Capítulo Treinta

315 51 20
                                    

-¡Parad! ¡Soltadme!- grité entre llantos, intentando zafarme de todas esas manos zarandeándome y moviendo los brazos con fuerza. Sin embargo, no sirvió de nada. Me separaron de Zalgo con brusquedad mientras a él lo inmovilizan boca abajo en el suelo.

-¡______!- gritó mi nombre como si cada letra le estuviera quemando por dentro. Sentí que su alarido se clavaba en mi pecho como una estaca. Me resistí todo lo que pude, clavé las uñas en el suelo, pataleé, forcejeé y todo para ir hacia él e intentar cogerle de la mano.

Las lágrimas salían de mis ojos en abundancia y no podía ver demasiado bien, pero sí advertí que quien tomo mi mano no fue Zalgo.

-Dejádmela a mí- alcé la mirada y me quedé sin respiración al ver a Jeff mirándome hambriento, como un lobo que había cazado un conejo. Su mano me agarró el brazo y me arrastró con tanta fuerza que pensé que me lo arrancaría sin pensarlo. Gemí de dolor y luego sentí su otra mano cogerme del mentón -. Voy a terminar lo que empecé.

-¡Tócala!

Jeff alzó una ceja y miró detrás de mí, donde Zalgo estaba inmovilizado. Yo vi por el rabillo del ojo que se resistía a los tres hombres enmascarados que estaban sobre él, queriendo llegar hasta donde Jeff.

-¡Tócala, Woods!- repitió -¡Y será lo último que hagas en tu miserable vida!

Jeff no pareció tomarse en serio la amenaza de Zalgo, porque soltó una carcajada y me atrajo todavía más a él, pegándome a su pecho y alejándome todavía más.

-No estás en posición de amenazar a nadie, amigo- le recordó -. Mírate. Te estás muriendo.

Temblé bajo los brazos de Jeff, sin ser capaz de moverme, totalmente atrapada. Sabía que moriría si intentara escapar. Moriría sin poder hacer nada por Zalgo o Insane. Sólo pude observar cómo poco a poco lo arrastraban de nuevo dentro de la celda. Él no dejaba de mirarme y, poco a poco, cesaba de resistirse y simplemente se desplomó en el suelo.

Fue en ese momento.

Le di un codazo a Jeff en las costillas y lo aparté de mí con una patada. Me deshice de su agarre y esquivé a todos los brazos que se me pusieron por delante para que no llegara hasta Zalgo. Toqué su rostro con las manos y alejé a base de manotazos, arañazos y patadas a los enmascarados que intentaban encerrarlo otra vez.

-¡Zalgo!- grité su nombre con tanta fuerza como pude.

Levántate.

Levántate, por favor.

No puedo sacarte de aquí yo sola.

-Cogedla.

Algo los apartó.

Fue como una especia de onda transparente que los empujó a todos lo suficiente como para tirarlos al suelo.

Me giré a ver a Zalgo. Ya casi toda la piel humana que le quedaba se le había desprendido como si fuera la muda de piel de una serpiente. Su piel negra agrietada se podía ver a la perfección, como sus cuernos y las bocas que se abrían en su cuerpo y que susurraban y gritaban en idiomas antiguos y desconocidos.

Me agaché y me apresuré a levantarlo.

-No te duermas, por favor- supliqué, en su oído -. Sigue conmigo.

Escuché cómo susurraba mi nombre y las bocas de su cuerpo lo repetían varias veces, en un tono muy bajo, como delirante.

Rodeé mis hombros con su brazo y corrí hacia la salida, viendo los árboles alzarse a unos pocos metros de nosotros, en la oscuridad. Todavía faltaba para que amaneciera.

Jadeé. Zalgo pesaba demasiado para mí, pero hice uso de toda mi fuerza y, justo cuando llegamos fuera, tropecé con un escalón y caímos al suelo, rodando hasta que ambos quedamos boca arriba.

Mi pecho subía y bajaba por el esfuerzo que había realizado, sentí que no me quedaban fuerzas para levantarme, pero me apoyé sobre mis manos y gateé hasta donde había llegado Zalgo, que permanecía con los ojos cerrados, aunque las bocas seguían murmurando palabras extrañas y mi nombre.

-______..., ______...

-Vamos, tienes que levantarte, por favor- imploré, tomándolo del brazo. El tacto de su piel era como acariciar roca volcánica: seca, áspera y caliente. Pero se estaba enfriando, su temperatura bajaba con rapidez y sabía que eso era algo malo -Tenemos que irnos...

-No iréis a ninguna parte, princesita.

Me giré lentamente, advirtiendo con horror cómo Jeff descendía las escaleras e iba hacia mí, con su cuchillo en la mano.

-Ya me has tocado los huevos bastante- me cogió por el cuello de la camiseta y me levantó del suelo sin ningún tipo de esfuerzo -. Voy a matarte aquí y ahora, delante de tu novio.

Ni siquiera me resistí. Le mantuve la mirada mientras él alzaba su cuchillo para darme muerte mientras yo no tenía fuerzas para alzar los brazos y detenerle.

Moriría tarde o temprano, lo sabía.

Sólo era cuestión de tiempo. Estaba metida dentro de un reloj de arena y casi me había enterrado por completo.

-Déjala, Jeffrey.

La sonrisa permanente de mi asesino se deformó un poco y su cejo se frunció. Me dejó caer al suelo como si fuera una bolsa de basura y se dio la vuelta.

-Es JEFF- gruñó -, y ese no era el trato que teníamos.

Me incorporé con los brazos temblorosos y alcé la mirada para saber con quién estaba hablando.

-Insane...- murmuré, sonriendo ligeramente. Estaba justo frente a Jeff, manchado de sangre que no parecía ser suya, serio como de costumbre y con una especie de esfera de brillo oscuro en su mano derecha.

Lo había conseguido.

La felicidad me invadió.

-Gracias por ponérmelo tan fácil, humana.

Sentí algo afilado e invisible atravesarme la piel e incrustarse sin piedad en mi corazón. El semblante serio de Insane cambió a una mueca llena de maldad y diversión mientras jugaba con la estrella muerta y no dejaba de mirarme.

-Espera...

-No te has dado cuenta de nada- me interrumpió. Se acercó a mí con pasos tranquilos y se agachó para que pudiera verlo mejor a los ojos -. Todo ha sido una trampa: yo quería la estrella muerta y tenía que conseguirla de un modo u otro.

-Oye, tú...- Jeff fue hacia él dispuesto a apuñalarlo por la espalda, pero Insane alzó la mano en su dirección y él salió volando hasta chocar contra varios troncos de los árboles que nos rodeaban.

Observé a quien se suponía que era mi aliado con los ojos muy abiertos, horrorizada y temblando con violencia. Estaba rígida y con los dedos agarrotados, aferrados a la tierra húmeda que tenía debajo de mí.

La esperanza que había florecido dentro de mí se había extinguido tan rápido como apareció.

-Se te ha acabado el tiempo.

INMORTAL |Zalgo y tú|© FINALIZADAWo Geschichten leben. Entdecke jetzt