7. Carretera cortada

934 151 220
                                    

A veces soñaba con carreteras. Negras, oscuras, eternas.

A veces era yo la que conducía; otras, una mera espectadora. En todas desconocía el rumbo.

A veces seguía el camino correcto y, al despertar, el coche no se detenía, solo seguía su curso en la neblina de un sueño que no llegaría a ver.

A veces, me detenía. Unas luces naranjas parpadeantes. Unos conos. Una furgoneta con una flecha.

La policía.

Soñar con las carreteras siempre había sido fácil. Había conseguido interpretarlo con claridad después de tantas repeticiones. Por eso, sabía que una carretera sin incidentes era una decisión bien tomada y una carretera cortada... algo malo. Siempre.

Lo malo es que tendía a pensar que en cada sueño, cada camino era diferente. Cuando cerraba los ojos después de haber soñado con una carretera eterna, el mismo infinito de asfalto negro se extendía ante mí al soñar, y nunca recordaba que esa calzada era la misma que seguía el día anterior y que simplemente... los contratiempos llegarían.

Llevaba demasiados días soñando con carreteras lisas, rectas y paralelas; era cuestión de tiempo que apareciese la primera baliza de advertencia. Y cuando llegó, como siempre, no supe qué era aquello que iba a hacer mal... o que ya había hecho.

Supuse que sería la cama vacía que me recibió. La falta de su calor... aunque su olor siguiese ahí. La falta de su presencia en la habitación, en el salón...

Yoongi no estaba en casa, y era raro porque Yoongi siempre estaba en casa antes de un atraco.

Como mente pensante de cada uno de nuestros golpes, su trabajo se reducía a investigaciones y planteamientos que hacía en un sitio seguro. Las salidas siempre eran cosa nuestra para evitar riesgos innecesarios.

«¿Habrá ido a comprar?».

Abandoné mi inspección por el salón (breve, porque no es como si se hubiese podido esconder detrás de las cortinas) y me dirigí a la cocina a comprobar lo que ya sabía: que no teníamos demasiada comida.

El anterior atraco todavía estaba cercano, así que medíamos nuestras salidas al milímetro y sí, eso implicaba las compras: no demasiado grandes, no demasiado llamativas... Sencillas, comunes.

Sé que el último día que salí tuve que comprar compresas, un poco de arroz y un par de paquetes de ramen que... en cuanto entré en la cocina me di cuenta de que ya habían volado.

El nuevo estaba sentado en la pequeña mesa que había en la estancia (pegada a la pared y con solo dos sillas, una frente a otra), comiendo con ganas de un bol de ramen. También tenía arroz, pan... Un banquete, vaya. Supongo que nadie había tenido la consideración de explicarle nuestra falta de alimentos.

«O sí. Seguro que Yoongi ha ido a hacer la compra».

La luz anaranjada de la baliza se repetía en mi cerebro como si estuviera viéndola frente a mí en lugar de al chico que, en ese momento, me observaba con unos ojos gigantescos y los carrillos llenos hasta arriba de comida, como un hámster.

«Se parece un poco a uno, en realidad...».

—B-buenos días —se atrevió a decir una vez tragó la comida que tenía almacenada.

—Buenos días —respondí yo, todavía distraída por la incógnita que daba vueltas en mi cerebro—. ¿Has visto a Suga?

—Ah, sí. Se ha marchado hace un rato.

—¿Y te dijo por casualidad a dónde iba? —Tenía que sonar despreocupada, lo sabía, pero... simplemente no fui capaz. Así que solo me quedaba rezar porque no se diera cuenta de mi inquietud.

Mousetrap - myg, jjkWhere stories live. Discover now