Capítulo 49

188 23 15
                                    

Lyna

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Lyna. Lyna.

Lyna, ése era su nombre.

"Lyna, despertate, por favor."

La voz que repetía su nombre sonaba desesperada.

Lyna. Lyna.

"Lyna, por favor". Ahora, afligida.

Lyna... Lyna...

La voz se tornó suave, cálida. La oscuridad que la engullía comenzó a disiparse ante una claridad reconfortante, como la del amanecer. Y el vacío en el que flotaba, poco a poco, fue llenándose de sensaciones vívidas, agradables para todos sus sentidos.

Lyna volvió a escuchar que la llamaban, y su alma se elevó despacio pero segura, como el sol que se alza tras el horizonte. Pronto los nervios de su cuerpo también se despertaron, devolviéndola al plano físico. Primero se sintió pequeña y pesada, luego percibió cómo el aire frío entraba en su pecho, y por último, reconoció que estaba sobre otro cuerpo, que éste la envolvía protectoramente.

En cuanto abrió los ojos, los tuvo que cerrar de inmediato, cegada por la luz.

―¿Lyna?

Parpadeó varias veces hasta acostumbrarse y poder distinguir que la luz no era blanca, sino dorada, y que no provenía de una lámpara o de un astro. Emanaba de la persona contra la cual estaba recostada.

Levantó la cabeza y su nariz se rozó con la mejilla de Cyrino. El susto la hizo pegar un salto que casi los arrojó a ambos de su asiento. Por suerte, él tuvo la fuerza necesaria para sostenerla y la resistencia de no sucumbir al dolor de un cabezazo y una patada.

Tras un minuto de total confusión, Lyna entendió su posición: Cyrino, Lucyo y ella estaban en un refugio en medio del bosque, perdidos, mojados y helados. Sin embargo, lo que más le alarmó en ese instante, fue que estaba acomodada sobre el regazo del Príncipe del Sol, con sus piernas a un costado, y que éste tenía las manos sobre su cintura.

―¿Qué pasó? ―preguntó, perpleja.

―Te desmayaste ―le respondió, con un tono un tanto pesado―. Y estabas tan congelada que lo único que se me ocurrió fue... Tratar de darte calor.

―Ah... Gracias. ―Se sonrojaron los dos.

Cuidadosamente, Lyna se ubicó a un lado de Cyrino en el mismo banco, pegada a él mas no encima ni recostada como había estado hasta recién. Aunque no podía culparse ni sentirse avergonzada, se dijo, ya que ella no se había desmayado adrede, y si se mantenía tan cerca de Cyrino, era porque ambos necesitaban compartir su calor corporal para sobrevivir.

―¿Se hizo tan tarde? ―Se fijó por la ventana que, afuera, ya había caído la penumbra.

―Estuviste dormida un par de horas.

―Y para colmo, todavía llueve.

―Un poco menos que antes, pero sí. Vamos a tener que pasar la noche acá.

La Reina de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora