Correr o Pelear

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Nuestra vida se resume a adoptar una postura dentro de dos muy obvias opciones. La invariabilidad de tal realidad se ve explicada en todas las decisiones que tomamos a lo largo de nuestro paso por este mundo.

¿Me despierto o sigo durmiendo? ¿Hago lo correcto o lo incorrecto? ¿Sigo a la experiencia o a mi propio corazón? ¿Escojo uno o al otro...?

La gran mayoría de las veces ni siquiera notamos esa simplificación de factores. Estamos siempre ocupados en devanarnos los sesos con cuestiones menos importantes; pero aquel día, entre los abedules y los pinos que dibujaban el valle, con la luna llena brillando sobre mí, comprendí que solo podía escoger entre dos simples opciones.

Yo estaba de pie entre las entrañas de los vampiros muertos a manos de Anna y Jensen; de las pieles desgarradas por Sam y los cuellos muescados por Lachlan. Aún así, la masacre contra los neófitos no fue nada comparado con lo que le ocurrió a las brujas de cabello plateado que intentaban matar a Helena.

Tan pronto como los vampiros que las protegían fueron destrozados por los dientes de Lachlan, Sam se lanzó a por la cabeza de una de ellas, pero no pudo llegar siquiera a tocarla. La mujer se volteó y conjuró sus hechizos contra el hombre lobo, haciendo que su conversión se detuviera entre un doloroso medio punto entre el monstruo y el humano. Lanzando gritos de dolor, el chico cayó al suelo mientras sus huesos y tendones luchaban por encontrar su lugar dentro de la piel del trigueño. No había escenario más doloroso que verlo craquear las coyunturas de sus huesos y, debido a nuestro irrompible lazo, terminé en el suelo gritando del dolor al sentir en suyo propio.

Lachlan corrió con una suerte similar cuando la otra bruja lo aprisionó contra la tierra, que se lo tragaba como si se tratara de arenas movedizas. La suciedad mojada con sangre se escurría dentro de su boca y amenazaba con impedir respirar al chico quién era, indudablemente, un ser de agua. Las raíces de los árboles en derredor limitaban los movimientos de sus brazos y piernas y el moreno se retorcía ante la posibilidad de que alguna de aquellos rizomas se introdujeran dentro de sus ojos.

Selene manda sus saludos —dijeron las dos brujas al unísono en un oscuro cántico que me hizo helar la piel.

Si sus apariencias ya eran tétricas, al ser y vestirse completamente idénticas, no había nada más bizarro que escucharlas hablar a la vez, cómo en un parda canción de muerte. Tenía la necesidad de saber quién diablos era aquella Selene y el motivo de su guerra contra mí.

La única ventaja de que las brujas enfocaran su atención en Sam y Lachlan, fue que momentáneamente dejaron de lado a la moribunda Helena. Con la sangre brotando de su cuello como río desbocado, estaba segura que no habría forma humana para que la bruja pudiera recuperarse. Todo el plasma rojo bañaba su cuerpo mientras la herida despampanante hacia gala de una grotesca uniformidad.

Contra todo pronóstico, sin embargo, el cuello de Helena comenzó a cerrarse y cuando la pelirroja levantó sus ojos hacia mí, no eran azules, sino completamente rojos. La sangre en su ropa testificaba que había perdido litros y, sobrenatural o no, no había forma de que algo como aquello fuera posible. Alzando sus manos al aire, un calor infernal se alzó de la tierra y el suelo de su lado comenzó a expulsar unas llamas rojas y naranja que flameaban en un círculo alrededor de las brujas. Helena y yo estábamos en extremos opuestos de tal figura y tanto Sammuel como Lachlan estaban también confinados a la batalla que tendría lugar allí adentro.

Al notar la naciente fuerza de la pelirroja, una de las mujeres se centró nuevamente en la chica que era incluso más poderosa de lo que yo había imaginado, en un intento de diezmarla, pero antes de que Helena volviera a caer al suelo, me preguntó con una voz que retumbó en mi cabeza como eco en una caverna vacía:

El Valle De Los Lobos ✔️ [Libro 1 Saga De Los Dioses Caídos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora