Cuando las Pesadillas se Vuelven Realidad

163 32 0
                                    

Otra vez aparecía ese nombre en mi vida. Estaba tan harta de él que la rabia me corroía por dentro. Quería correr tanto como mis pies pudieran, gritar tan alto como mi garganta permitiera y deshacerme de todas aquellas cosas que estaban sucediendo en mi cabeza y en mi vida. Esa ciudad se había convertido en un infierno por causa de aquel nombre y la figura de aquella niña de blanco que acechaba en los sueños míos y de mi hermano.

Me fui sola a casa. Estaba confundida y necesitaba algo de calma. Caminar siempre me había ayudado a poner en una línea recta mis pensamientos, así que decidí marcharme sin decirle nada al resto de los chicos, solo a Erick, quien estaba tan absorto en la música que ni siquiera me escuchó.

Era casi la 1:00 de la mañana cuando me fui a casa, así que lo más prudente era caminar por la avenida principal que era la más alumbrada y céntrica. No fue el camino más corto a casa pero sí el más seguro; al menos eso pensé yo, pero como siempre, me equivoqué. Cerca de la fiesta se encontraban unos muchachos de último año. No noté que me estaban siguiendo hasta dentro de un rato. Primero creí que solo regresaban a sus respectivas casas, pero después escuché bien sus intenciones por sus palabras obscenas. Me vi a mí misma dentro de un nuevo lió, pero para mi suerte, o mi desgracia, Jensen apareció justo a tiempo para asustarlos un poco y hacer que se dieran la vuelta al instante.

—Tienes una extraña predilección a meterte en líos —me sonrió mientras pasó un brazo sobre mí y miraba de reojo a los ebrios que se marchaban.

—Y tú a estar siempre detrás de mí —dije sin esconder ningún indicio de sospecha en mi voz y zafándome de su brazo.

—¿Por qué no avisaste que regresabas a casa? —preguntó. Estar con él no me hacía mucha gracia, pero era eso o tener a unos matones tras de mí diciendo groserías.

—¿Por qué debería hacerlo? —le reté—. ¿Qué quieres de mí, Jensen? ¿Qué quieren todos ustedes de mí?

Las palabras de Lachlan retumbaban en mi cabeza como el replicar de una campana y no había forma de terminar dudando de todos en aquel lugar. El miedo me hacía retraerme en mí misma.

—De todas las personas de este pueblo, yo soy el único que no quiere nada de ti —me habló y nuevamente sus ojos me suplicaban que me tranquilizara. Eran como un bálsamo para el alma—. ¿Confías más en Lachlan que en mí?

—Pensé que te habías ido —esquivé su pregunta un poco fría, pero para mis adentros me dije que no confiaba en nadie en lo absoluto. Él asintió como si estuviera escuchando lo que estaba pasando por mi cabeza.

—No. Anna me pidió quedarme un poco más. No le puedo decir que no a mi hermana menor —respondió sin mencionar nuevamente a Lachlan. Notó mi incomodidad pero no le importó, en cambio siguió hablando.

—La próxima semana daremos una cena de Acción de Gracias en nuestra casa. Estaba pensando en invitarte a ti y a tu hermano. Sé que tal vez quisieran pasar el día con Veronica y Richard, pero pueden considerarlo. Siempre serán bienvenidos en casa.

—Pensaré en ello, pero creo que lo mejor será pasar ese día con mi familia —terminé.

El resto del camino a casa fue muy silencioso. Cuando llegué, un poco cansada y con mil cosas en mi cabeza dando vueltas como un remolino en el océano, me quité aquel vestido y, con ropas cómodas, me dejé caer sobre la cama.

Mirando el techo me puse a meditar y a darle un poco de sentido común a lo que sucedía. El cofre del collar estaba en la mesita de noche, lo que me recordó que no me podía quedar dormida con él por miedo a romperlo, así que me lo quité. Con el dije en la palma de mi mano dudé por unos segundos quitármela. Me gustaba tanto que no podía dejar de mirarla. Era tan perfecta que me parecía mentira que Jensen me la hubiera regalado sin más preocupación.

El Valle De Los Lobos ✔️ [Libro 1 Saga De Los Dioses Caídos]Where stories live. Discover now