedes estar saliendo con esa mujer. ¡Tú no puedes hacerme esto! Tú dijiste que ibas a ayudarme, ¿esta es la ayuda que me estabas ofreciendo? 

—Si ese fuera el caso, ¿en qué afectaría eso nuestros planes? 

—Hay muchas mujeres en el mundo para venirte a fijar en esa víbora. Esa mujer es mala. ¿Cómo pudiste? 

—Aquí es donde me doy cuenta de que la confianza entre los dos está por el suelo. Si realmente confiaras en mí, no haría falta ni que te explique las cosas y te darías cuenta de que hay un plan detrás de todo este teatro. ¿Alguna vez has tomado mis palabras o mis sentimientos en serio? Te dije que esperaría por ti, porque no existe otra mujer en este mundo que pueda ocupar tu lugar; porque no quiero y no acepto a otra que no seas tu. Si me he alejado un poco de ti es para evitar que los planes se vengan abajo, pero quiero que te quede claro de una buena vez que no pienso rendirme. Espero se te grabe eso en la cabeza y que no te quepa la menor duda. 

La seguridad y seriedad en sus palabras me pusieron la piel de gallina. Mi corazón saltó un latido y, aunque quise ocultarlo, me pareció que se dio cuenta, por la curvatura que se reflejó en la comisura de sus labios y sus hoyuelos marcados. 

En La Guerra Y El Amor Todo Se Vale [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora