Capítulo Veinte

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Cuando la cirujana abandonó la habitación, yo al instante rompí a llorar. Zalgo bajó la cabeza más, pude apreciar como sus nudillos se ponían blancos de tanto que apretaba los puños. Volvió a apretar la mandíbula, como si estuviera furioso y estuviera reprimiendo todo su enojo dentro de él con mucho esfuerzo.

No entendí qué era lo que le pasaba. No podía dejar de mirarle extrañada, como si de la nada hubiera cambiado... aunque, al parecer, era una cosa así.

La puerta se abrió y pude ver a aquel muchacho pálido de cabello negro y largo.

—Zalgo, no hay nada que hacer— dijo, impasible. Zalgo le miró, igual que yo. Supe que se estaba refiriendo a mí —Vámonos, recuperemos la estrella. Matemos a Slenderman y a los demás y volvamos a casa...— cuando me quise dar cuenta, Zalgo le había agarrado del cuello de su chaqueta y le estampó contra la pared de golpe. El corazón me dio un vuelco y ahogué un grito.

—¡Zalgo!— Exclamé, asustada.

—No vuelvas a decir eso... sabes que puedo borrarte y hacer de ti polvo— lo amenazó. Jamás le había visto tan furioso.

—¿Cómo?— le desafió Insane, con una sonrisa —Apenas te queda poder. No puedes ni curar a una simple humana— Zalgo golpeó la cara del muchacho con él puño y le hizo caer al suelo, tras agrietar la pared, pero él solo se puso a reír —¿Qué ocurre, padre? ¿Acaso ahora sientes como un humano?

—Guarda silencio, bastardo— le dijo él. 

—Zalgo...— intenté levantarme de la cama, pero de nada sirvió, el dolor me obligó a volver a mi posición y soltar un gemido agonizante. Cerré los ojos e intenté tranquilizarle durante unos breves segundos para no caer presa del pánico.

—Ahora entiendo por qué te gusta...— habló el joven, levantándose del suelo y masajeando su mandíbula, donde había brotado en color rojo por el golpe —es por cómo reacciona ante el dolor, ¿verdad? Esa manera en la que se retuerce...— me miró con un brillo siniestro en los ojos. Sentí que se abría paso a través de mí para llegar a mi alma. Sentía que me recorría completamente, y era desagradable... Pero Zalgo le detuvo.

—Ella no es alguien a quien se le pueda someter al dolor, Insane— espetó. Sus ojos me miraron, y pude percibir cierta tristeza en ellos —Ya no...

Sentí que algo en mi interior cambiaba completamente. Quería levantarme e ir con él... abrazarlo.

Hubo un incómodo silencio en la habitación. Nadie dijo nada, y Zalgo e Insane se mataban con la mirada. Yo no sabía qué decir. Llevaba tiempo intentando escapar de Zalgo. Prácticamente, desde el día en que le conocí. Y justo ahora que había decidido dejarme en paz, yo no quería que se fuera. ¿Qué era lo que me pasaba? Tenía ganas de golpearme y tirarme del cabello por no saberlo.

—Ya no tenemos nada más que hacer aquí...— el pelirrojo me dio la espalda —Vámonos...

Mis ojos se abrieron como platos y alargué el brazo hasta él, como si de alguna forma pudiera hacer que volviera a mi lado.

—No...— susurré —¡No...!— exclamé, suplicante. Ambos chicos me miraron —A-aún no sé qué...

Algo dentro de mí se estaba rompiendo.

Repentinamente, mis pulmones se cerraron y dejé de respirar. El pulso se me aceleró y todo el cuerpo se me tensó, empezando a dolerme de manera insoportable. Los pitidos del electrocardiograma me perforaron los tímpanos mientras mis manos se aferraban a las barras de metal de los laterales de la cama.

—¡Enfermeras!— la cirujana corrió dentro de la habitación y miró el electrocardiograma —¡Va a entrar en parada! ¡La medicina!

Alargué el brazo, con los dedos rígidos y contraídos, pidiéndole a Zalgo que se quedara, que no se marchara. El me miró fijamente, serio, con la mandíbula apretada. Después de unos segundos, me volvió a dar la espalda y se marchó. 

Las ganas de gritar su nombre con todas mis fuerzas me treparon por la garganta, pero las palabras no salían de mi boca, mi garganta esta cerrada. Lo único que salió fue un gemido ahogado y agonizante.

Mi interior ya estaba roto cuando Zalgo desapareció en el pasillo con Insane. Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas mientras los médicos me inyectaban algo en el brazo que hizo que volviera a respirar, pero que mis párpados comenzaran a pesar... mis ojos comenzaron a cerrarse lentamente.

—Zalgo... Zalgo...

Me dormí.

 
 
La luna era lo único que en ese momento iluminaba la habitación de hospital en la que me encontraba. Los médicos se fueron mientras yo dormía a causa del sedante que me habían puesto después de inyectarme la medicina.

Mis ojos estaban fijos en las estrellas, preguntándome dónde estaría Zalgo y qué estaría haciendo...

No sabía por qué ahora no podía sacármelo de la cabeza, pero no quería romperme la cabeza para averiguarlo o, simplemente, para evitar pensar en él... ya lo había intentado.

Me moví en la camilla con cuidado de no hacerme demasiado daño, ya que por dentro de mi brazo había una vía que me transmitía minerales directamente a la sangre y en mi vientre tenía costuras recientes.

No tenía sueño. Ya había dormido mucho a causa de los sedantes.

—¿Por qué lo malo siempre me pasa a mí...?— susurré, con los ojos llorosos.

La imagen del rostro de Zalgo cambiando a una especie de monstruo me vino a la mente.

Me asusté y el pulso se me aceleró de nuevo. Era como si mi mente se hubiera dividido en dos y esas dos partes intentaran convencerme de sus ideas: la primera era que quería estar con Zalgo, que le llamara, que le buscara. La segunda me pedía que me alejara de él todo lo que pudiera y me olvidara.

No podía hacer caso a la segunda.

El frasco de pastillas que debí tomarme, al menos, cada tres horas, descansaba en la mesilla al lado de la camilla, abierto y esperando a que cogiera alguna píldora.

Una idea, de la que probablemente me arrepentiría, se me pasó por la cabeza.

Podía mover levemente mi cuerpo, si no fuera por las vías que tenía en los antebrazos. Pero no estarían allí por mucho más tiempo.

—Debo haberme vuelto loca por tanta pastilla...— susurré, acariciando mi frente —Vamos allá...

Me incorporé en la camilla.

INMORTAL |Zalgo y tú|© FINALIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora