3. Sujeto 1: Chu Garam

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Comisaría de Yongsan, Seúl.

El escritorio de Kim Namjoon en la comisaría estaba abarrotado de cosas. Papeles en blanco, carpetas marrones, azules, blancas... Los bordes de su pantalla de ordenador estaban cubiertos por post-its de color amarillo llenos de datos: números de teléfono y de caso; nombres de testigos y de culpables; tareas a realizar.

Para cualquiera, la mesa de Kim Namjoon podría haber sido un caos, pero no para él, que encontraba su propio orden en todo aquel desastre. Por eso sus manos iban directas a lo que en ese momento daba vueltas en su cabeza: la última nota adhesiva que había pegado apresuradamente en la esquina inferior derecha de su ordenador; una con un solo nombre: Chu Garam.

Namjoon leyó el nombre al menos diez veces, aunque ya se lo sabía de memoria. Lo había cotejado en todas las bases de datos sin ningún resultado concluyente.

Chu Garam no tenía ni un solo antecedente. Al menos, antes de robar bancos. Ese era el motivo por el que Namjoon miraba su nombre.

—¿Sigues dándole vueltas a la chica? Pensaba que ya habías dado con la clave del caso; me parece bastante obvia.

Kim Seokjin era el compañero de Namjoon. Ambos estaban a cargo del mismo caso: la banda de ladrones que tenía a media comisaría en vilo por sus atracos perfectos. Y aunque Kim Seokjin estaba investigando el caso, a él no le quitaba tanto el sueño como a su compañero.

Namjoon eso lo sabía; para Jin todo era cuestión de paciencia. Creía que sería eso lo que les llevaría al éxito. Por eso, cuando Jin se vio involucrado en uno de los famosos asaltos de la banda, creyó que aquella espera había tenido su resultado. Para Namjoon eso fue solo un golpe de suerte. Uno igual de grande que el hecho de que su compañero acertase con su tiro.

—¿Y cuál es para ti la «clave del caso»? —preguntó Namjoon. Tuvo que reclinarse hacia atrás en su silla para poder mirarle a la cara; Jin (a su izquierda), se había alejado completamente de su propio escritorio para encarar a su compañero, con la silla girada en su dirección.

—Son una banda de pobretones. Barrio de clase baja, problemático, antecedentes dramáticos... No me parece descabellado que necesiten dinero. Ahí tienes el motivo. Lo demás vendrá solo: seguro que la chica nos lleva a otro miembro de la banda.

—Te quedas solo en la superficie, Jin —respondió, volviendo a observar el post-it que tenía sujeto entre sus dedos—. Si necesitaba el dinero... ¿por qué no tiene ni un solo antecedente antes de esto?

—Puede que no la hayan pillado. Si no la hubiese disparado, ahora no tendríamos su nombre. Es escurridiza. —Jin estaba pagado de sí mismo por haber dado con una información tan valiosa, tanto que pensaba que el caso ya estaba resuelto solo con eso. Pero Namjoon sabía que había muchas cosas que se les escapaban.

—Casi todos los ladrones que acaban sustrayendo cantidades tan grandes de dinero tienen algún antecedente —le explicó, todavía mirando el papel, como si así pudiera dar con la pista—. Hurtos menores en supermercados, falsificaciones... Y ella no tiene nada. Ni siquiera su padre está fichado por nada de eso.

—Joonie, que sea la norma no significa que no se pueda romper —intervino su compañero—. Por lo que sabemos, no trabaja sola. Serán otros los que se encarguen de todo eso.

—Pero dijiste que fue ella la que ordenó al trabajador que la llevase a la caja fuerte —continuó Namjoon, y en esa ocasión sí que miró a Jin. Había repetido la historia tantas veces que se la sabía de memoria, pero había algo que se le tuvo que escapar. Y Jin nunca perdía la oportunidad de contar con detalle lo que pasó el día en el que se vio envuelto en el atraco sin buscarlo—. ¿Solo había dos personas en el banco?

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