Capítulo 10

714 62 16
                                    

A pesar de haber pasado una noche reconfortante, cuando Lyna se despertó, sintió que el cuerpo no quería responderle, y que una parte de ella seguía perdida en la profundidad de unos sueños que no se podía acordar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

A pesar de haber pasado una noche reconfortante, cuando Lyna se despertó, sintió que el cuerpo no quería responderle, y que una parte de ella seguía perdida en la profundidad de unos sueños que no se podía acordar. Seguramente después éstos volvieran en retazos, pensó, y comenzó a desperezarse.

Cuando vio el reloj sobre su mesita de luz, descubrió con horror que eran pasadas las once de la mañana. Se arregló a toda prisa y corrió a la sala de estar, donde las halló a Zayra leyendo un libro, a Natalya con una taza de té, y a Nabyla bordando un pañuelo. Las tres tenían un aura tan apacible que Lyna se sintió descolocada, fuera de lugar.

Buenos días, Lyna ―la saludó Natalya, y las demás la imitaron.

¿Pudiste descansar? Ayer no te di ni un respiro ―La miró Zayra, apenada.

Dormí bien, gracias.

Natalya le sirvió una taza de té con leche, y le comentó que lo único de relevancia agendado para aquel día, era una reunión con los miembros más prominentes de la Corte que los acompañaría a Tahyel. Le avisó también que mañana temprano partirían y que, por lo tanto, esa tarde se dedicarían a empacar.

Al oír esto, Lyna se atragantó, a la vez que en su mente aquellas palabras la trabaron. "Mañana temprano partirían", a Tahyel por supuesto, a la lejana Tierra de la Luna.

Una parte de ella estaba emocionada por viajar y explorar ese lugar tan reconocido por su misticismo, por sus profundos bosques e imponentes montañas. Pero, la otra, la más temerosa, quería clavar sus uñas en Moyra, quedarse en la seguridad de su hogar y abrazada al amor de su familia. Lo mismo le había sucedido los días previos a su traslado a la Academia, y aunque al final todo había salido bien, Lyna reconoció que al menos Tarsycia quedaba dentro de su país y a dieciocho horas de su casa. Tahyel, en cambio, a una semana.

Pero ya no podía echarse atrás, se dijo rotundamente, no podía regresar a casa con la cabeza metida entre los hombros, quedar como una cobarde frente a sus seres queridos para que luego los vecinos hablaran de ella como si estuviera fracasando en la vida. Ésa no era la clase de vida que Lyna quería, la clase de persona que aspiraba a ser. Ella anhelaba una aventura, y ésta era su oportunidad, la que tanto había estado esperando; dejarla escapar sería un grave error.

Además, estaba muy bien acompañada, se sonrió dirigiendo una mirada admirada a las tres jóvenes que la rodeaban.

Un instante más tarde, fueron sorprendidas por unos golpes en la puerta. Natalya atendió y vio que se trataba de una de las damas de la Emperatriz, trayéndole a la Princesa una invitación para tomar un refresco en su jardín privado. Zayra respondió que aceptaba con gusto, si no había problema en que la acompañara su intérprete. La dama le respondió que en lo absoluto y les pidió que la siguieran.

Bajaron hasta la planta baja, en donde los sirvientes y trabajadores estaban ocupadísimos limpiando y retirando las decoraciones y plataformas. Salieron al patio por la puerta sur y fueron por un camino de adoquines, que las guió al interior de una arboleda esmeralda. Las copas de los árboles eran altas y frondosas, y sus ramas se conectaban de tal manera que parecían formar un techo del que bajaban tenues estelas de luz.

La Reina de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora