Capítulo 20.1: Carla

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Carla

Cuando llegamos a casa corrí directo al baño con la escusa de que debía vomitar.

Por supuesto, era mentira. Las nauseas del embarazo habían desaparecido hacía algunas semanas y ya no frecuentaba tanto el baño, al menos no para vomitar. Los deseos de orinar causados por la barriga eran otro tema.

Lo cierto era que necesitaba tiempo a solas.

En todo el fin de semana no me había dado el chance de pensar. Enfoqué mi mente en pasarlo bien y no en lo que había sucedido.

Y vaya que habían sucedido cosas.

No podía creer que me hubiera acostado con Gabriel y William. ¿En qué diablos estaba pensando?

Desde que había venido a Sunapee prometí centrarme en mi embarazo, en repara el daño que le había causado a William y en no serle un estorbo.

Pero en lo que llevaba en su casa ya la había cagado dos veces. Primero me había acostado con él y luego con su pareja en un trío.

Dios, me aterraba tanto volverle a hacer daño. Sabía de sobra lo mucho que le afectó lo de Brasil. El estúpido error de haberme acostado con César le había destrozado por dentro.

La verdad es que no sabía por qué lo había hecho, ni siquiera me gustaba tanto César.

Creo que fue porque tuve miedo, sabía que era cuestión de tiempo en que William me pidiera matrimonio y la idea del compromiso me aterró. Sin pensarlo me lancé a los brazos de otro hombre para cubrir con sexo mi miedo.

Y es que ese era mi problema, no pensaba.

No pensé en aquel entonces y nuevamente no lo hice cuando no detuve a Gabriel al besarme.

Pero es que no lo pude evitar. Ese alto, musculoso y pragmático hombre de mirada penetrante podía nublar los sentidos de cualquiera. ¡Y al verlo desnudo fue mi perdición!

¿Quien se iba a imaginar que unos sencillos bóxer de tela fina iban a poder ocultar semejante paquete?

Y también estaba William, él siempre fue mi punto débil. No sabía que era, pero tenía algo que me hacía amarlo sin dudarlo. Fue ese algo el que vi en aquella fiesta y el que hizo que me enamorara perdidamente de él.

Porque si, aunque no lo pareciera, amaba a William. Siempre lo amé y amaré.

Y después de la noche en la cabaña…

No podía sacármela de la cabeza, se repetía una y otra vez y cada vez que la recordaba mi cuerpo reaccionaba. La piel se me erizaba, el corazón se aceleraba y la humedad de mi entrepierna mojaba la ropa interior.

Joder, joder, joder.

Sabía lo que eso significaba. Me había ocurrido antes, solo una vez, cuando conocí a William.

Me había enamorado de ellos dos.

Podía negárselo a todo el mundo, pero a mí misma no podía.

—Carla —me llamó William a través de la puerta — ¿Estás bien?

—Si —me apresuré a responder —ya casi salgo.

—Si quieres puedo entrar y acompañarte —dijo.

Casi caigo derretida, eran esos tipos de cosas las que me hacían caer rendida ante él. William era así, el tipo de hombre que se hacía cargo de los bebés de su ex novia infiel, el chico que perdonaba fácil y tomaba decisiones difíciles de forma impulsiva pero sin arrepentimientos.

—No, ya termino —dije abriendo la puerta.

William estaba allí, mirándome con preocupación. A su lado y en silencio, Gabriel me miraba de la misma manera.

No me atreví a mirarlos a los ojos.

— ¿Estás bien? —preguntó Gabriel hablando por primera vez.

—Lo estoy —respondí agachando la cabeza.

No los mires a los ojos, no caigas en su hechizo —me repetí una y otra vez.

Demasiado tarde —pensé —ya caíste, estás enamorada.

Aquel Otoño (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora