iii. xvii

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I can't leave them.


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Agosto 1979

Decir que James Potter estaba molesto con Sirius Black era muy poco. La noticia sobre el matrimonio de los hijos menores de la familia Thompson y Barker se corrió por el mundo mágico rápidamente, sin embargo, fue tan solo la noticia del nacimiento de la hija del nuevo matrimonio que se ganó el interés de ciertos cotillas en la misma comunidad, como si hubiese sido el acontecimiento del siglo, pero no lo era, para ninguno de los que estaba en ese salón lo era sobre todo para Black.

James supo que había algo que no le estaban diciendo, cuando Ella desapareció lo confirmó y su enojo solo fue a parar hacia cierto azabache, de no ser por Lily probablemente el rostro de Sirius se habría deformado ante los golpes que quería darle. Por lo que al recibir esta nueva noticia su ira fue nuevamente descargada en Black, lamentablemente esta vez no fue el único, Remus Lupin también fue víctima de la furia de Potter al saber que él solía ocultar varios secretos de Jesabella.

Por lo que tan solo luego de haber golpeado tres veces a Sirius en el rostro y de ser solo detenido por Lily hizo lo más inteligente: dejar que Sirius se explicara, pero claro, eso solo lo llevo a que James lo golpeara por cuarta vez.

Sin embargo, el rostro magullado no se comparaba con el sentimiento que él llevaba, se sentía miserable, como si hubiese perdido el único propósito que tenía para seguir, Remus lo vio, pudo percibir aquella aura de tristeza consumirlo ante seguramente la cantidad de pensamientos que lo estaban consumiendo, todo se rompió cuando vio ocultar su rostro en sus manos.

Remus ante esto alzó la mano para tocar a Sirius, pero la voz de James, quien estaba observando toda la situación lo interrumpió.

— Sabes algo, Remus. —no era una pregunta, su voz tampoco tenía duda, estaba confirmando algo que incluso si Remus negaba para él era una realidad.

— James. —advirtió Lily, pero el mencionado negó y apuntó al hombre lobo.

— Él lo sabe.

— No me dijo que fue lo que pasó, su elfa doméstica me entregó una carta donde decía que estaba bien, que todo esto lo hacía por una razón, pero no me dijo nada más, no podía. —explicó en voz baja, James pasó una de sus manos por su cabello dejándose ver más frustrado que antes y quizás para también evitar lanzarse hacia el hombre lobo— De un momento a otro solo desapareció, la casa no mostraba ningún signo de haber sido atacada, es como si solo hubiese desaparecido.

— ¿Crees que Garret tuvo algo que ver? —preguntó Lily, pero Remus negó.

— Creo que fue su hermano, si lo que Sirius dice es cierto entonces las únicas personas que podrían hacer algo así sería su familia, pero en especial él.

— ¿Hay algo más? —inquirió James, Remus miró a Sirius a su costado, ni siquiera podría recordar haber visto aquel semblante en su rostro, se veía destruido, había estado tan molesto con él que ni siquiera se tomó un momento para observar a su amigo y ver que todo lo había afectado de la misma manera que le había sucedido a Ella.

Ambos se destruyeron, Sirius por proteger a Ella y ella por creer que él solo se rindió, pero la verdad iba mucho más allá. Remus se quedó en silencio y suspiró, de su bolsillo sacó una pequeña fotografía y se la pasó a Sirius quien confundido la tomó y miró a la bebé en ella.

— Dale la vuelta. —susurró Lupin. Sirius frunció el ceño y le dio la vuelta a la fotografía encontrándose con la letra de Ella escribiendo el nombre de la bebé— Lo supo mientras estabas en esa misión, ni siquiera le diste tiempo para que te lo dijera y ambos la conocemos, preferiría tirarse de un edificio antes que perder su orgullo, me pidió que no te lo dijera y estaba molesto, no pensaba decírtelo, pero pasó todo esto y...

— Es mi hija... —interrumpió dejando anonadado a los Potter.

— Lo siento.

— Remus ella... —el nombrado asintió en dirección a Lily ante la oración que iba a decir, ella llevó sus manos a su boca y James solo se quedó estático en su lugar asimilando las palabras que Lupin había dicho.

— Tengo que ir por ellas, no se pueden quedar ahí. —exclamó Sirius levantándose del sofá alertando a todos.

— Espera ahí, canuto, no es muy inteligente lo que piensas hacer. —le detuvo James saliendo del trance.

— ¡Es mi hija! —gritó dejando ahora que la furia saliera de él, James asintió dejándole saber que entendía a que se refería— Ella y Meissa corren peligro al quedarse ahí, no puedo dejarlas.

— Sirius, entiendo, pero ahora mismo ir ahí es suicida, el señor oscuro está en su punto más fuerte y Garret es parte de sus seguidores, no podrás hacer mucho.

— James, por favor. —suplicó esperando que él lo dejara ir, pero no podía hacerlo, James se negaba a que se fuera y se pusiera en riesgo y el proceso pusiera en riesgo a Ella y la bebé.

Incluso si James también tenía el impulso de ir junto a él y traer de regreso a Ella, no podía hacerlo, porque la única parte racional que quedaba en su cabeza le gritaba que no podían ir por mero impulso y arriesgar todo y a todos.

— ¿Cuánto tiempo tendré que esperar? —preguntó aún con el enojo en su voz— No puedo quedarme aquí sentado esperando que mágicamente todo se solucione y pueda ir con mi familia, las cosas no funcionan así, James, simplemente no puedo quedarme aquí.

— Ya se, se nos va a ocurrir algo solo... Solo no hagas una estupidez.

Pero detener a un inquieto Sirius Black era algo que ninguno quería enfrentarse, él sentía como si el tiempo estuviera agotándose, tenía miedo, estaba al borde del pánico y escuchar a Albus Dumbledore asegurar que Ella estaba bien no servía de mucho, porque si Dumbledore sabía de ella significaba que seguía informando a la orden de las cosas que los mortífagos y el señor oscuro hacían poniéndola aún más en riesgo de lo que ya estaba.

Albus Dumbledore dijo que ni Jesabella o Meissa corrían peligro, él dijo que Ella había sido inteligente como para no ponerse en tanto riesgo, pero mentía, porque la misma Jesabella mintió, ciertamente no estaba en peligro completo, pero tampoco estaba a salvo. El hombre que una vez fue su director aseguró que una vez que todo estuviera mejor podría reunirse con su familia, pero él no pudo creerle.

Aquella noche de agosto Jesabella Barker cargaba con una niña en sus brazos, sus ojos oscuros miraban con curiosidad fuera de la ventana, era una niña de apenas un año y aun así sonrió al ver en la lejanía la silueta de un perro negro ocultarse entre los árboles, Meissa dejó salir una risita mientras movía sus manos.

Entonces Sirius Black podría estar seguro de que podría matar él mismo con sus propias manos a Lord Voldemort con tal de ver la sonrisa de su hija de cerca.

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