Capítulo 11: "Mujeres, amor y otras desventuras"

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"Hombres necios que acusáis

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"Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis.

- "Redondillas" Sor Juana Inés de la Cruz".

Rudolph permaneció impasible, silencioso, distante, acomodando la mesa, cargando el libro, el plato roto lo coloco en un cesto de basura cercano. Levanto la silla de madera para proseguir a sentarse en este, con total calma, hasta se sorprendió de lo que acaba de acontecer, puede escuchar el sonido de la ventisca fuera de la ventana, aúlla un lobo a la distancia, susurran las ramas de los abetos chocando entre sí, percibe el olor del pino.

No fue hasta ese momento que Müller reparó en que ese aroma a pino no emanaba del viento que traía los perfumes de la naturaleza, sino que provenía del cuerpo del coronel, olor a pino, madera, cigarros, pólvora y el mejor vodka barato que haya olfateado en su vida.

Se sonrojo, para luego sonreír, no se creía que en verdad se iba a terminar acostando con aquel ruso, bromeaba, pero sus otras aventuras también empezaron siendo bromas, para culminar en ser amantes. Desconocía muchas cosas de aquel hombre, apenas sabe su nombre, el estallido de información personal que explotó del coronel le había dicho que la respuesta a su comportamiento no iba a ser sencilla de saber. Era un hombre inseguro, con miedos asqueroso a su propia sexualidad, ideales firmes de lo que hace para torturar a las personas y que no, acepta el asesinato, pero aborrece la violación. Estandarte peculiar, como lo menciono, nunca había estado interesado en un hombre tan sagaz, bruto y misántropo como Smirnov, cambiante como un niño, fiero como una bestia, apasionado y terco como una mula, justo como él.

Toma su libro, para ir rumbo a su celda, ahora que tenía más movilidad en ese lugar, aprovecho para ver por donde se fue el coronel, subió unas escaleras que pasan después de su celda, entra a su habitación, donde feliz encuentra que la gabardina que le dio el coronel sigue ahí, le estaba tomando un cariño particular a ese abrigo, aunque huele un poco sucio, con la conmoción apenas nota que ahora tiene tres espacios disponibles a su alrededor, su celda, la cocineta y por supuesto la bañera, encuentra un almacén que contiene jabón, ya tenía un poco de sueño, puesto que no tardaría en amanecer, pero opta en averiguar cómo lavar sus pocas prendas, dos calzoncillos, el abrigo, las dos camisetas y los dos pantalones con tirantes muy sucios que no quiere usar por lo mismo. Se pasa unos treinta minutos limpiando, de regreso de lavar la ropa se ve así mismo desnudo, con algo de frío, nota al fin la caldera que usa Orrel para que ese lugar se sienta acogedor, ve los troncos de madera, toma unos cuantos, arrojándolos a las cenizas, se encontraba envuelto con una manta delgada, en lo que esperaba a que su ropa se secara, toma sus prendas, colocándolas cerca de la caldera, lo suficiente para que se sequen y no se quemen.

Marcha Roja[+18 Contenido Homoerotico]Where stories live. Discover now